Lo que pudo ser
Cuando Bartomeu pensaba en Mauricio Pochettino
Probablemente fueron las horas más caóticas y que más dañaron la imagen y la capacidad de gestión de la junta directiva de Josep Maria Bartomeu. Y también las que distanciaron definitivamente al presidente de los pesos pesados del vestuario.
Enero del 2020. Bartomeu decide destituir a Ernesto Valverde tras perder el primer equipo la Supercopa de España en Arabia Saudí. Con una particularidad: se lo comunica a los capitanes y se lanza a la búsqueda de un sustituto sin avisar al todavía técnico titular. Fue una chapuza. La expedición a Doha para fichar a Xavi Hernández, formada por Òscar Grau (director general) y Eric Abidal (secretario técnico por aquel entonces), fue descubierta por los medios de comunicación y las reuniones para convencerle telegrafiadas mientras a Valverde nadie le decía nada. El globo Xavi se pinchó, Koeman rehusó la oferta amablemente porque estaba a seis meses de disputar la Eurocopa con Holanda (después llegaría la pandemia y el mundo se pararía) y, antes de firmar a Quique Setién, se produjo un debate serio alrededor de la figura de Mauricio Pochettino, por aquel entonces libre después de ser destituido en el Tottenham.
¿Tuvo opciones reales Pochettino de fichar por el Barça? La respuesta es sí, pero pocas. Bartomeu, con una buena relación con el técnico argentino, veía en él a un entrenador top pero no fue la discusión sobre sus capacidades profesionales sino su marcado perfil espanyolista y filomadridista el que le descartó. Tuvo defensores en la junta, el propio Bartomeu dudó, pero finalmente, empujado por un ambiente caldeado en el entorno que un nombre como el de Pochettino no hubiera precisamente contribuido a pacificar, escogió a Quique Setién. Nadie llegó a hacerle una oferta firme a Pochettino, y eso que Ramon Planes, ya entonces integrante de la secretaría técnica, mantenía y mantiene con él una sólida amistad fraguada en el Espanyol.
Hay una frase que el barcelonismo más forofo aún hoy no le perdona al ahora entrenador del PSG. Hace años, tentado por el Real Madrid, club que ha intentado su contratación en dos ocasiones pero falló en la sincronización, le preguntaron por la posibilidad de fichar por el Barcelona como entrenador. Contestó lo siguiente: “He crecido en Newell’s Old Boys y nunca entrenaré a Rosario Central. Prefiero trabajar en mi granja de Argentina que ir a entrenar a ciertos clubs”.
Más allá de rivalidades consustanciales al fútbol (¿qué sería este deporte sin ellas?), Mauricio Pochettino es un entrenador que deja legado y buenos recuerdos por allí donde pasa. De momento ha trabajado en el Espanyol, donde se le idolatra, el Southampton, el Tottenham y en su nueva aventura, el PSG, donde también militó como jugador. Amante de la civilidad como herramienta de trabajo (en el Tottenham cada jugador debía estrechar la mano de todo el staff técnico a diario), administra tanto las broncas que no se le conocen, así que impone el diálogo como principal arma de seducción.
En París le sigue acompañando su núcleo duro, un grupo compacto como el granito. Jesús Pérez es su fiel segundo, el también catalán Toni Jiménez hace las funciones de entrenador de porteros y su hijo Sebastiano sigue subiendo peldaños en el organigrama.
Su familia (mujer, segundo hijo “y la perra”) permanece en Londres y tanto él como su equipo de trabajo se hospedan en un hotel cuyo personal, a falta de restaurantes (el confinamiento en París no permite abrirlos), les prepara comida y cena a diario y se las lleva a las respectivas habitaciones.
Aterrizó en París el 2 de enero y no hace falta que el jeque le pida lo que quiere. Ya lo sabe. “La Champions es la cuenta pendiente de este club”, dice. Sobre el futuro de Messi, curiosamente fan de Newell’s como él, prefiere hablar poco.