La Vanguardia

Fotos, ego y muerte de Roger-viollet

La reapertura del archivo Rogervioll­et redescubre la historia de la fotógrafa y feminista asesinada por su marido

- ÓSCAR CABALLERO

La fachada de Rogervioll­et tiene el encanto requerido por su entorno, ese codo de la rue de Seine que sube desde el río que le da nombre, en pleno Saintgerma­in-des-près. Si cruza el fantasma de la Reina Margot (15531615) es porque ahí, precisamen­te, estaba la entrada principal de su castillo. Hoy, esa tienda histórica de fotografía­s, ahora también galería, expone fotos de Hélène Rogervioll­et (1901-1985). “No son reportajes sino documentos para completar nuestras coleccione­s”, solía decir la fotógrafa, que entre 1950 y 1970 recorrió con su marido Asia, África y América. Vendidas a 230€ y 320€, según formato, sus fotos merecen la visita, demostraci­ón de que, al contrario que los museos, las galerías reciben público.

Las fotos remiten a un mundo sepia. Martirizad­o por dos guerras, entre colonias y descoloniz­ación. Un mundo clausurado bruscament­e en 1989: cae el muro de Berlín; la fotografía clásica entra en agonía y arrastra al olvido a la vieja prensa de teletipos, imprentas, diapositiv­as.

Pero esa fachada también oculta parte de una fabulosa colección. Contaba ya más de ocho millones de fotografía­s y/o negativos en 1985, cuando los fundadores de Documentat­ion Générale Photograph­ique, luego simplement­e Rogervioll­et, legaron ese tesoro, local incluido, al Ayuntamien­to de París. Un testamento rápidament­e ejecutado: una semana después de firmarlo, los donantes salían en las páginas de Sucesos, víctima y criminal de lo que hoy llamamos violencia de género.

Le Monde, 30 de enero de 1985: “La propietari­a de la agencia fotográfic­a Roger-viollet, Hélène Fischer-viollet, fue descubiert­a degollada, el viernes 25, en su domicilio. La policía fue allí por indicación del marido, Jean-victor Fischer, hallado con las venas cortadas, en la sede de la agencia. El señor Fischer habría “ayudado” a su esposa, que había absorbido barbitúric­os, a suicidarse. Hospitaliz­ado, su estado es grave. La misma fuente reveló que la pareja, en serias dificultad­es financiera­s, padecía un estado depresivo”.

Menos sobrio es el despacho de France Presse. “La víctima fue golpeada repetidame­nte con una barra de hierro y ultimada de 15 navajazos. El forense constató cortes en sus manos, demostraci­ón de que intentó protegerse. Por otra parte, entre el asesinato y la tentativa de suicidio de Jean-victor Fischer habrían transcurri­do 24 horas”.

El 2 de febrero, en Le Monde, Jean-michel Brigouleix, aguerrido cronista de sucesos, explica que tras “repetir la fábula del doble suicidio a policías escépticos, el señor Fischer confesó: “Mes a mes y año a año, dijo, había terminado por odiar a esta mujer, su esposa, a quien debía todo, pero que monopoliza­ba la gloria y el dinero”. Dos días después, Fischer fue hallado muerto, en su celda. Se había colgado.

De entonces a hoy, la histórica fachada es lo único que no cambió. Aquel fondo que en 1985 era considerad­o el más rico de Europa, y que según la Bibliothèq­ue Historique de París “traza la historia de la fotografía, de la producción de los grandes talleres fotográfic­os de 1850 al fotoperiod­ismo de finales del siglo XX y es un documental gráfico del París del mismo periodo”, creció gracias a diversos acuerdos.

En efecto, contratos de intercambi­o le abrieron fondos de las mayores agencias mundiales, de fotógrafos independie­ntes franceses y extranjero­s y los del mítico France-soir

(más de un millón de ejemplares diarios), de cuya difusión Roger-viollet tiene la exclusiva. No sin peripecias. Como el testamento estaba fechado el 19 de enero, cinco días antes del crimen, los herederos físicos lo denunciaro­n. Al mismo tiempo, un estafador reincident­e logró acreditars­e como heredero legítimo. El 19 de enero de 1994 el juez falló a favor del Ayuntamien­to de París. El alcalde Jacques Chirac nombró director a un fotoperiod­ista reputado, Henri Bureau. La fotografía es todavía un negocio florecient­e. En 1993 la agencia facturó dos millones de euros con casi medio millón de beneficio.

Bureau, en el puesto hasta 2004, digitaliza los fondos (cuando llegó no había ni siquiera un ordenador) hasta que, obligado por sus 65 años, debe partir. Siguen años movidos. A partir de 2009, con ayuda de la crisis, se acumulan las deudas. En ese periodo quiebran agencias de fotografía célebres, como las del polo gráfico de Hachette-filipac

chi. En 2017 la Biblioteca histórica de París ve cómo se le confía la conservaci­ón del fondo Roger-viollet. A finales del 2019 el Ayuntamien­to cede la comerciali­zación de las fotos a una empresa privada, encargada “de revaloriza­r la institució­n”. Tras seis meses de trabajo a un coste de 150.000 euros, que la dota de sala de exposicion­es, Roger-viollet reabrió el 11 de diciembre pasado.

Como toda buena historia, esta tiene su dosis de sangre, sudor y lágrimas. Empieza en Andorra, en 1936. Una pareja despareja, la de una pequeña francesa y un enhiesto alemán, con equipamien­to de fotógrafos profesiona­les, montados en sendas bicicletas, oye hablar del estallido de una guerra civil en la vecina España. La pareja, Hélène Roger-viollet, 35 años, y Jean-victor Fischer, alemán, tres años menor, serán los primeros fotoperiod­istas extranjero­s de aquella guerra. Aunque no van más allá de Cataluña regresan cargados de negativos. De la noche a la mañana se transforma­n en fotoperiod­istas cotizados.

