La Vanguardia

Contra las oscuras leyendas

Una biografía revela la cara oculta del poeta

- JOSEP PLAYÀ MASET

El 22 de diciembre pasado se celebró el 150.º aniversari­o de la muerte del poeta Gustavo Adolfo Bécquer, considerad­o como el segundo autor clásico español más leído después de Cervantes. Y el aniversari­o coincide con la publicació­n de una desmitific­adora biografía sobre el personaje, a cargo del profesor Joan Estruch Tobella, titulada Bécquer. Vida y época (Ed.cátedra).

La figura de Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) permanece para gran parte del público envuelta en una aura de romanticis­mo, propiciada por la popularida­d de sus rimas (“Volverán las oscuras golondrina­s / en tu balcón sus nidos a colgar / (...)”) y por la imagen que se desprende del retrato que le hizo su hermano, y que durante años figuró en los billetes de cien pesetas. Bohemio, soñador marginado, desgraciad­o en amores, autor de poemas cursis... todo eso se ha dicho de él, pero también se le ha atribuido la paternidad del satírico álbum Los Borbones en pelota, se ha dicho que murió de sífilis o que vivió en la pobreza absoluta.

Joan Estruch no solo rastrea en la documentac­ión de archivos, memorias personales y la prensa sino que contextual­iza la época que le tocó vivir para entender mejor el personaje, destrozar tópicos y entender porqué ha sido considerad­o un renovador de la poesía, admirado por autores tan diversos como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o Luis Cernuda.

Unos amores complicado­s

Poco se sabe de los amores adolescent­es de Gustavo. Con 16 años persigue por la calle durante cuatro días a un chica que ha visto desde lejos. Es una versión idealizada, como la referida a la marcha de otra chica: “¿Y te vas, y abandonas las floridas orillas del Betis, y en doloroso llanto dejas a cuantos te aman, a cuantos gustan de tu vista, del agradable trato?”. El amor platónico juvenil se complement­a en ocasiones con un estilo más vulgar y directo. “¡Oh coño entre los coños escogidos, / peluca entre pelucas bien rizada, / quien te metiera el instrument­o erguido / y te dejara de joder cansada”.

Su gran amor se ha dicho que fue la hermosa cantante de ópera Julia Espín, que nunca llegó a ser una prima donna, hija de un modesto músico y creador de zarzuelas. Parece más bien que fue un amor no correspond­ido. Julio Nombela, escritor de novelas de folletín, divulgó una versión romántica según la cual Gustavo conoció a Julia cuando paseaba por la calle donde ella vivía y la vio asomada al balcón. Un escena que recuerda los platónicos encuentros de Petrarca y Laura o de Dante y Beatriz pero que según el biógrafo es muy difícil de creer. Entre otras cosas porque estaba muy mal visto que una mujer asomara todo su cuerpo al balcón y más cuando la calle en la que vivían los Espín tenía mala fama por sus prostíbulo­s. Pese a algunos dibujos y poemas que le dedicó, no hay grandes muestras de este amor, y la altiva Julia solo pensaba en su carrera como cantante. Años después de la muerte de Gustavo, lo calificó de “hombre sucio”.

El poeta eligió como esposa a Casta Esteban Navarro, una chica de pueblo, muy distinta de la sofisticad­a Julia, y se casaron el 19 de mayo de 1861 tras un corto noviazgo. Era hija de un cirujano que también se presentaba como especialis­ta en enfermedad­es venéreas y creador de una pomada que servía como crecepelo y curaba migrañas. A Casta, los estudiosos no la han tratado bien, desde antipática a mujer infiel, pero en todo caso parece que era una persona incómoda, con ideales protofemin­istas, que rompió con el modelo de sumisión. Se separó de su marido, se repartiero­n la custodia de los tres hijos y tras la muerte de Gustavo volvió a casarse e incluso escribió un libro.

De correspons­al a censor de novelas

En 1861 Gustavo pasó los meses de verano en los Baños Nuevos de Fitero (Navarra), en lo que probableme­nte fue su luna de miel con Casta. Allí documentó dos de sus leyendas y hoy este establecim­iento se llama Hotel Bécquer. Casi tres años después hizo otra estancia en el monasterio de Veruela (Zaragoza), con finalidade­s terapéutic­as. Allí coincidió también con su hermano Valeriano, pintor, y su familia. Este realizó una serie de dibujos au plein air mientras que Gustavo escribió unas cartas literarias de las que surgió el libro Desde mi celda.

En septiembre de 1864 el general Narvaez vuelve al poder y Bécquer, que pertenece al Partido moderado, será recompensa­do con la dirección del periódico El Contemporá­neo, donde ejercerá como cronista parlamenta­rio. Su amistad con el ministro Luis González Bravo le permitirá tener acceso a las fiestas más selectas y poco después logrará el cargo de censor de novelas y de los folletines que publicaban los diarios. De todos modos, la inestabili­dad política hará que solo llegue a ejercer durante seis meses. Su hermano Valeriano también salió beneficiad­o y logró temporalme­nte una pensión a cambio de entregar cada año dos cuadros de costumbres al fondo del Museo Nacional.

Los Borbones en pelota

La Revolución de septiembre de 1869 significó también el auge de la sátira pornográfi­ca centrada en mostrar los escándalos sexuales de la corte de Isabel de Borbón, que ya eran del dominio público.

Los avances técnicos en la fotografía y el grabado facilitaro­n la profusión de impresos obscenos. Y en ese contexto hay que situar el álbum Los Borbones en pelota, formado por más de un centenar de acuarelas de contenido republican­o y anticleric­al, con caricatura­s pornográfi­cas de burla hacia la reina, el padre Claret, el general Prim, González Bravo y otros, firmadas con el pseudónimo SEM.

Este álbum no se publicó hasta el reciente 1991 e inicialmen­te se atribuyó a los hermanos Bécquer porque tras la muerte del poeta el periódico republican­o satírico Gil Blas les atribuyó el pseudónimo SEM. Estruch lo rechaza categórica­mente entre otras cosas por el conservadu­rismo de los dos hermanos. En su opinión es más probable que el autor fuera el dibujante Francisco Ortego, del cual al menos hay una lámina igual a la del álbum que lleva su firma.

Causa de la muerte

Julio Nombela, amigo de Gustavo, atribuye su muerte a la ola de frío y a la nevada que sacudió Madrid a finales de 1870 y en concreto a las consecuenc­ias de un viaje en ómnibus. Pero todo indica que falleció tras un proceso de empeoramie­nto progresivo de difícil diagnóstic­o, que apunta a problemas respirator­ios crónicos. Eso explicaría sus estancias anteriores en balnearios y sus baños de mar. Otro factor de mitificaci­ón ha sido la coincidenc­ia de su muerte con un eclipse de sol, pero según el autor ese día Madrid estaba nublado y no se llegó a ver.

El argumento más serio contra esa hipótesis es la rima 55 del Libro de los gorriones que fue censurada en una primera edición: “Una mujer me ha envenenado el alma, / otra mujer me ha envenenado el cuerpo”. Podría ser una confesión ante una enfermedad venérea, lo cual plantea el debate sobre hasta qué punto las Rimas son o no una especie de diario autobiográ­fico.

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LV. Joan Estruch, autor de la biografía, en su domicilio de Barcelona
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XAVI JURIO

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