Abengoa pone fin a su larga agonía y solicita al juez entrar en concurso
La ingeniería sevillana tiene cerca de 14.000 empleos, unos 3.000 en España
La ingeniería sevillana Abengoa presentó ayer concurso de acreedores tras constatar que el plan de reestructuración aprobado el pasado mes de agosto no ha podido completarse y que no hay ni habrá dinero en la caja, ya que la banca no ve ninguna alternativa viable. La compañía, fundada en 1941 y sumida en una grave crisis desde finales del 2015, anunció a primera hora de ayer que iba a celebrar una reunión del consejo de administración con la intención de tomar “las decisiones que le correspondan para proteger los intereses de Abengoa y de su grupo de sociedades, teniendo presentes asimismo a todos sus grupos de interés”.
Dicho y hecho. El concurso fue enseguida una realidad en el juzgado mercantil 2 de Sevilla. El concurso será doloroso para los 14.000 trabajadores de la multinacional, de los que unos 3.000 están en España. No hay dinero para pagarles y el concurso también pretende ordenar, con la tutela judicial, el proceso de desvinculación de quienes forman parte de la plantilla para que sus derechos no se lesionen.
Tal como explicó ayer la empresa en un comunicado remitido a la CNMV, “esta medida es la más adecuada para salvaguardar los intereses de la sociedad y de todos los acreedores”. La nota también dice que el consejo “sigue comprometido en buscar alternativas para evitar la inviabilidad de las sociedades filiales que desarrollan la actividad del grupo y, con ello, preservar el empleo y tratar de minimizar la pérdida de valor”.
Ahora mismo, hay pocas o ninguna. La banca ya no está dispuesta a otorgar más liquidez a la ingeniería y, además, subyace un problema estructural de solvencia. La semana pasada, Abengoa presentó por fin las cuentas consolidadas del 2019, en las que declaró unos fondos propios negativos de 4.760 millones. Obviamente, los números rojos continuaron engullendo el patrimonio en el 2020... debido a la recesión provocada por la pandemia.
Con todo, la penosa situación financiera de Abengoa se arrastra desde noviembre del 2015. En ese momento, la compañía presentó preconcurso de acreedores con una abultada deuda, que superaba los 20.000 millones, contando la financiera y la correspondiente a los proveedores. Para superar la situación, entregó prácticamente todo el capital a los acreedores financieros, que se quedaron con el 95% de la empresa tras convertir su deuda en capital. Posteriormente, hubo dos reestructuraciones más, pero el problema de fondo no se resolvió nunca: Abengoa seguía teniendo muchísima deuda y no era viable.
El último intento puesto en marcha el pasado verano consistía en traspasar los activos buenos de Abengoa a otra compañía y dejar morir a la empresa original. Parecía que el nuevo milagro se iba a producir, pero los accionistas minoritarios se agruparon y lograron desbaratar los planes de Gonzalo Urquijo, el presidente. Tras conseguir remover al consejo, el acuerdo de reestructuración entró en barrena. Abengoa valía ya solo 116 millones en bolsa, muy lejos de los 4.000 millones de su máxima capitalización. Hoy se mantiene como una firma cotizada, aunque con la negociación de sus acciones suspendida desde julio del 2020.
El fracaso del plan de reestructuración deja a la compañía sin nada de liquidez y la aboca a acudir al juzgado