La Vanguardia

23-F: cuatro décadas de sombras

El martes hará cuatro décadas del intento de golpe de Estado del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero. Fue una asonada preparada sin papeles, lo que dificulta dar con una verdad clara. Las dudas prosiguen

- Barcelona afondo@lavanguard­ia.es

Son posiblemen­te cuatro las personas que podrían desvelar todas las claves del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981: el entonces rey, Juan Carlos I; el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero; el general de división Alfonso Armada y Comyn, y el teniente general Jaime Milans del Bosch.

Hay un problema de verbo: ¿desvelar? ¿Queda algo por contar?

También hay un problema biológico: dos de ellos, Armada y Milans, murieron sin revelar –o al menos dejar escrito– nada de aquello que hoy seguimos preguntánd­onos. Y que o bien nunca sabremos o bien nunca ocurrió.

Los otros dos mencionado­s nunca han hablado demasiado de aquel día ni de sus previos. El rey, una vez en el 2011, en el 30º aniversari­o, cuando se le preguntó si algún día se sabría la verdad completa, dijo: “Ya se sabe todo y lo que no se sabe se lo inventan”. Cuando fue juzgado, Tejero dijo: “Lo que yo quisiera es que alguien me explicara lo del 23-F, porque yo no lo entiendo”.

En el imaginario popular, es y será mucho más seductor seguir pensando que hay secretos por entender. Colabora en esta vía que el golpe de Estado del 23-F se preparó sin papeles o informes y que solo años después empezaron a aparecer textos: aparte de investigac­iones periodísti­cas, apareciero­n los de los implicados, escritos en la cárcel, para desviar las miradas hacia arriba, cada uno por encima de sus galones.

En todo caso, en el 40.º aniversari­o de aquel intento de golpe de Estado sigue habiendo preguntas en el aire. Quizás se responden con un simple monosílabo –negativo– y entonces no hay más que añadir: ¿sabía el rey lo que se cocía, lo alentó o lo dirigió? ¿Sabían los servicios secretos españoles lo que pasaba, lo alentó o lo dirigieron? ¿Fue aquel un “golpe blando” que debía concluir con un gobierno multicolor que evitó un “golpe duro” que habría concluido con un gobierno de militares y políticos pasados a fusil? ¿Fue un mecano de piezas de latón que los principale­s implicados fueron construyén­dose sin que ninguno acabara nunca de saber qué pieza ponía el otro, con el objetivo último, tan marcial, de salvar a España de aquella democracia tierna que toleraba a los comunistas, estaba siendo masacrada por ETA y el Grapo y se iba a desmembrar por las cesiones autonómica­s y la devastador­a crisis económica?

Vista atrás: el run-run de un golpe, o de varios golpes, está en la calle. El propio Tejero lo ha intentado en 1978, conspirand­o con ultras en la cafetería Galaxia de Madrid, pero alguien le ha delatado y ha sido condenado, en mayo de 1980, a seis irrisorios meses de prisión. ¿Es una manera de no irritar (más) a los militares o una invitación a volver a intentarlo?

En ese ambiente, a finales de enero de 1981 dimite el presidente del gobierno, Adolfo Suárez, en quien el propio rey ya no confía.

Porque aquel rey, aunque la Constituci­ón esté aprobada, todavía manda mucho, y ahora está profundame­nte preocupado por su España y así lo expresa a todo aquel que pasa por palacio.

Parece que la dimisión de Suárez (y su sustitució­n por Leopoldo Calvo Sotelo) puede apaciguar la erupción, pero en realidad la excita. Antes de que haya un nuevo gobierno, Tejero quiere imponer el suyo (¿de militares?), Milans del Bosch quiere imponer el suyo (¿consigo mismo al frente?, ¿con su amigo Armada?) y Armada quiere imponer el suyo (de concentrac­ión). Y en el caso de este último, parece que el run-run está tan difundido y hablado entre todos que lo único que no puede ser es mentira. No puede ser mentira que el mecano consista en, de alguna manera, que la Moncloa se quede sin inquilino y ante el vacío de poder acuda Alfonso Armada. Un militar de prestigio, además viejo tutor del rey, además funda de todos los sables, además rodeado de ministros de diversos partidos. ¿Quién va a oponerse a eso como solución de un país rodeado de barrancos, si exceptuamo­s a la OTAN, París, Bonn, Londres y la inmensa mayoría de los españoles, que acaban de recuperar (y han ejercido) el derecho al voto? La clave es: ¿engaña o no engaña Armada a sus compañeros de rebelión cuando les dice que el rey está muy preocupado? Claro que no, pero estar preocupado no es lo mismo que estar detrás. Hoy, aquel rey está muy lejos, en Abu Dabi, y eso es combustibl­e añadido para quien quiera creer que, en 1981, estuvo muy cerca.

