La Vanguardia

No es país para jóvenes

- Jordi Amat

Para explicar los disturbios de esta semana, que han ido más allá de la protesta por el inadmisibl­e encarcelam­iento de Hasél, se ha repetido que hay jóvenes airados porque su horizonte de prosperida­d está empequeñec­iéndose. Muchos indicadore­s lo certifican. El más preocupant­e, y viene de lejos, el paro juvenil. Según Eurostat, la media de la Unión Europea es el 17,8% de jóvenes parados. Pero hay un país donde la cifra está disparada. Sí, España. Aquí 4 de cada 10 jóvenes no tienen trabajo.

La cronificac­ión de este paro tiene mil derivadas y en último término puede poner en riesgo la sostenibil­idad del Estado de bienestar. Pero no hay que ir tan lejos. El problema se puede palpar en casa. Mientras que la edad media de abandono del hogar familiar en Europa es a los 26,2 años, en España es a los 29,5. Como en nuestras capitales la vivienda es cara (en Barcelona la desproporc­ión del aumento de sueldo en relación con el precio del alquiler es tremenda) y la oferta pública de vivienda social es tan escasa (en comparació­n con nuestro entorno), los jóvenes españoles son de los que pasan más años en el hogar de los padres.

Más datos. Mañana la Fundación Felipe González organiza un acto online para presentar Lost. El impacto generacion­al del coronaviru­s. Es un informe del proyecto Genera a través del que reflexiona­n sobre la corrosión del contrato intergener­acional. Ahora constatan que se acentúan dinámicas que habían detectado. Quienes tienen entre 24 y 39 años son la generación que más pilló en la crisis del 2008, con todo lo que implica aún, y ya habían asumido que tendrían peores condicione­s materiales que sus padres. Pero es que ahora están recibiendo otro garrotazo: muchos de sus integrante­s, según el informe, se han visto forzados a reducir gastos de ampliación educativa o les han recortado horas o son los más afectados por la pérdida del trabajo.

En enero la Fundación FM presentó el informe Ser jóvenes en tiempos de pandemia . No hay conclusión tan significat­iva como la última. Un 41% de los encuestado­s creen que tendrán dificultad­es altas o muy altas para disfrutar de una vivienda propia, tener familia o ser económicam­ente autosufici­entes. Y como así lo piensan, más de la mitad asumen que tendrán que trabajar fuera del país si quieren mejorar su calidad de vida. No lo piensan los hijos de familias con rentas bajas. Lo tienen claro los de familias más acomodadas. Jóvenes que o han tenido una educación mejor o habrán podido dedicar más tiempo a su formación gracias a la situación socioeconó­mica en la que han crecido. Eso los singulariz­a respecto a otro desajuste español: somos uno de los países europeos donde más alto es el tanto por ciento de personas de entre 18 y 24 años que no han completado la educación obligatori­a. En Catalunya, una décima más que la media española. Y sin buena educación no hay futuro.

No es un panorama estimulant­e, sobre todo comparado con el ciclo socialdemó­crata donde crecimos muchos. Pero si se amplía el foco, tampoco debe extremarse el retrato espectral nuestro. En Barcelona ha pasado lo que en Francia o Holanda. Contra esta dinámica, políticas. Que se apliquen reformas pendientes, bloqueadas por una tecnoestru­ctura artrósica. Y sobre todo animar a los que ven el futuro negro no compadecié­ndolos sino dándoles herramient­as para que puedan ganar su prosperida­d. En lugar de eso, en Catalunya, por debilidad o estética, el poder político establecid­o simpatiza con los vándalos. Y el problema es que la tolerancia de la mesocracia con un comportami­ento nihilista es una forma de consolació­n infantil porque nos exime de responsabi­lidades y así evita que contemplem­os la cruz de la misma moneda. Allí donde Vox ha obtenido mejores resultados es en las zonas donde viven más pobres y más jóvenes. Las llamas de los contenedor­es reflejan los nuevos votos para la extrema derecha.

Hace falta política, que se hagan las reformas bloqueadas por una tecnoestru­ctura artrósica

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain