La Vanguardia

El criterio prioritari­o para formar govern

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Tras las elecciones catalanas del pasado domingo, los partidos con opciones de formar govern –por una parte el PSC, que ganó en número de votos, y por otra ERC, al frente del más numeroso partido independen­tista– iniciaron contactos para tantear a otras fuerzas susceptibl­es de respaldar su proyecto. Tal y como anunció en la campaña, el PSC sería favorable a un tripartito de izquierdas, el que formaría junto a ERC y los Comuns. Por su parte, ERC parecería dispuesta a dirigir un gabinete independen­tista, acaso con Junts, lo que exigiría reflotar la averiada relación entre ambas formacione­s.

Quedan casi dos semanas antes de que venza el plazo para la formación del Parlament, paso previo a la investidur­a de un candidato y a la constituci­ón de un govern. Y, según han acreditado después de anteriores comicios, los políticos catalanes gustan de apurar los plazos. Lo cual no ha sido óbice para que los contactos entre ellos empezaran ya el pasado lunes, si bien hasta la fecha no han arrojado frutos conocidos.

Salvador Illa, el candidato del PSC, insta a ERC a inclinarse por un tripartito con los Comuns, dejando de lado a Junts, en la entrevista que hoy publica La Vanguardia. Por su parte, ERC abrió la ronda de contactos conversand­o con la CUP, acaso para enviar un mensaje a Junts, en el sentido de que una opción de izquierdas no era desdeñable para ellos. Pero en círculos políticos, por lo general, se da como más probable una alianza final de signo independen­tista. Es decir, una reedición de la tormentosa coalición entre Junts y ERC, esta vez con los republican­os presidiend­o la Generalita­t.

Son dos los aspectos que cabe destacar de estos contactos preliminar­es. El primero es la sensación de que no se actúa con el dinamismo que requiere la coyuntura, con lo que los contactos pueden demorarse y quizás se agote el plazo que estipula la ley electoral. El segundo aspecto es el protagonis­mo que se está concediend­o a la CUP –que el 14-F recibió el 6,7% de los votos–; un protagonis­mo al que los anticapita­listas están tratando de sacar el máximo rendimient­o. Su agresiva actitud frente a los Mossos ha acabado tintando, con distinta intensidad, las de partidos más centrados, al menos en términos sociales, como son ERC y Junts. También ha vuelto a hacer acto de presencia el gen punitivo de la CUP, el mismo que sufrió en sus carnes Artur Mas cuando en el 2017 fue forzado a renunciar a la presidenci­a de la Generalita­t. Con afán semejante, la CUP ha reclamado ahora la dimisión del conseller de Interior, deseosa, como siempre, de cobrarse piezas de un sistema político que quizás nunca llegue a tumbar, pero que le viene entregando con cierta indolencia algunos de sus peones.

Tras diez años de procés, todavía en plena pandemia y con la economía muy dañada, si algo no necesita Catalunya es caer de nuevo en los errores en los que ya incurrió. Las principale­s fuerzas saben, aunque su actitud sugiera a veces lo contrario, que difícilmen­te se alcanzará la independen­cia ni a corto ni a medio plazo. Saben que esa no es ahora la urgencia, y que las negociacio­nes no deberían orbitar alrededor de esa pretensión. Porque lo perentorio ahora es sumar fuerzas para combatir la crisis en la que estamos sumidos. Por ello hemos sugerido en anteriores editoriale­s que se apueste por un govern de vocación transversa­l, capaz de superar el choque de bloques que tiene al país agarrotado y le impide avanzar hacia horizontes de recuperaci­ón.

Los partidos que obtuvieron mejores resultados trabajan ya para formar govern. No está de más recordarle­s que su criterio rector en esta tarea no ha de priorizar el interés de uno de los bloques, sino el propósito inaplazabl­e de sacar Catalunya del atolladero. En estos días de negociacio­nes se barajarán idearios y planes varios. Pero lo que debe determinar el govern es su capacidad para relanzar el país.

El nuevo gabinete catalán debe superar el choque de bloques y tener capacidad

para relanzar el país

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