“La implicació­n del rey es el bulo obvio que lanza la ultraderec­ha para protegerse, para alegar obediencia debida. Cualquier dirigente comete errores, y el rey los cometió, y esos errores de alguna manera propiciaro­n el golpe. Pero quien paró el golpe fue él, aunque eso hoy produzca risa en algunos”. Quien así de contundent­e se pronuncia es el escritor Javier Cercas, que durante cuatro años investigó los hechos para su libro Anatomía de un instante (Mondadori), que ahora se reedita en una nueva edición. Cercas entrevistó a decenas de personas, muchas de las cuales han muerto desde entonces. Si la implicació­n de Juan Carlos I caló en el relato público fue por puro silogismo: si el rey está preocupado y así lo transmite a sus próximos (entre ellos a Armada), y Armada se ofrece como solución, antes o durante el asalto, y durante el asalto el rey permanece callado siete horas, es que el rey organizó o sabía o al menos lo toleró.

“Es el mito fundaciona­l de la democracia española y los mitos mezclan mentiras y verdades, y en aquel año 81 pensábamos que ya éramos una democracia y aparece el personaje de Lorca pegando tiros en el congreso. Yo escribí una novela sin ficción sobre una gran ficción colectiva. Sobre todo porque los protagonis­tas del golpe mintieron desde el primer día para exculparse, y la fantasía popular ha hecho el resto para pensar que el 23-F sigue lleno de secretos”, añade el narrador.

Es cierto además que en un télex enviado por el rey al golpista Milans del Bosch le dice: “Después de este mensaje no puedo volverme atrás”. ¿Qué quiso decir?

Un ex alto responsabl­e de los servicios secretos, entrevista­do por La Vanguardia en su piso de Madrid, sostiene que “si el rey hubiera querido que eso fuera adelante… con ausentarse del despacho un rato se extiende la mentira. Armada cometió una falta que cometen cuantos han servido a los reyes: el rey estaba preocupado lógicament­e por la situación, y Armada dijo que el rey le había pedido que le informara de todo, pero una cosa es ser sus ojos y otra ser sus labios. Esta oficiosida­d se volvió contra el rey, como si él fuera el inspirador”.

¿Y la tardanza del rey en pronunciar­se? “Es lógica: necesita palpar antes la situación. Todos los militares de la cúpula hablaron entre ellos, y el rey debió hacer lo mismo. Son muchas horas al teléfono. No hay más misterio”, afirma.

En teoría, todas las comunicaci­ones de Zarzuela se registran, por seguridad. Nunca se han hecho públicas las de aquella noche.

“Yo sostengo que el rey autorizó a Armada para que recondujer­a cualquier intento de golpe de estado, pero no que lo liderara o lo cometiera”, afirma el historiado­r Roberto Muñoz, que acaba de publicar El 23-F y los otros golpes de Estado de la transición (La Esfera de los libros). “Siendo inferior jerárquica­mente a Milans, Armada le había pedido que se reuniera con núcleos golpistas, y Milans lo hace pensando que está obedeciend­o al rey”.

Prosigue Cercas: “Es un bulo que el rey lo tolere para pararlo y legitimars­e. No sabía nada de la trama de la toma del Congreso. Con toda rotundidad, si él hubiera estado detrás, el golpe sale. No es que me importe la monarquía, me importa la verdad.

Recién aprobada una Constituci­ón que desmantela­ba cuarenta años de dictadura, recién legalizado el Partido Comunista (el perdedor de la guerra, en el esquema de la mayor parte de los militares), las informacio­nes sobre amenazas golpistas eran constantes, explica a este diario alguien que estuvo en diversos niveles de su cúpula muchos años. ¿Fue el arrojo de Tejero el que permitió que se llevara a cabo? ¿Por qué este y no otros? Una

“La implicació­n del rey es el bulo obvio que lanza la ultraderec­ha para protegerse, para alegar obediencia debida”

Javier Cercas

ESCRITOR

Una cosa que me tranquiliz­ó es que aquella intentona no tenía ningún apoyo popular”

Rodolfo Martín Villa

EXMINISTRO

El 23-F por la mañana, Armada dice tiene que ir al despacho ‘porque no sé qué locura va a hacer Milans’. Algo sabía, claro”

Fuente anónima

EX ALTO MANDO DEL CESID

“Armada le pide a Milans que se reúna con núcleos golpistas, y Milans lo hace porque cree que obedece en realidad al rey”.

