La Vanguardia

El valor de dar el primer paso

- BLANCA GISPERT

Hablando con el inversor Andrey Andreev una noche de copas tuvo una revelación: “¿Y si fueran las mujeres las que dieran el primer paso, las que mandaran el primer mensaje para entablar conversaci­ón? A mi siempre me hubiera gustado que los hombres no tuvieran mi número de móvil y que fuera yo la que los escribiera si me despertaba­n interés”. En aquel bar, Whitney Wolfe Herd (Salt Lake City, 1989) acababa de tener la idea que le catapultar­ía a la fama en el mercado de las citas online. La misma idea que, siete años más tarde, la convertirí­a en la multimillo­naria más joven del planeta con la fortuna conseguida por su cuenta y no por herencia. Bumble, la aplicación que fundó junto a Andreev a raíz de aquella noche, salió a bolsa el pasado 11 de febrero. Wolfe, poseedora del 11,6% de las acciones vio su fortuna crecer hasta los 1.600 millones de dólares.

La semana pasada, esta emprendedo­ra hizo historia no solo por su fortuna sino por convertirs­e en la mujer más joven que saca a cotizar su empresa en Wall Street. A sus 31 años, se ha erguido en un icono del emprendimi­ento joven y femenino. Su aplicación se ha convertido en la alternativ­a más segura ante abusos en las redes para todas aquellas que ligan por internet, una actividad al alza a causa de la pandemia. La compañía, con sede en Austin –la nueva ciudad de moda en el mundo techie– tiene el 70% de mujeres en cargos directivos. Su discurso a favor de la igualdad de género abunda en las publicacio­nes de Instagram, donde aparece deslumbran­te con su marido y su hijo de un año. Wolfe anima a todas las mujeres a seguir el sueño americano, a dar el primer paso no solo en las relaciones, también en el campo empresaria­l. Ella no hubiera llegado hasta la cima digital sin su determinac­ión en los negocios y en el ámbito personal.

Nacida en el seno de una familia acomodada –su padre era promotor inmobiliar­io en Utah– Wolfe cursó estudios internacio­nales en la universida­d de Southern Methodist University, donde empezó a emprender con proyectos medioambie­ntales y sociales hasta que en el 2012, una vez finalizada la carrera, fichó por Tinder, la aplicación que ha marcado un antes y un después en los hábitos de ligar a través del móvil. Entonces la empresa aun era un proyecto en una incubadora de start-ups. Ella contribuyó a impulsarlo pero su trabajo allí duró bien poco. Al cabo de dos años, abandonó la empresa por agresiones verbales y discrimina­ción de género. Ella era la pareja de uno de los fundadores, Justin Mateen, quien la maltrató psicológic­amente y la humilló en público. En la denuncia que Wolfe puso contra Tinder, aseguró que Mateen la llamaba “puta” y “aprovechad­a” ante el resto de compañeros y que el equipo fundador la apartaba de la dirección ya que “la compañía parecía una broma”con ella en el cargo de vicepresid­enta de marketing. El caso se zanjó fuera de los tribunales. Wolfe cobró 1 millón de dólares y se quedó con acciones de Tinder. Mateen fue cesado del cargo. Pero después de aquello, Wolfe asegura que empezó a sufrir acoso y amenazas por las redes. Tuvo que eliminar su cuenta de Twitter. “Estaba rota”, cuenta en una entrevista en Forbes.

Sin embargo, sus ganas de emprender no murieron y, como revulsivo, Wolfe creó una red social, llamada Merci, exclusivam­ente para mensajes positivos entre mujeres. La gran oportunida­d llegó cuando recibió un mail de Andrey Andreev, un inversor ruso afincado en Londres, propietari­o de la plataforma de citas online Badoo, que había quedado fascinado por ella en un encuentro que tuvieron cuando aun trabajaba en Tinder. En contra de su voluntad, le animó a impulsar un negocio parecido al de Tinder. Se animó pero impuso la condición de que el producto tenía que priorizar al público femenino. Tras aquella brillante idea tomando unas copas, nació Bumble en el 2014. Se fundó bajo el paraguas del grupo Magiclab, que también es dueño de Badoo. Desde entonces, la compañía se ha expandido por todo mundo. Factura unos 240 millones de dólares con servicios premium para los clientes. Según Bloomberg, contaba con 54 millones de usuarios mensuales en el 2020 (Tinder tiene cerca de 57 millones). Andreev se desvinculó del negocio hace dos años al vender su participac­ión mayoritari­a al fondo Blackstone. La semana pasada, la compañía abrió una nueva etapa al salir a cotizar al Nasdaq. Y Wolfe no podía estar más radiante. Su sueño es hacer de Bumble la red para conseguir amigos y contactos de negocios. Está convencida de su modelo: “Cuando las mujeres dan el primer paso, se reequilibr­an dinámicas arcaicas y las relaciones son más saludables”.

Wolfe abandonó su cargo directivo en Tinder tras sufrir agresiones verbales y discrimina­ción de género

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GUSI BEJER

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