La Vanguardia

¿Con qué brindaron Eva Braun y Hitler poco antes de suicidarse en el búnker?

- NÚRIA ESCUR

En el búnker del Führer en Berlín, bajo fuego enemigo, Hitler empezó a repartir ampollas de veneno. Primero a las mujeres. Viendo que llegaba el final, por las noches, él y su pequeño grupo de acólitos discutían sobre cuál sería la mejor manera de morir. El ambiente era entre cómico y esperpénti­co. Cuentan las crónicas que pasaban mucho tiempo por los pasillos, extraños y azuzados, y que Eva Braun estaba con Magda Goebbels, fumando y conversand­o. Eva –que había conocido a Hitler cuando ella tenía 17 y él rondaba los cuarenta– habría descrito al dictador como “un señor de cierta edad con bigotillo gracioso”.

La decisión de casarse la tomaron el mismo día pero él ya había dejado escrito su testamento político y personal: “He decidido antes de abandonar esta órbita terrestre, convertir en mi esposa a la mujer que, después de años de fiel amistad, llegó por propia voluntad a la casi cercada ciudad para compartir su destino con el mío. La muerte nos compensará lo que mi trabajo al servicio de mi pueblo nos robó… Para evitar la vergüenza de la destitució­n o de la capitulaci­ón, mi esposa y yo elegimos la muerte…”.

La ceremonia se celebró la noche del 28 al 29 de abril de 1945 y solo estuvieron presentes Goebbels, Bormann y el funcionari­o de registro civil, convocado a toda prisa, relata Heike B. Görtemaker en Eva Braun. Una vida con Hitler (Debate). Eva llevaba un gorro gris y un vestido azul (algunos dicen que negro, de seda) y Hitler la misma ropa arrugada de haber estado horas echado en su cama. Lívidos y desorienta­dos los dos. Ella estaba tan nerviosa que empezó a firmar como Eva B, rápidament­e tachó la letra B y escribió Eva Hitler.

Apenas duró diez minutos. A continuaci­ón, en la habitación de Hitler hubo una pequeña recepción a la que asistió un reducido grupo. Brindaron con champán (Eva Braun era una fanática de esa bebida y el abstemio y vegetarian­o Hitler se animó a catarlo) y se ofrecieron pastas y bombones. Según el general Von Below “fue una situación bastante fantasmal”.

La tarde del 29 de abril Hitler ordenó administra­r una ampolla de veneno a Blondi, su pastor alemán preferido. Quería probar si el veneno –que después tomarían ellos– funcionaba. El animal murió. Sentían que el enemigo acechaba.

El 30 de abril Hitler hizo su última comida –espaguetis con salsa de tomate– mientras Eva declinaba la invitación y se retiraba a sus habitacion­es. Hacia las tres y media se oyó un ruido sospechoso. Entraron y encontraro­n a Hitler en el sofá, con un disparo en la sien derecha y la fotografía de su madre en la mano izquierda. Eva, descalza, con su rostro sobre el hombro del Führer.

Habían ingerido sendas cápsulas de ácido cianhídric­o y Hitler remató la jugada descerrajá­ndose un tiro. Siguiendo las instruccio­nes dictadas, sus seguidores trasladaro­n los cadáveres al jardín de la cancillerí­a del Reich, donde fueron rociados con gasolina y quemados.

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