La hora de los moderados
La semana siguiente a las elecciones, Catalunya ha enviado una imagen pésima al mundo por los incidentes diarios que se han registrado entre manifestantes y policías. Los saqueos en Barcelona nos asemejan más a Caracas que a una capital europea. Los partidos que hoy siguen gobernando la Generalitat, ERC y Junts, deberían reflexionar sobre si esta es la vía adecuada para sus intereses, animando a algaradas permanentes en las calles hasta lograr la independencia, o quizás es mejor poner todas las energías en pactar un gobierno estable y creíble que gestione la pandemia y la crisis económica.
Cada uno puede sacar las conclusiones que quiera de los resultados electorales, pero un hecho está claro: Esquerra, que se presentó con un discurso posibilista de ensanchar la base, centrarse en gestionar la autonomía y seguir en la mesa de diálogo con el Gobierno central, se impuso a Junts, que defendía la unilateralidad. Es cierto que ERC ganó con solo un escaño de diferencia, pero se sigue comportando como si hubiera perdido. Su primer contacto fue con la CUP y ha tardado demasiado tiempo en salir a defender a los Mossos y condenar la violencia de estos últimos días. A los republicanos les da terror aparecer como demasiado blandos en sus reivindicaciones entre la parroquia soberanista.
Por eso, a la cúpula de ERC le faltara coraje para plantar a Junts y tratar de gobernar en solitario con En Comú Podem, a pesar de la mala relación que mantienen con la formación de Puigdemont. Está claro que ambos partidos independentistas acabarán llegando a un acuerdo y evitarán nuevas elecciones. Pero no va a ser nada fácil.
En esta hora crucial, ERC y Junts deberían recurrir a sus sectores más moderados para imponer el acuerdo que Catalunya necesita. Los altercados de estos últimos días han sido toda una lección. Y digámoslo claro: no se puede legitimizar la violencia con excusas como la libertad de expresión o el paro de los jóvenes. El país no se puede permitir otra legislatura tirada, con el protagonismo en las calles. Los perjudicados son los propios catalanes. Ni el Gobierno central, ni la judicatura. Esta semana hemos visto en lo que Catalunya puede acabar convertida. Esperemos que la sensatez de los moderados se imponga.