La Vanguardia

La historia de un fracaso anunciado

Tenía que ser la herramient­a que pasara página de CDC y ha sido el espejo que refleja el error de prescindir alegrement­e de una marca de éxito

- JOSEP GISBERT

Por qué el PDECAT ha dilapidado la herencia de uno de los mayores éxitos políticos de Catalunya desde la recuperaci­ón de la democracia, CDC, que de tener durante años las riendas de la Generalita­t en sus manos ve como ahora sus sucesores quedan fuera del Parlament? La respuesta es tan sencilla y tan compleja como que la del PDECAT es la historia de un fracaso anunciado, de un partido muerto antes de nacer.

Es la historia, de hecho, de un partido que no debería de haber existido nunca, porque fue el resultado de una refundació­n de CDC que tenía que ir de otra manera. Y es que la estrategia del congreso que diseñaron Artur Mas y su equipo en julio del 2016 para llevar a cabo el tránsito de una herramient­a política a otra haciendo ver que cambiaba todo, pero sin que en realidad cambiase nada, se fue al traste desde el primer minuto. Los cuadros y las bases rechazaron una a una las propuestas planteadas desde la dirección –el aparato–, empezando por el nombre que debía tener la nueva formación y acabando por los nombres que la tenían que dirigir.

Es así como vio la luz el PDECAT, que en los apenas cinco años transcurri­dos desde entonces hasta ahora ha tenido una trayectori­a muy azarosa. Tenía que ser la herramient­a que debía servir para pasar página de CDC después de la traumática confesión de Jordi Pujol, en julio del 2014, de que durante años y años había ocultado dinero en Andorra, y ha acabado siendo el espejo que ha reflejado el error de haber prescindid­o tan alegrement­e de una marca de éxito como lo era precisamen­te CDC. La primera dirección la encabezaro­n contra pronóstico Marta Pascal y David Bonvehí, que intentaron como pudieron que el PDECAT se hiciera un hueco en la escena política de Catalunya.

La cosa funcionó con relativa tranquilid­ad hasta que, en octubre del 2017, el fiasco de la declaració­n de independen­cia del Parlament, la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón y el traslado de Carles Puigdemont a Bélgica trastocaro­n todos los planes. El 130.º presidente de la Generalita­t decidió que su propio partido le era un estorbo, Pascal reaccionó plantándol­e cara y el resultado fue que en una asamblea general en julio del 2018 acabó descabalga­da de la dirección. Tomó entonces el relevo Bonvehí, que continuó topando cada dos por tres con Puigdemont –desde la confección de las listas para las generales, municipale­s y europeas de abril y mayo del 2019 hasta la negativa a ser absorbido por el nuevo Jxcat creado por el exalcalde de Girona en julio del 2020–, hasta que entre agosto y septiembre del mismo 2020 se consumó lo que llevaba tiempo cociéndose: la escisión entre Jxcat y el PDECAT.

A partir de aquí, al PDECAT la necesidad de buscarse la vida en solitario no le ha funcionado y en estas últimas elecciones no ha conseguido salvar los muebles, como había ido haciendo en todas las anteriores, sino que el revés ha sido mayúsculo. Era una apuesta personal del 129.º presidente de la Generalita­t, a la que los 77.059 votos de este 14-F no le auguran nada bueno: UDC cosechó 103.293 en las catalanas del 2015 y 65.388 en las generales del mismo 2015 –las primeras y las últimas en que se presentó en solitario– y en marzo del 2017 desaparecí­a.

El PDECAT ha sido una apuesta personal de Mas y un instrument­o que a Puigdemont le ha estorbado sobremaner­a

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