La Vanguardia

El choque entre Sturgeon y Salmond divide al soberanism­o escocés

Una comisión estudia el rol de la líder del SNP en el caso sexual contra su antecesor

- RAFAEL RAMOS Nairn (Escocia). Correspons­al

El castillo de Cawdor, media hora al este de Aberdeen por la carretera que va a Nairn, está inmaculada­mente preservado (en él vive una familia aristocrát­ica) pero no es de los más imponentes de las Tierras Altas. Sí es de los que tiene más morbo, porque en él sitúa Shakespear­e la acción de su Macbeth, donde el ambicioso protagonis­ta, alentado por su mujer, asesina al rey Duncan.

La acción del Macbeth de la realpolitk escocesa no se desarrolla en Cawdor sino en los pasillos del parlamento de Holyrood y los salones de la Bute House, la residencia georgiana del primer ministro en Charlotte Square. Es ahí donde Alex Salmond (Duncan) acusa a su protegida Nicola Sturgeon (Macbeth) de haberle pegado una puñalada, con la ayuda de su marido Peter Murrell (además director ejecutivo del SNP), en una interpreta­ción moderna de la historia.

El drama lleva años cocinándos­e, desde que varias mujeres denunciaro­n a Salmond de abusos sexuales cuando estaba al frente del país, y Sturgeon decidió dar curso legal al asunto. El anterior líder escocés fue juzgado, declarado inocente y compensado con 600.000 euros para el pago de sus costas legales. No contento con eso, se ha lanzado a una vendetta en toda regla para poner fin a la carrera política de su sucesora y en tiempos confidente y amiga, acusándola de mentir al Parlamento, manipular al funcionari­ado civil y violar el código de conducta ministeria­l. Si se demostrara que es cierto, tendría que dimitir.

En este Watergate escocés, Salmond alega que Sturgeon dio salida a las acusacione­s de índole sexual para quitárselo de en medio, temerosa de que pudiera desafiar su liderazgo. Más aún, que tuvo conocimien­to del asunto antes de lo que ha declarado bajo juramento a la comisión Hamilton que investiga el tema, y que no hizo tomar notas de las reuniones en las que se habló de ello. La primera ministra responde que las denuncias eran tan graves que merecían ser tramitadas, su deber era apoyar a las mujeres que las presentaro­n, y no ha mentido al Parlamento sino que se equivocó al decir la fecha en la que tuvo conocimien­to del caso.

La tragedia se ha ido cociendo a cámara lenta, pero la salsa está a punto de hervir. Salmond declarará a mediados de semana en la comisión, y detrás de él irá Sturgeon. El dictamen de James Hamilton, un ex fiscal irlandés, se espera antes de las elecciones autonómica­s de mayo, y de él dependerá la superviven­cia de la actual líder del SNP, el resultado

De la investigac­ión depende el futuro de Sturgeon, el resultado de los comicios y si hay otro referéndum

de los comicios, y tal vez incluso la celebració­n de un segundo referéndum soberanist­a, la independen­cia de Escocia y sus consecuenc­ias sobre otras naciones sin Estado. Casi nada.

El SNP, que tiene 61 de los 129 escaños de Holyrood (y las encuestas apuntan a que los aumentará), está dividido entre quienes apoyan a Sturgeon y quieren avanzar con paso firme pero dentro de la más estricta legalidad, y los partidario­s de Salmond, impulsores de una táctica más radical y la celebració­n de una consulta a la catalana, no aprobada por Westminste­r (Boris Johnson no es como Cameron y se niega a autorizarl­a), aun a riesgo de que la participac­ión sea pequeña y no conlleve el reconocimi­ento ni de Westminste­r ni de la Unión Europea.

Pero la división no es exclusiva suya. También está dividido el Labour (antiguo partido alfa del país), entre quienes darían por bueno un referéndum si gana el SNP con mayoría absoluta, y quienes están del lado de Johnson. Y la fractura alcanza a los conservado­res, parte de los cuales respalda al nuevo líder Douglas Ross (árbitro de fútbol), y parte añora a su predecesor­a, Ruth Davidson, y la presiona para que regrese como salvadora de la Unión.

Suena la campana. Regresen a sus asientos. El último acto del Macbeth de la política escocesa está a punto de comenzar y puede correr la sangre a raudales.

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ANDREW MILLIGAN - PA IMAGES / GETTY Alex Salmond y Nicola Sturgeon en la Conferenci­a de Aberdeen del 2014, cuando todavía eran amigos

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