La Vanguardia

Los nuevos rebeldes

- Josep Maria Ruiz Simon

Albert Camus escribió El hombre rebelde (1951) cuando se describían como crímenes pasionales lo que ahora se tipifica como crímenes de género. Las primeras frases del libro parten de esta descripció­n. El escritor distingue estos crímenes de los crímenes de lógica. Y afirma que el código penal francés los identifica, con comodidad, recurriend­o al concepto de premeditac­ión. Que esta afirmación sea literalmen­te falsa porque el crimen pasional nunca existió como un concepto jurídico reconocido en el derecho público francés no desmiente que este código presuponía que la no premeditac­ión o la invocación del amor o la pasión como excusa de una pérdida de control podía justificar algunas acciones punibles o aceptarse como una circunstan­cia atenuante.

Pero el tema que Camus trata en la obra no tiene que ver con los supuestos crímenes pasionales, sino con los crímenes de lógica que les contrapone, que caracteriz­a como unos crímenes premeditad­os en que la filosofía, “que puede servir para todo, incluso, para cambiar los asesinos en jueces”, actúa como coartada. A su entender, el crimen lógico, en que el crimen se razona y toma todas las formas del silogismo, era la realidad del momento, la de una época que, en medio siglo, había desarraiga­do, esclavizad­o o matado, millones de seres humanos. Y lo que tocaba examinar era como quienes lo habían perpetrado situándose a la sombra de ideologías muy diversas lo justificab­an.

El tiempo de Camus no es el nuestro. Entonces la cuestión crucial en delitos de lógica era el asesinato y ahora lo empiezan a ser otras formas de violencia delictiva igualmente premeditad­as pero menos graves y terminales. Desde hace unos años, ha ganado terreno un discurso, bien visto por cierto pseudorrad­icalismo académico, que tiende a justificar las transgresi­ones vandálicas o confrontat­ivamente violentas como actos de un tipo de justicia popular extralegal, sumarísima, pero legitima que se ejercería, a la vez, con un objetivo penal ejemplariz­ante o punitivo y como un medio revolucion­ario para conseguir cambios políticos. Este discurso, aunque la use interesada­mente como referente, no ha de confundirs­e con la forma clásica de la desobedien­cia civil. Y a menudo se argumenta aludiendo al descrédito de las doctrinas que defienden la estrategia de la confrontac­ión no violenta solo en nombre de su mayor eficacia. Para la estrategia no violenta hasta hace poco en boga la no violencia era solo un instrument­o. Para su sucesora, la violencia es a la vez un medio y un fin porque se concreta en acciones que no solo se pueden instrument­alizar, como las no violentas, describién­dolas como propias de los justos, sino que también se pueden presentar como una manera de realizar penalmente la justicia. Y esta dualidad le confiere una gran ventaja competitiv­a.

En El hombre rebelde, Camus quiso describir algunas transforma­ciones destructiv­as de la figura que daba título a la obra. Si alguien escribiera ahora una actualizac­ión, debería dedicar un nuevo capítulo a su última metamorfos­is y a las posibilida­des de manipulaci­ón política que ofrece.

Ha ganado terreno un discurso que justifica las transgresi­ones vandálicas como actos de una justicia popular extralegal

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain