La Vanguardia

La dificultad del cambio de sede

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Cambiar la sede del PP por otra no es tan fácil. No tanto por la simbología que tiene la de la calle Génova, que todos los españoles identifica­n y todos los simpatizan­tes del PP guardan en su imaginario como señal de triunfo, con las sucesivas salidas al balcón de la planta primera en las noches electorale­s. José María Aznar con Ana Botella en 1996, y Mariano Rajoy con su mujer, Elvira Fernández, saltando de alegría. La última vez, de forma improvisad­a porque nadie creía que fuera a haber algo que celebrar, pero Pablo Casado también pudo disfrutar de un balcón improvisad­o con Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida. La dificultad no radica en eso, sino en que sobre la actual sede del PP pesa aún una hipoteca muy elevada, de unos 12 millones de euros. El PP compró el edificio de siete plantas en la calle Génova,

número 13, en el 2006, por 37 millones de euros, en plena burbuja inmobiliar­ia, por lo que ahora no sería mucho más lo que podría obtener por su venta. Si tiene que amortizar la hipoteca, no le será muy fácil encontrar un nuevo edificio, en venta, por el precio que obtenga de la actual sede. Además, el presidente del PP no quiere cualquier sede. Está decidido a que el edificio que albergue al PP –la intención es que sea a partir del verano– esté en una zona emblemátic­a de Madrid, y que no quede lejos del Congreso de los Diputados, para mantener al PP donde le correspond­e, aunque no tenga el pedigrí de Génova. Por eso, y dado que el anuncio se hizo sin haber pensado aún, ni de lejos, en la solución al cambio, el partido tendrá que explorar también la posibilida­d del alquiler, tanto de la actual sede como de la nueva.

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