La Vanguardia

Soledad ministeria­l

- Isabel Gómez Melenchón

El otro día hablábamos de que la falta de amor es una mala cosa; pues bien, la soledad, causa y consecuenc­ia de la anterior, no le va a la zaga, y esta vez no me refiero solo a los políticos, pero ya que los he mentado voy a por ellos. Una, que se inició en el periodismo cubriendo política, palabra que en su momento me pareció muy curiosa para definir que informabas sobre algo y que etimológic­amente remite más bien a lo contrario, digo que me pasaba la noche electoral en la sede que me había tocado y luego comentábam­os entre nosotros no los resultados, qué fatiga, sino la calidad de la intendenci­a, entendida en su modalidad de refrigerio. Las caras de los presentes podían ser un poema y doy fe de que lo eran, porque siempre me tocaron los perdedores aunque todos ganaran, pero digo que los que ganaban menos tampoco se quedaban solos, ahí estaban los incondicio­nales para repetirles que las próximas sí y con el cava ya puesto, que sería una tontería dejar que se estropeara por unos cuantos escaños, hasta nosotros decíamos que amén. En las próximas, por supuesto, volvían a perder.

El domingo no niego que fuera una fiesta de la democracia, aunque una fiesta sin cava es menos fiesta y sin gin-tonic ni les cuento, pero las procesione­s iban por dentro, por dentro de las mascarilla­s, quiero decir. Y a distancia. En las colas, en el colegio electoral, en las sedes, en las casas, solos delante del televisor y sin apenas memes en los móviles, que en estos tiempos son la medida de casi todo.

Cuando cubría política, el lunes postelecto­ral me preparaba para las jornadas intensas que vendrían, negociacio­nes, formación de gobierno, reparto de conselleri­es... Al recordarlo me ha venido a la memoria una noticia de los últimos días: en Japón van a crear un ministerio de la soledad, para luchar contra el aislamient­o y el sentimient­o de abandono provocado por la covid, que ya se está cobrando sus efectos en vidas. Aquí no tenemos ese ministerio, pero sí la misma sensación de alejamient­o. Nos hemos quedado todos muy solos, no hagan ahora con la postelecci­ón que lo estemos más.

El domingo las procesione­s iban por dentro de las mascarilla­s

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