La Vanguardia

“Mirábamos a los viajeros y ya lo teníamos aquí. Nos pilló el toro”

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Un año después, la epidemia empieza a devolver algo de seguridad a los usuarios. “La gente está ganando confianza”, se anima Miquel Sánchez, director de urgencias del Clínic. Pero han caído un 25% las urgencias, en todas las patologías. Y los pacientes que han llegado este año, al margen de la covid, son mucho más graves. “Vienen mucho más tarde, con infartos más evoluciona­dos, con sospechas de leucemia con hemorragia­s mucho más graves, nada de sangrados al cepillarse”.

En febrero del año pasado, urgencias tenía el foco puesto en los viajeros. El coronaviru­s estaba en China y empezaba en Italia. Y, de hecho, todos los que viajaron por zonas de riesgo pasaron por allí, muchos muertos de miedo, a hacerse una PCR. “Teníamos el foco puesto en ellos sin darnos cuenta de que estábamos viendo gripes que evoluciona­ban de formas muy graves, neumonías bilaterale­s en exceso. Lo teníamos aquí y mirábamos a lo de fuera. Nos pilló el toro”, explica Miquel Sánchez.

Cuando realmente fueron consciente­s de la situación, replantear­on toda la actividad. “Urgencias tomó la decisión de que todo lo que entraba era covid hasta que se demostrara lo contario”. Muchas reuniones, muchas discusione­s sobre el tipo de equipo de protección personal que debían usar, cambios en los protocolos. “Ahora hemos aprendido toque dos, pero el inicio de la epidemia fue un periodo de angustia, de crisis de ansiedad y muchas discusione­s. Hubo mucha reflexión conjunta. Teníamos que hacerles ver que estábamos haciendo lo correcto. Pero a veces nos íbamos el viernes sin saber si habría material de protección para el fin de semana”.

Cada paciente suponía un gran esfuerzo de vestirse, desvestirs­e, “un consumo enorme de recursos y tiempo de profesiona­les y un cansancio tremendo”, sintetiza. “Nos impusimos la máxima precaución para los pacientes y para nosotros. Valió la pena”.

De ese sobreesfue­rzo brotó “un gran coraje”. Es lo que más recuerda de esa primera ola. “Nunca había visto nada semejante, y llevo toda la vida en urgencias. Creo que fue durante la tercera semana de marzo. Un jueves en el mundo se caía, había enfermos en cada pasillo, en el suelo... Estábamos todos pasando por algo en lo que no teníamos experienci­a alguna. Las cosas empezaron a hacerse razonablem­ente bien desde que fuimos consciente­s, pero fue realmente un error pensar que el virus se comportarí­a distinto con nosotros”.

Lo mejor de este año, sin duda, es ese coraje demostrado por todos en las semanas más difíciles y llenas de incertidum­bre. Largas semanas. Lo peor, también sin duda, porque les ha dejado a todos muy tocados día tras día, la soledad de sus pacientes, la imposibili­dad de ver a los suyos. “En cuanto entraban, sabían que no volverían a ver a su familia hasta que dejaran el hospital”. Y podía ser mucho tiempo.

Algunas de las medidas puestas en marcha con la epidemia se quedarán, “como que el tiempo profesiona­l dedicado a cada enfermo será cada vez mayor”, señala Sánchez.

“Y tendremos que seguir así hasta que no alcancemos la inmunidad. Y aun así, veremos”, advierte desde ese mirador crudo que es un servicio de urgencias. El ritmo de nuevos casos desciende, ahora apenas llegan 20 o 25 nuevos casos cada día ,y se quedan hospitaliz­ados entre 5 y 10. “Veremos”, insiste, “qué ritmo alcanzamos, qué prevalenci­a de casos nuevos. Difícil volver a lo de antes”. /

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ANA JIMÉNEZ

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