Eduardo Halfon
Escritor
El autor guatemalteco es uno de los grandes referentes de la autoficción, como demuestra en Canción, novela en la que reconstruye el secuestro de su abuelo partiendo de un congreso de escritores árabes en Japón al que a él lo invitan por error.
En la autoficción también puede haber mucha acción, gags, escenarios exóticos, crímenes y hasta misses con metralleta. Así lo demuestra la obra del guatemalteco Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971). Los diferentes libros que va publicando desde el 2008 (El boxeador polaco, Monasterio, Signor Hoffman, Duelo) son como capítulos de una autobiografía en que el humor y la sorpresa se enmarcan en grandes momentos de la historia vistos a través de la experiencia concreta de Halfon o sus familiares. Ahora, en Canción (Libros del Asteroide) engarza un viaje al Japón –donde, a causa de sus remotos orígenes árabes, le invitaron por error a un congreso de escritores libaneses– con la historia del secuestro de su abuelo comerciante. Halfon, nómada, tras residir en lugares como Nebraska, La Rioja,
Iowa o París. vive ahora en Forcalquier, un pueblecito del sur de Francia desde donde responde por teléfono a este diario.
¿De dónde sale este libro?
De tres momentos. Uno, el viaje a Japón que hice, disfrazado de árabe, todo ese aire oriental. Dos, buscar en mi infancia los rastros del secuestro de mi abuelo, que nos lleva a la guerra civil guatemalteca y a nuestros orígenes libaneses. Y, tres, cuando, en un libro que me había regalado mi padre, me topé con el relato en dos páginas de cómo se llevaron a mi abuelo. Lo hizo Percy
Amílcar Jacobs Fernández, cuyo apodo era Canción.
¿Por qué lo llamaban así?
Incomprensiblemente, se dice que porque había sido carnicero. No se entiende ¿verdad? Pero es una frase llamativa, la puerta de entrada a la historia.
Pero...
Ni siquiera sabía cantar. Era un carnicero, muy amable con las clientas, bien parecido, yo creo que su mote era una especie de aliteración o un extraño juego de palabras entre carnicero y canción. Otros le llamaban Ricardo.
¿Qué pinta ahí Rogelia Cruz, una miss?
Mi abuelo contó que le había secuestrado una reina de belleza, que en la residencia donde lo retenían había una mujer hermosa que iba y venía entre los demás guerrilleros, inteligente y refinada, que le trataba siempre con respeto. Nunca le dijo su nombre pero él estaba convencido de que se trataba de Rogelia Cruz, una miss Guatemala que compitió en miss Universo, y luego se fue a estudiar a la universidad, donde la captó la guerrilla. Hice mucha investigación sobre eso, coyo, mo sobre el presidente del país, Jacobo Árbenz, que fue derrocado por EE.UU. en un golpe de Estado.
El tema de Tiempos recios, la última novela de Vargas Llosa.
No quise leerla mientras escribía, por si acaso. Le he pedido a mi editor, Luis Solano, que tenga la amabilidad de enviarle un ejemplar.
Otro autor habría escrito 500 páginas con esta historia.
Pero a ese otro autor no le han secuestrado a su abuelo. Estas cien páginas abarcan un siglo de éxodos, migraciones, viajes... Sucede en el Líbano, Guatemala, Japón... en 500 páginas, fracasaría.
Qué familia más fascinante tiene usted ¿no?
Todas las familias lo son. Todos tenemos secretos en el armario, abuelos que vivieron guerras, migraron, cambiaron de lengua. Mi abuelo pasó por Auschwitz, para mí era una anécdota de sobremesas familiares.
El narrador nos hace sufrir, tan ingenuo, hasta tememos que lo linchen cuando se declara judío en un congreso de escritores libaneses.
Hay un desdoblamiento, yo ya no soy él. Cuando escribo soy otro yo, tengo otro temperamento. Él hace cosas que yo jamás haría, es como
FAMILIA
“Mi otro abuelo fue preso en Auschwitz, para mí eran anécdotas de sobremesa”
DESDOBLAMIENTO
“Yo no soy el Halfon de mis libros, él es más intrépido, sé que o lo mato o me matará él”
un títere que ha ido adquiriendo personalidad propia a través de los últimos doce años. Él sigue fumando muchísimo, yo ya no. Es más intrépido que yo. No sé hasta dónde llegaremos juntos. Sé que o lo mato o un día me matará él.