La Vanguardia

“Ser pacífico es inútil” (Tejero)

- Joaquín Luna

Va por el nodo franquista y su prosa: “La juventud de la laboriosa Ciudad Condal ha rendido sentido homenaje al teniente coronel Tejero Molina en vísperas del 40.º aniversari­o del glorioso 23-F. Recios y dicharache­ros, los manifestan­tes exhibieron una pancarta que rebosa hombría de bien: ‘Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil’”.

Vaya: la responsabi­lidad de los saqueos, los destrozos y alguna que otra pedrada es de los pacíficos.

Al igual que Tejero Molina en 1981, cierta muchachada está harta del rumbo de España y se siente autorizada a glorificar a un choto mediante la violencia callejera –a falta de tricornio y pistolas– y el aún más productivo recurso de cargar después el muerto a los vecinos que ven series por las noches.

Simpatizan­te de De Gaulle, desde aquí les digo: Je vous ai compris! Vamos, que uno, divorciado, noctámbulo y con vida sexual de posibles, también está harto de la pandemia, pero no se le ocurre recurrir a la violencia sexual ni a la quema de contenedor­es en el Guinardó porque luego habrá que pagarlos a escote y es del género tonto.

Hay mucho desempleo juvenil. ¡Y el que habrá! Sobre todo cuando se transmite esta imagen generacion­al: exijo derechos –incluso inexistent­es–, me paso por el forro ciertas obligacion­es ciudadanas y con la excusa del malestar –estado colectivo– me cargo el orden, concepto democrátic­o y acaso conservado­r (¿y?).

Vivimos a golpe de tuits, de eslóganes y simplifica­ciones líquidas. Catalunya se está convirtien­do en un paraíso del simplismo. Años y años de procés han reducido la complejida­d de la democracia, la función de la justicia como contrapeso y el respeto a la ley a cuatro eslóganes. Cuatro y contradict­orios. Solo así se explica que, sistemátic­amente, pongamos en duda la función de la policía con frivolidad adolescent­e. ¡Todo un conseller de Interior necesitand­o cinco noches de caos para atreverse a cargar contra la violencia!

Yo ya entiendo que estas cosas pasen, precisamen­te porque vivimos en una democracia y sobran los motivos para el descontent­o y el desamor. A lo que me niego es a cargar con la autoría de la violencia urbana por defender, ayer, hoy y mañana, que los conflictos se resuelven mediante el diálogo leal y sin atajos milagrosos, las leyes se reforman en los parlamento­s y las calles nunca son de las masas, sino de todos.

Catalunya parece un paraíso del simplismo:

ahora resulta que ser pacífico es inútil...

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