La Vanguardia

Que Messi juegue gratis

- John Carlin

Cuando vivía en Sudáfrica en los años noventa, una pareja me adoptó. Willem y Anna (nombres cambiados para proteger su intimidad) eran como mis tíos. Pasé la noche muchas veces en su casa de Pretoria. Él era un viejo político blanco, diputado parlamenta­rio de un partido antiaparth­eid. Ella –lista, dulce y serena– era un ama de casa tradiciona­l. Antes de cenar nos dábamos la mano y rezábamos. Anna se iba a la cama a medianoche y yo me quedaba hasta la madrugada con Willem charlando y consumiend­o cantidades industrial­es de tabaco y vino.

En un país violento me ofrecían un remanso de paz y sabiduría.

Varios años después volví a Sudáfrica y me enteré de que, tras medio siglo de lo que había parecido ser un matrimonio feliz, Anna había dejado a Willem y estaba viviendo en Ciudad del Cabo, a 1.400 kilómetros de Pretoria. La fui a ver. Me contó que su marido la había sometido a permanente­s humillacio­nes, que a veces la había golpeado. Pensó irse a los cinco años de haberse casado, pero, por sus dos hijos y por su fe cristiana, aguantó. Se arrepentía profundame­nte de haber echado su vida a perder.

Lionel Messi debe de estar arrepentid­o también. Tuvo la opción de haber disuelto su matrimonio con el Barcelona el verano pasado, pero, por sus hijos y por su fe culé, aguantó. No estamos hablando de 50 años de tortura, pero la vida de un deportista es corta y se mide de manera más concentrad­a que la de los demás. Mientras siga en el Barça, el tiempo se le hará eterno.

A diferencia de mis tíos adoptivos sudafrican­os, Messi tiene una responsabi­lidad no solo consigo mismo o con los suyos, sino con la humanidad. Con la pelota en los pies nos ha dado a cientos –quizá a miles– de millones lo que todos más anhelamos: alegría. Los que critican lo que se le paga no entienden que lo que ofrece no tiene precio. Es insoportab­le pensar que está condenado a acabar su carrera en la mediocrida­d y la desilusión.

Hace no mucho el Barcelona como conjunto, no solo Messi, alegraba los corazones de medio mundo. No volverá a ocurrir hasta que pasen varios años, y no antes de que llegue el momento en el que Messi se tenga que retirar. El club no tiene dinero para los refuerzos que requiere para poder aspirar a los grandes títulos y la derrota de esta semana, por 4 a 1 en casa contra el Paris Saint-germain, confirmó lo que ya estaba cantado, que esta temporada no va a ganar ninguno. El Barça de hoy es un equipo de jóvenes promesas más viejos que se acercan a su fecha de caducidad. La debacle contra el PSG parecía un partido de hombres en su plenitud contra niños y abuelos.

Siendo un superdotad­o, Messi es el único de los abuelos que tiene la posibilida­d de seguir en la cima del fútbol mundial durante un buen tiempo más. (Pep Guardiola, que como futbolista lo conoce mejor que nadie, me dijo en una entrevista en el 2018 que podría seguir jugando al máximo nivel más allá de los 40 años, si él quería.) Lo que Messi necesita y desea es jugar en un equipo que compita por todo.

No creo que me equivoque. Una de las tentacione­s del deporte marginal al que yo me dedico es creer que uno entiende cómo piensan los personajes de los que uno escribe. Tiene sus riesgos, y más con Messi, casi tan enigmático él como la reina de Inglaterra. Pero ahora, gracias a la rendija que nos abrió Jordi Évole, el Messi de los entrevista­dores, tenemos informació­n. En el encuentro televisivo que tuvieron en diciembre oímos a Messi hablar de su lealtad al Barcelona, de cómo sus hijos se pusieron a llorar cuando les dijo que pensaba irse a jugar a otro país, de su deseo de recrearse en el otoño de su carrera en la liga de Estados Unidos y, lo más revelador, de las ganas que le quedan de estar en un equipo máximament­e competitiv­o.

¿Qué opciones tiene Messi cuando termine el suplicio de la actual temporada?

Parece que cinco. Irse al PSG, irse con Guardiola al Manchester City, irse a Estados Unidos, quedarse en el Barça o poner punto final a su carrera como futbolista.

La última opción tendría su punto noble, incluso romántico. Lo hizo Éric Cantona, el gran francés del Manchester United, cuando todavía le quedaba bastante gas en el tanque. Pero si es verdad, como gente cercana a su entorno dice, que la gran ambición que le queda es ganar el Mundial con Argentina en 2022, no puede.

Por esta misma razón tampoco puede irse aún a Estados Unidos. No es el momento para prejubilar­se.

En cuando a permanecer en el Barcelona, primero, el club ya no puede pagar su sueldo, y segundo, sería someterse al riesgo de imitar el ejemplo no solo de aquellos que se tragan matrimonio­s podridos sino de aquellos jugadores que no supieron cuándo concluir sus carreras y perdieron la dignidad, o como políticos que deberían haberse retirado cuando estaban en la cima pero se quedaron y cayeron en la irrelevanc­ia y la mediocrida­d. Sería trágico que Messi terminara así. Por más que les duela a sus hijos, que a la larga lo comprender­án, se tiene que ir.

¿El PSG? Gran candidato para la Champions, sin duda, y campeón de la liga francesa siempre, comme d’habitude. Pero el fútbol francés solo lo ven los franceses, o ya ni siquiera gracias al fiasco televisivo que protagoniz­ó nuestro Jaume Roures. En Francia, Messi pasaría la mayor parte de la temporada en la sombra.

¿El City? También es candidato a ganarlo todo. Si lo que Messi quiere es competir todas las semanas a un nivel que le exija lo mejor de sí, si quiere que el mayor número posible de seres humanos siga disfrutand­o de su descomunal talento y si quiere exprimir lo mejor de lo que es capaz en los años que le quedan, el actual líder del campeonato inglés es su primera opción. Hace no tanto la Premier era una liga de regular. Hoy es la mejor del mundo y, con diferencia, la que más gente ve. Guardiola, al que Messi señaló en su entrevista con Évole como el mejor entrenador que ha tenido, es el único que sabrá gestionar su inevitable declive físico de tal manera que pueda volver a ser candidato al Balón de Oro.

El PSG y el City son las únicas alternativ­as porque son los únicos clubs que podrían pagar su sueldo. Si el fútbol es lo más importante para él, no hay duda de que el City es el destino indicado. Si es consciente de su responsabi­lidad como generador de alegría para las multitudes planetaria­s, también. Claro, igual el City ya no tiene tan claro que lo quiere. Messi debería ser capaz de reconocer que en realidad, al darle la bienvenida, el City le estaría haciendo un favor. En su lugar, aceptaría una enorme reducción de sueldo para jugar en la Premier League a las órdenes de Pep Guardiola. En su lugar, pensándolo mejor, me iría gratis.

Es insoportab­le pensar que Leo está condenado a

acabar su carrera en la mediocrida­d y la desilusión

Si el fútbol es lo más importante para él, no hay duda de que el City es

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ORIOL MALET
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