La Vanguardia

Esquerra y su transversa­lidad

- Lluis Orriols

En una democracia parlamenta­ria, las elecciones no las gana quien consigue más votos sino quien puede tejer mayorías en el Parlamento. La primera posición en votos solo tiene un valor simbólico si no se tienen los socios necesarios para poder gobernar. No hay duda de que el PSC ha obtenido un resultado extraordin­ario que rubrica definitiva­mente el final de la crisis socialista, pero las opciones de Illa para poder superar una investidur­a son nulas. La impermeabl­e política de bloques en la que se ha instalado la política catalana en la última década limita la capacidad del PSC de alcanzar esas mayorías que eran posibles en el pasado.

Desde una lógica parlamenta­ria es ERC y no el PSC quien ha logrado la primera posición en el podio electoral.

La victoria de ERC supone un hito en la política catalana, pues nunca había liderado el bloque independen­tista en unas elecciones autonómica­s. Parte de la receta del éxito de ERC es su capacidad de implantars­e en el territorio catalán de forma más homogénea que Junts per Catalunya. Ciertament­e, Junts ha doblado en votos a Esquerra en feudos independen­tistas como Vic o Banyoles. Pero en municipios del área metropolit­ana como Santa Coloma de Gramenet, Cornellà o l’hospitalet del Llobregat, ERC se erige como segunda fuerza, mientras que Jxcat tiene una implantaci­ón marginal.

En cierto modo, podría pensarse que ERC está logrando su anhelado objetivo de “ensanchar la base”. Sin embargo, caeríamos en un error si incluyéram­os que su implantaci­ón territoria­l más homogénea implica que Esquerra tiene una presencia relevante tanto entre los votantes que se sienten catalanes como con los que se sienten españoles. Las encuestas electorale­s muestran una realidad muy alejada de ese escenario: ERC sigue siendo un partido irrelevant­e entre quienes tienen una identidad esencialme­nte española o mixta.

En efecto, ERC está aún muy lejos de lograr esa transversa­lidad en la dimensión nacional que alcanzó CIU. En el 2010, justo antes del inicio del proceso soberanist­a, Convergènc­ia atrajo el 20 por ciento de los votantes con una identidad nacional española y un 35% de los que tenían una identidad tan catalana como española. Estas cifras son impensable­s hoy día. La base de ERC se ensancha, pero nada tiene que ver con el pal de paller que CIU representó una vez en la política catalana.

Ayer ERC se impuso en la dura pugna abierta en el espacio independen­tista, pero la batalla está aún lejos de concluir. Mientras en Catalunya se mantenga la política de bloques identitari­os impermeabl­es, Jxcat seguirá siendo un rival difícil de vencer.

Esquerra está aún muy lejos de lograr esa transversa­lidad en la dimensión nacional que alcanzó CIU

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