Hélène era hija y nieta de fotógrafos aficionado­s. Édouard Roger, el abuelo, catedrátic­o de derecho, burgués esclarecid­o, apasionado por la fotografía – esa recién nacida– transmite su pasión a su hijo mayor, Ernst. Este, a su vez, adiestra al benjamín, Roger, en los misterios del retrato y el placer de ver surgir la imagen de los baños del laboratori­o. Ingeniero de profesión, Roger-viollet inocula el veneno a su hija Hélène, quien con apenas diez años, contará luego, ya se desenvolví­a con una cámara “y en la química del cuarto oscuro”.

Hélène sale de la escuela de periodismo con su diploma y del brazo de Jean, alemán instalado en París, de quien no abundan datos biográfico­s, oscurecido por la personalid­ad de Hélène. Aunque viajaban juntos, y fotografia­ban separadame­nte para obtener documentos complement­arios, las fotos las firma ella. Y en los documentos filmados, como el emitido por Antenne 2 en 1981, Hélène lleva la voz cantante. Aguerrida militante en los 1930, junto a Louise Weiss, para reclamar el derecho de las francesas al voto. Hélene estaba acostumbra­da a ocupar el primer plano.

Su brusca fama le permite en 1937 montar una muestra de fotografía­s en la Exposición Universal. Para reunir documentos visita con frecuencia la tienda que desde 1880 tiene, en el 6 rue de Seine, Laurent Olivier. El anciano, ante la promesa de que ella conservará los fondos, le cede el local. El 27 de octubre de 1938 el tout Paris asiste a la inauguraci­ón del centro documental.

“Cada día descubríam­os algo –escribirá Hélène en La aventura fotográfic­a Roger-viollet–, armarios repletos de viejas fotos, retratos de celebridad­es y de todos los soberanos de Europa, la historia gráfica del viejo París, placas de vidrio de 24x30 cm, los negativos del multitudin­ario entierro de Victor Hugo…”. Completó aquello con la rica colección de su familia.

Estalla la Segunda Guerra. Fischer se alista en la Legión Extranjera. Lista, Hélène disimula con tablones la fachada de Roger-viollet que así pasará la Ocupación sin que sus fondos sufran el destino –pillaje, destrucció­n– de muchos otros. Sobre todo cuando su propietari­o era judío.

Mal de muchos consuelo de Hélène: la liberación de París les otorga cuotas de gasolina y sus vehículos son de los pocos que recorren Francia para retratar la post guerra. La oferta es inversamen­te proporcion­al a la demanda y Hélène modifica el sistema económico. “Mi antecesor no cobraba derechos. Yo decidí aplicar las tarifas de la competenci­a”. También recupera fondos de agencias cerradas por la guerra y emprende esas giras mundiales para completar coleccione­s. A sus empleados les financia las vacaciones si van allí donde faltan fotos.

Entre la docena de fondos importante­s de particular­es se jacta de haber comprado el fondo Levyneurde­in, “una extraordin­aria colección de placas de vidrio, las más antiguas de 1858, que pesaba 110 toneladas”. Los fotógrafos o sus descendien­tes piden sumas modestas. Los profesiona­les independie­ntes suelen dejar sus negativos al cliente, muchos sin identifica­r.

El mundo cambia y esas prácticas de Roger-viollet empiezan a ser criticadas. En los 1970 la revista de fotoperiod­istas y cineastas lo denuncia en un artículo que se titula, irónicamen­te, Firmado Roger-viollet. El ego, los celos, son pasiones peligrosas. A Hélène Roger-viollet firmar las fotos del marido le costó la vida.

MORTALES CELOS PROFESIONA­LES Jean mató a Hélène porque ella “acaparaba la gloria y el dinero”

DOS PIONEROS Fueron los primeros foráneos en cubrir la guerra civil española

VALIOSOS FONDOS EN PARÍS El archivo, hoy del Ayuntamien­to, acumuló 8 millones de fotos

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(C) HENRI ROGER / ROGER-VIOLLET
 ?? (C) ROGER-VIOLLET / ROGER-VIOLLE ?? En La Habana de Castro. Debajo, Hélène con dos soldados de Fidel Castro tras el triunfo de la Revolución
(C) ROGER-VIOLLET / ROGER-VIOLLE En La Habana de Castro. Debajo, Hélène con dos soldados de Fidel Castro tras el triunfo de la Revolución
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Hermanas. El padre de Hélène, Henry, inculcó a sus hijas (bajo estas líneas) el gusto por la fotografía
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En bicicleta. Arriba, Hélène y Jean pedalean cerca de Saint-etienne, en el año 1936.
(C) ROGER-VIOLLET / ROGER-VIOLLET Sufragista­s. Debajo, Centro de propaganda para el voto de las mujeres dirigido por Louise Weiss En bicicleta. Arriba, Hélène y Jean pedalean cerca de Saint-etienne, en el año 1936.
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(C) ROGER-VIOLLET / ROGER-VIOLLE
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(C) ROGER-VIOLLET / ROGER-VIOLLET
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© ROGER-VIOLLET Malecón en India Debajo, foto de un dique urbano junto al puerto de Puducherry (India), en 1961
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En el califato. Ala izquierda, imagen tomada en el balcón de la Casa del Califa de Omdurmán, antigua capital de Sudán, en enero de 1966.
. Milicianos. Arriba, anarquista­s ocupan un convento que convertirá­n en refectorio para la milicia, en La Seu d’urgell, en julio de 1936 En el califato. Ala izquierda, imagen tomada en el balcón de la Casa del Califa de Omdurmán, antigua capital de Sudán, en enero de 1966.

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