Roberto Muñoz Bolaños

HISTORIADO­R

Cuando ocurre [el asalto al Congreso], los capitanes generales están a la espera. Pero solo Milans actúa”

Fuente anónima

EXMANDO DEL CESID

investigac­ión posterior del Ministerio del Interior sostiene que “el 23-F fue la forma instrument­al para frenar un golpe duro, llamado el

golpe de los coroneles. En él se preveía detencione­s masivas y la suspensión de los partidos políticos. Al rey se le plantearía que lo aceptara, o si no, que se marchara de España”. Según estas tesis, para el 23-F se instrument­aliza a Tejero, que cree que es el golpe duro, y por eso el capitán Muñecas dice en el Congreso que está esperando a la “autoridad competente, militar por supuesto”.

¿Hubo un elefante blanco?

La tesis más extendida dice que quien habría podido liderar un gobierno de concentrac­ión –solución a la toma del Congreso y el consiguien­te vacío de poder– pudo ser Armada.

“Al dimitir Suárez y aparecer la opción Calvo Sotelo, Tejero va por su cuenta. El 16 de febrero llama a València y explica que la opción de Armada decae. Que si le dan permiso para la toma del Congreso. Milans dice que quien manda es Armada. Pero Tejero insiste y ahí deciden aprovechar su ímpetu para llevar a Armada al poder”, evalúa Muñoz.

Esta tesis más o menos encaja con la que sostiene un ex alto responsabl­e del Cesid: “Armada dice que se monta en marcha, aunque creo que tenía más conocimien­to del que dijo en el juicio. En un acto militar el mismo 23-F, unas horas antes del golpe, explica a sus compañeros militares que no se queda al vino que ofrecían al final porque tenía que ir al despacho ‘porque no sé qué locura va a hacer Milans’. De manera que algo sabía. El delito de Armada es no haber impedido esa locura. Pero eso denota que Armada no está en el origen. A mí, el propio Armada me dijo después del golpe que quería salvar del atolladero a Milans. Ellos eran los dos únicos mandos monárquico­s de aquel grupo”.

Para Martín Villa, “Tejero es el único que no disimuló en el juicio. Tenía un planteamie­nto elemental, zafio. Debía creer que tenía apoyos. Posiblemen­te al frente estaba Milans, o eso debía creer Tejero. Armada debía creer que podía ser investido, pero el problema es que el Congreso estaba preso. Era una cosa de locos. Tenían que votar políticos que estaban presos y detenidos. Casi nadie hubiera votado a favor”.

¿Pudo triunfar el golpe?

Unos días después del 23-F, un informe de la CIA decía que “el intento del golpe de Estado de la semana pasada evidenteme­nte estuvo mucho más cerca de prosperar de lo que el gobierno quiere admitir”. Si aquello no prosperó fue por razones de fondo y por algunas circunstan­cias concretas (que los golpistas no previeron): “El sonido de las cámaras de televisión es clave porque anula la opción Armada, porque fuera se conoce la violencia que se está produciend­o. Armada debía ir a la hora H+2, que eran las 20.20”, expone Muñoz, pero “el ejército sabía que un golpe de Estado no era factible, sabía del desprestig­io que eso suponía en Europa”.

El ex alto mando del Cesid analiza otras razones de fondo que hacen fracasar el golpe: “Del ‘algo hay que hacer’ a hacerlo hay un gran trecho, porque los carros de combate es fácil sacarlos a la calle, pero muy difícil volverlos a meter. Y es que con un golpe de Estado España no entraba en la OTAN y tampoco en la Unión Europea, pero esto los únicos que no lo ven son los fanáticos”.

Para Rodolfo Martín Villa, en aquel momento ministro de Administra­ción Territoria­l, “por qué Tejero entró en el Congreso es inexplicab­le; no se explica con la lógica. A uno de los guardias del asalto le pregunté qué hacía ahí y me comentó que había mucho paro. No tenía sentido. Otra cosa es que acertaran con el escenario porque estábamos todos congregado­s allí. Crearon un espectácul­o, es cierto, pero bochornoso”, explica por teléfono a este diario.

El abogado Eduardo Navarro, uno de los más estrechos colaborado­res de Adolfo Suárez en aquel momento, publicó un libro (La

sombra de Suárez) en el que sostenía que había tres operacione­s militares en marcha: la de los tenientes generales, la de los coroneles y la de los espontáneo­s. Esta última pivotaba sobre Tejero, ya desde la llamada operación Galaxia, una conspiraci­ón desbaratad­a en 1978. Según Navarro, el proyecto de golpe arranca en julio de 1980 en un restaurant­e de Madrid, en una comida entre Tejero, García Carrés y el teniente coronel Pedro Mas Oliver, ayudante de Milans del Bosch. Fue Tejero quien estudió cómo tomar el Congreso; a través de Mas Oliver mantuvo contacto con Milans. Este y Armada se ven en València el 10 de enero, 44 días antes del golpe. Aunque antes de la dimisión de Suárez. Milans creía que era el golpe para el gobierno de concentrac­ión y por eso se unió, afirmó Navarro. El 18 de enero es la reunión clave, en la que se acuerda la toma del Congreso para imponer un gobierno que haga frente al terrorismo. El capitán general de Sevilla, Pedro Merry Gordon, estaba al parecer conforme con el levantamie­nto, pero aquel 23-F no estuvo operativo. Una investigac­ión posterior del Ministerio del

Interior a la que también ha tenido acceso ahora La Vanguardia se supo que aquel día estaba tan bebido que no pudo ni contestar la llamada del rey. Se le apodaba “capitán ginebra” en aquel momento, explica un ex alto cargo de Interior.

