Marte como modelo de ciudad
Dar con una fórmula de éxito, renovarla y mantenerla vigente durante años tiene mérito. El CCCB viaja ahora a Marte para reafirmar una apuesta que combina ciencia, arte, discurso crítico... y sentido del espectáculo
Un debate recurrente en Barcelona es el efecto que pueden tener en su frágil ecosistema cultural novedades como la llegada de franquicias museísticas, la compra de exposiciones montadas por empresas externas o, quién sabe si en un futuro cercano, la posibilidad de que se abra una sede barcelonesa del Museo del Prado. Son debates necesarios y estimulantes, propios de una ciudad en constante proceso de autoafirmación. Pero pocas veces se valora el efecto inverso: la capacidad de exportar manifestaciones culturales de éxito.
El Centre de Cultura Contemporània (CCCB) ha cumplido desde su creación con ese papel de embajador de la creatividad local. Al principio, gracias a su mismo modelo de institución cultural, replicado en otras ciudades. Y, después, con su oferta expositiva, que también ha se ha proyectado más allá de Barcelona.
Primero fueron las exposiciones sobre la construcción urbana y la serie sobre escritores y ciudades: El Dublín de Joyce, Las Lisboas de Pessoa, La ciudad de K. Kafka y Praga o Borges y Buenos Aires. Después de otras muestras de éxito, la serie que el centro, de la mano de su actual directora,
Judit Carrera, está programando en colaboración con los polos de excelencia científica de la ciudad y de su entorno metropolitano.
La próxima entrega es la exposición Marte. El espejo rojo, comisariada por Juan Insua, que abre sus puertas el 25 de este mes coincidiendo con un momento álgido de la exploración marciana. Esta exposición reúne ingredientes que permiten extrapolarla como un modelo de manifestación artística muy adecuado para el momento que vive ahora la ciudad.
Como el CCCB, otras instituciones culturales barcelonesas están programando hoy buenas exposiciones de formato modesto. Las limitaciones impuestas por la pandemia han obligado a agudizar el ingenio, mientras que la expectativa de un inicio gradual de la actividad durante los próximos meses ha animado a los programadores a desempolvar proyectos de más envergadura.
Pero subrayar la apuesta del CCCB viene al caso porque este centro se ha situado en primer lugar del ranking catalán de las mejores propuestas culturales de 2020, en el estudio La cultura en España que elabora la Fundación Contemporánea / La Fábrica.
Este estudio se basa en una encuesta en la que han participado 472 creadores de todos los campos, gestores de instituciones culturales, profesionales, responsables de industrias de la cultura y representantes de este área en todos los niveles de la administración.
Del CCCB se ha destacado sobre todo la exposición de William Kentridge, que cierra hoy sus puertas. La institución barcelonesa se sitúa en el undécimo lugar de la clasificación española, precedida por el Museo del Prado, el Centro Reina Sofía, el festival Zinemaldia, el Teatro Real, el Museo Thyssen-bornemisza, el Museo Guggenheim, Photoespaña, los centros Caixaforum, el Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Festival de Teatro Clásico de Almagro.
En Catalunya le siguen el festival Temporada Alta de Girona-salt, el Cruïlla, el Grec, el Liceu, el Macba, el Teatre Lliure, el Sónar y los Caixaforum.
Las clasificaciones de este año, obviamente, se han visto condicionadas por la pandemia, que ha alterado todas las programaciones y que ha castigado a algunas apuestas culturales más que a otras. Puede ser también que las propuestas de Madrid se hayan visto primadas por el hecho de que esta ciudad haya sido una de las capitales mundiales que menos restricciones ha impuesto en la lucha contra la Covid.
En cualquier caso, según se desprende de esta encuesta, la opinión de la gente del propio sector refrenda las apuestas que combinan el riesgo con la apertura a los públicos menos habituales. Ausentes los turistas, es vital establecer nuevos vínculos con la población residente, ofrecer diferentes niveles de lectura y conseguir que algunas propuestas con sentido comercial sirvan para atraer público a otras en principio más minoritarias.
La recuperación puede ser más o menos rápida, pero muy poca gente aún con vida ha conocido un panorama económico y social tan siniestro como el que se irá configurando cuando remita la pandemia. Las instituciones, las empresas y los eventos culturales, que suelen habitar en el centro de las ciudades, tendrán que sobrevivir en entornos muy degradados: necesitarán más que nunca la complicidad de la sociedad que los acoge. A cambio, podrán propagar el poder regenerador de la cultura.