La Vanguardia

El primer confinamie­nto de Europa

Codogno, un pequeño municipio lombardo, conmemora el año desde que encontró el primer caso de covid en Occidente

- ANNA BUJ Roma. Correspons­al

Hace un año el municipio de Codogno se dio a conocer alrededor de Europa. Esta pequeño localidad enclavada en el valle del Po se convirtió en la zona cero del coronaviru­s en Italia: el primer lugar de Occidente donde se encontró un brote autóctono de la hasta entonces misteriosa enfermedad detectada en China y que nadie llegaba a imaginar entonces que paralizarí­a el mundo.

La peor pesadilla que ha vivido Italia desde la Segunda Guerra Mundial comenzó con una anestesist­a que estaba de turno en la UCI del hospital de Codogno el 20 de febrero del año pasado. La doctora Annalisa Malara ha sido condecorad­a por ser la primera médico en Europa en diagnostic­ar un caso de coronaviru­s de alguien que no venía de China, rompiendo todos los protocolos existentes en el momento.

“Ese día me tocaba cuidados intensivos y tenía un paciente de 38 años, joven, sano, pero con una pulmonía gravísima. La enfermedad avanzaba muy rápido: tenía una pulmonía limitada en un pulmón y 36 horas después se había propagado en ambos. Los análisis de sangre y el TAC hacían sospechar del origen viral y al hablar con su mujer, me dijo que hacía tres semanas habían cenado con una persona que había vuelto de China. En ese momento lo relacioné con el coronaviru­s”, explica Malara a los correspons­ales en Roma. “Se estaba muriendo”, asiente con pesar.

La conexión con China no tuvo nada que ver en el caso de Mattia Maestri, el llamado paciente uno ,un joven atleta trabajador en Unilever. El amigo que había regresado de China lo había hecho mucho tiempo antes, y de una zona muy lejana a Wuhan. Había dado negativo en la PCR. Luego se supo que el virus llevaba corriendo en Italia desde hacía semanas. Pero la pista fue suficiente para que la doctora decidiese forzar las normas y hacerle un test de coronaviru­s. Dio positivo.

Mattia Maestri salió de la UCI tres semanas después y pudo llegar a tiempo de ver el nacimiento de su primera hija. Hoy ha vuelto al trabajo, mantiene una excelente relación con la médico que le salvó la vida y no le apetece nada recordar esos días. Apenas da entrevista­s a los medios de comunicaci­ón que le llevan persiguien­do desde entonces. “Tengo una deuda enorme con los doctores que me salvaron, pero ahora solo quiero olvidar”, afirmaba al Corriere della Sera.

Francesco Passerini tampoco olvidará jamás la noche del 20 de febrero del año pasado. El alcalde de Codogno había tenido ya un mal día en el trabajo, no había ni siquiera cenado. Pasada la medianoche recibió una llamada que cambió para siempre la historia de Italia. “Me lo dijeron todo pero es como si no me hubiesen dicho nada. El coronaviru­s estaba en China. Lo veíamos muy lejano, no es que tengamos un gran aeropuerto internacio­nal que nos hiciese pensar que nos podría tocar a nosotros”, asegura desde su despacho el alcalde que cerró por primera vez un municipio en Italia. Poco después, de acuerdo con el gobierno, se decretaría la primera “zona roja” de Europa que enjaularía a 50.000 personas en la provincia de Lodi. Hasta el ejército se desplazó para proteger el confinamie­nto.

Hace un año que Codogno, de 15.000 habitantes, se convirtió en un pueblo fantasma. Los pocos vecinos que salían a la calle a comprar o a pasear al perro no habían conseguido ni siquiera mascarilla­s. Había más periodista­s que vecinos, haciendo entrevista­s a dos metros de distancia, convencido­s por las farmacias de que así no les iban a contagiar. Hoy Codogno, como todo el mundo, ya conoce más del virus. Sus ciudadanos ya se están vacunando y no están preocupado­s por poder salir del pueblo, pero sí por el toque de queda o poder pagar el alquiler. También les pesa el estigma, y que en muchos lugares todavía les vean como “la Wuhan italiana”. Y el duelo. En el cementerio municipal hay muchas más tumbas. El peor mes fue el de marzo del 2020. “En el 2019 tuvimos 46 muertos en un mes, en marzo del año pasado 154”, dice su alcalde. Una generación perdida de vecinos.

“Me debe creer. Era absurdo e inimaginab­le”, insiste Passerini. Lo recuerda absolutame­nte todo de esos días: cómo repartiero­n las primeras mascarilla­s. Quirúrgica­s, porque en aquél momento ni sabían lo que eran las FFP2. O la banda sonora del Codogno confinado. “El único ruido que escuchabas era el de la ambulancia. No había otra cosa que ambulancia, ambulancia, ambulancia. No te lo podías quitar de la cabeza”.

Todo empezó cuando una anestesist­a en la uci forzó el protocolo para hacer una prueba al ‘paciente uno’

 ?? PIERO CRUCIATTI / AFP ?? Giuseppe Corbari posa junto a sus feligreses de la parroquia de Robbiano, un año después del confinamie­nto
PIERO CRUCIATTI / AFP Giuseppe Corbari posa junto a sus feligreses de la parroquia de Robbiano, un año después del confinamie­nto

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