La Vanguardia

Teorías del malestar

- Francesc-marc Álvaro

Después de un tuit en que condenaba los ataques a El

Periódico y la comisaría de los Mossos de Vic, donde afirmo que el vandalismo no tiene nada que ver con la noble defensa de la libertad de expresión, alguien me replica que no tengo en cuenta “el malestar de los jóvenes” que inspira estas acciones. Estos interlocut­ores no se refieren a la prisión para Pablo Hasél, sino a una realidad oculta que, se supone, la detención del rapero ha hecho aflorar. Si eso solo circulara en Twitter, no haría caso. Pero estos pseudoargu­mentos están en todas partes: los medios, conversaci­ones, discursos políticos.

Cuando alguien te dice “no hables del comportami­ento de estos manifestan­tes” porque “hay algo más importante detrás”, lo que hace de modo oblicuo es relativiza­r cínicament­e la violencia que practican y, por lo tanto, la está justifican­do. Lisa y llanamente. La justificac­ión se ampara en sintagmas como “la crisis y la pandemia han dejado a los jóvenes sin futuro y la rabia debe salir por algún lugar”. En general, quien emite esta prédica no explica nunca el mecanismo que convierte el sentimient­o de frustració­n en voluntad de quemarlo todo. El paso a la guerrilla urbana se da por entendido, sin más, y así se recubre de un cierto romanticis­mo tácito un enorme ángulo muerto argumental. Estamos ante una gran falacia que parte de un hecho innegable y grave, por eso muchos se la tragan: los jóvenes de hoy tienen las cosas muy difíciles, sin duda. Pero esta premisa no conduce forzosamen­te a la conclusión de que las cosas solo cambian en una sociedad democrátic­a si se montan barricadas. Los que lo repiten pretenden fijar un marco mental indiscutib­le, que expulse al discrepant­e. Hay dirigentes políticos que lo asumen para no ser impopulare­s, y no tener que pensar. El malestar es muy profundo y tiene causas concretas. Para los jóvenes, los viejos y los del medio. Además, el malestar no tiene un único color y sale como puede, también en el voto a opciones extremas. Pero el malestar no nos da carta blanca para reventarlo todo. Pensemos en ello: ¿por qué tu malestar te da más derecho a prender fuego a la calle que a tu vecino, que también lo pasa mal?

El paso a la guerrilla urbana se da por entendido,

sin más

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