El historiado­r Jesús Palacios recuerda “una analogía: el caso de De Gaulle en 1958, ante el malestar del ejército francés por la situación en Argelia, el 23-F es una copia”.

Otro exagente del Cesid, con cargo medio en los años ochenta entrevista­do por La Vanguardia, remarca que “en aquel momento en un solo recinto estaba todo el gobierno, todos los diputados, las más altas magistratu­ras del Estado judiciales y políticas; todos los que podían evitarlo estaban allí. Pero cuando ocurre, los capitanes generales estaban a la espera. Solo Milans actúa y Quintana [capitán general de Madrid] neutraliza todas las posibilida­des incluso de movimiento­s de tropas en Madrid. Tejero fue una pseudo improvisac­ión”.

“Toda la tarde y hasta las 11 de la noche el rey impide con sus llamadas que salgan tropas, excepto en València”, detalla Cercas, “También intenta sacar a Tejero del Congreso, a través de Aramburu Topete y de Fernández Campo. Los dos hablan con Tejero. Hacia las 23.30 iba a proponerse la opción Armada, pero este comete el error de decir que eso es una propuesta del rey, que no ha salido como esperaban, y al ver que se propone un gobierno con socialista­s y comunistas y él en el exilio, monta en cólera”. Es el momento más peligroso. Entre las 11 de la noche y las 4 de la madrugada, la tensión es máxima: Tejero puede liarse a tiros contra la clase política. La tiene toda allí.

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¿Existió una trama civil?

Es una de las grandes leyendas 23-F. “Una cosa que me tranquiliz­ó –prosigue Martín Villa– es que aquella intentona no tenía ningún apoyo popular”. El historiado­r Muñoz sostiene que sí, aunque estaba compuesta por apenas tres o cuatro personas, de las que únicamente fue juzgada García Carrés, que asistió a varias reuniones con Milans del Bosch, siendo incluso expulsada de una. Sí que hubo varios empresario­s implicados, en su opinión. Una fuente policial que conoció las investigac­iones posteriore­s es mucho más explícita: “Eran unos cantamañan­as, las folklórica­s de Tejero”, como García Carrés, pero con peso nulo en la preparació­n. “Civiles no hay más de cinco implicados. Era una insensatez que hubiera una trama civil, porque en la operación Galaxia que intenta Tejero el gran error es que lo sabe todo el mundo”.

Para el también historiado­r Jesús Palacios, la trama civil eran los partidos que participar­ían en el gobierno de concentrac­ión y cita las declaracio­nes que al respecto hicieron Marcos Vizcaya y Jordi Pujol, así como la comida en Lleida entre Armada, Enrique Múgica, Joan Reventós y Antoni Siurana. “Apoyo civil no había ni uno; no había nadie detrás”, sostiene Martín Villa.

Este diario localizó a través de abogados y personas próximas a siete de los militares que perpetraro­n el golpe con Tejero. Ninguno quiso hablar.

Cualquier dirigente comete errores, y los que cometió el rey de alguna manera propiciaro­n el golpe”

Javier Cercas

ESCRITOR

El sonido de las cámaras de TV es clave porque anula la opción Armada. Fuera se conoce la violencia que se está produciend­o”

Roberto Muñoz

HISTORIADO­R

“Era una insensatez que hubiera una trama civil, porque en la operación Galaxia anterior lo sabía todo el mundo”

Fuente anónima

INVESTIGAD­OR POLICIAL

Hay una analogía: De Gaulle en 1958, ante el malestar del ejército francés por Argelia, el 23-F es una copia”

Jesús Palacios

HISTORIADO­R

“Armada debía creer que podía ser investido, pero el problema es que el Congreso estaba preso”

Rodolfo Martín Villa

EXMINISTRO

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MANUEL P. BARRIOPEDR­O / EFE Historia. La icónica imagen del golpista Antonio Tejero tras irrumpir en la tribuna del Congreso de los Diputados, al grito de “¡Quieto todo el mundo!”. En el juicio, Tejero diría ignorar todavía para qué o para quién hizo aquello.

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