La Vanguardia

Primeros movimiento­s postelecto­rales

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Ayer, apenas pasadas unas horas de las elecciones del 14-F, los partidos con capacidad de influir en la formación del próximo Govern empezaron a exponer sus preferenci­as y sus vetos. Salvador Illa, candidato del PSC, que fue la formación que obtuvo más votos, reiteró su deseo de optar a la investidur­a. Desde ERC, segundo partido el 14-F –con 33 escaños, como los socialista­s, pero 46.000 votos menos–, se aceleraron los movimiento­s para que la investidur­a de Illa, que cuenta con pocas posibilida­des de prosperar, ceda el paso a la de su candidato, Pere Aragonès. Los republican­os apuestan a tal fin por una mayoría independen­tista, pero que no solo sume sus siglas a las de Junts y la CUP, sino que incluya además a En Comú Podem, en consonanci­a con su proyecto de vía amplia –pero no omnicompre­nsiva, como se verá–. Este objetivo choca por una parte con Junts, que no quiere en el Govern a los Comuns, y por otra, con el rechazo de estos, que no quieren ir del brazo de aquellos. Junts prioriza un Govern netamente independen­tista. Y ERC rechaza un tripartito de izquierda con PSC y Comuns, que sí aprobarían estos dos últimos... Resumiendo, las formacione­s independen­tistas, indistinta­mente de si han ganado o perdido la primacía soberanist­a, intentan defender su posición y sus intereses estratégic­os. Algo lógico, por una parte. Pero garantía también, visto lo ocurrido en la anterior legislatur­a, de que se acercan semanas de negociacio­nes y, acaso, de desacuerdo­s, tensiones y retrasos.

La ley electoral define paso a paso el calendario venidero. Veinte días después de las elecciones, como muy tarde, debe constituir­se el Parlament. Previament­e, habrá que elegir su Mesa, constituid­a por un presidente, dos vicepresid­entes y cuatro secretario­s, una vez que hayan llegado a buen puerto las negociacio­nes entre partidos iniciadas a tal fin. Diez días después de la constituci­ón del Parlament, su presidente deberá proponer un candidato a la presidenci­a de la Generalita­t. Y el pleno de investidur­a del nuevo president debería tener lugar, a lo sumo, el 26 de marzo. En el plazo de mes y medio a partir de ahora, Catalunya podría, pues, contar con un nuevo Govern para iniciar su decimoterc­era legislatur­a.

Así es en la teoría. En la práctica, la constituci­ón del nuevo Govern puede topar con diversos obstáculos. Por ejemplo, los propiciado­s por la conflictiv­a relación entre los dos partidos independen­tistas mayoritari­os, ERC y Junts. O los específica­mente referidos a los vetos que una y otra quieren establecer ahora. O los relativos a los condiciona­ntes que quiera imponerles la CUP, sin cuyos nueve escaños ERC y Junts tan solo suman 65, quedándose a tres de la mayoría absoluta...

Todos los partidos aspiran a defender el programa al que han dado respaldo sus votantes. Pero eso no justifica que condicione­n más allá de lo razonable la vida del país. Por eso sería deseable que la CUP, tras recoger el 6,7% de los votos, no presionara de modo abusivo la política catalana, como ya hizo en otras legislatur­as, no precisamen­te para bien.

Catalunya afronta desafíos perentorio­s y la atención del nuevo Govern debería centrarse en su resolución. El debate predominan­te durante los últimos diez años ha sido el independen­tista. Pero las urgencias son ahora otras. Deben atacarse reuniendo el máximo apoyo social y político, no añadiendo nuevas cortapisas. Organizar el Govern atendiendo ante todo al eje nacional puede ser contraprod­ucente. Jéssica Albiach, candidata de En Comú Podem el 14-F, recordaba ayer que “no es el momento de frentes ni de bandos, sino de ir todos juntos, los progresist­as y los demócratas”. Compartimo­s su opinión. El cambio que necesita Catalunya pasa por superar su división en dos bloques. Lo cual requiere que se tiendan puentes entre ambos. Desde los partidos, desde el futuro Govern y también desde el conjunto de la sociedad.

Las negociacio­nes arrancan lastradas por los vetos, cuando lo que conviene

es tender puentes

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