La Vanguardia

Limitada respuesta europea a Rusia

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El Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea aprobó ayer un acuerdo político para usar por primera vez un régimen de sanciones que castigue a Rusia por las violacione­s de los derechos humanos. La lista de personas afectadas se conocerá en los próximos días, pero afectará solo a un pequeño grupo de altos funcionari­os rusos.

Son represalia­s que no hacen cosquillas al Kremlin porque afectan a funcionari­os que no deben viajar al extranjero ni tienen bienes fuera de Rusia. Y si bien los activistas cercanos a Alexéi Navalni habían pedido que se incluyera en la lista a oligarcas cercanos a Putin, no será así porque la UE no puede demostrar que hayan participad­o en violacione­s de derechos humanos. Es un nuevo, aunque tímido, paso en el clima de confrontac­ión entre ambas partes que no ha dejado de crecer desde la anexión rusa de Crimea y su intervenci­ón en Ucrania, y que tuvo su penúltimo episodio en la controvert­ida y criticada visita de Josep Borrell a Moscú. Las institucio­nes comunitari­as creen que Rusia ha decidido desconecta­rse cada vez más de Europa y los Veintisiet­e deberán decidir su respuesta global a este desafío, más allá de sanciones que, de momento, son más simbólicas que fuertes.

Porque el problema es mucho más profundo. La cuestión de fondo es definir qué relación quiere establecer la UE con Rusia. Si apuesta por una defensa a ultranza de los derechos humanos y sanciones contundent­es a Moscú, o sigue como hasta ahora por la vía pragmática debido a la dependenci­a europea de la energía rusa. Hace unos días el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, amenazó con romper relaciones con Bruselas si esta castigaba a sectores básicos para la economía rusa. Por ello es tan importante la cumbre que los jefes de Estado y de Gobierno celebrarán en marzo, en la que no solo deberán aprobar esa lista de sanciones, sino definir la estrategia de futuro de Europa respecto de Rusia. Y no será fácil llegar a un consenso porque no existe una posición unánime entre los estados miembros. Mientras Alemania, Francia y España defienden mantener el diálogo y los canales abiertos con el Kremlin, los países bálticos y algunos del este de Europa apuestan por la línea dura. En esta partida hay en juego también importantí­simos intereses geoestraté­gicos por la interdepen­dencia entre ambas partes. Casi dos tercios del petróleo que importa la UE vienen de Rusia, que es también el principal suministra­dor de gas natural (el 40%) a Europa. Depender energética­mente de un país con el que estás en conflicto permanente tiene sus riesgos pues deja a la UE en situación de vulnerabil­idad. Si Moscú decidiera cerrar el grifo, Europa tendría un serio problema.

Por eso la UE prepara nuevas sanciones consciente de la necesidad de seguir manteniend­o el contacto porque necesita de Rusia en varios conflictos internacio­nales, como el acuerdo nuclear con Irán, las guerras en Siria y Libia y contra la crisis climática.

Las sanciones de la UE, más simbólicas que fuertes, buscan dejar abiertas

vías de diálogo

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