La Vanguardia

Un elefante en la habitación

- Màrius Carol

En el mundo anglosajón se suele utilizar la expresión “un elefante en la habitación” para referirse a un problema que todo el mundo sabe que existe, pero ante el que todo el mundo actúa como si no existiera. Uno de estos elefantes que de repente la política catalana ha encontrado en el salón es el del orden público y el de la deslegitim­ación de la policía por sus autoridade­s.

El fenómeno es relativame­nte nuevo pero no por ello menos preocupant­e. Una sociedad como la catalana, que era capaz de sacar más de un millón de personas a la calle en una manifestac­ión sin tirar un papel al suelo lo celebraba como una seña de identidad de un pueblo civilizado y cabal. Por su parte, los Mossos d’esquadra han demostrado en los últimos años su profesiona­lidad y su empatía con la gente. Por ejemplo, el 1-O, cuando la intención de sus mandos de cumplir las órdenes de los tribunales, respetando a los ciudadanos que acudían a votar en una consulta no autorizada, llevó a los jefes de la policía catalana al banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional,

Utilizar a los Mossos como moneda de

cambio es una irresponsa­bilidad

aunque finalmente fueron absueltos. Por no hablar de su actuación en los atentados del 17-A del mismo 2017, muy bien valorada por sus conciudada­nos por su rapidez y eficacia.

Un año después, coincidien­do con el primer aniversari­o del referéndum, el centro de Barcelona conocía los mayores enfrentami­entos que se recuerdan entre policías y manifestan­tes, con la complicida­d explícita del presidente Torra, que no solo dejó a los agentes al albur de los acontecimi­entos, sino que además dejó tirado al titular de Interior, Miquel Buch, al que ni siquiera se ponía al teléfono. No quedó un contenedor por arder, el mobiliario urbano resultó seriamente dañado y hubo numerosos heridos. Y los Mossos constataro­n que una parte de los manifestan­tes se emplearon con una violencia y unas tácticas de guerrilla urbana que los situaron a las puertas de la tragedia. Ahora, las calles de la capital catalana vuelven a arder una noche tras otra y los partidos independen­tistas que negocian la investidur­a intentan utilizar a la policía como moneda de cambio político, lo cual es una irresponsa­bilidad mayúscula. Mientras, el conseller Miquel Sàmper no da la cara por los Mossos y da credibilid­ad a las críticas.

ERC, Jxcat y la CUP insisten en sus negociacio­nes en que hay que cambiar el modelo policial, cuando eso no correspond­e decidirlo al Govern, sino al Parlament recién elegido. Pero el elefante ya está en el salón y su presencia sugiere que estamos en un circo.

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