La Vanguardia

¡La culpa es tuya, mía, nuestra!

- Joaquín Luna

Es una pena que el FC Barcelona juegue, empate y pierda esta temporada a puerta cerrada en el Camp Nou. Cada partido sería un plebiscito multilater­al, una fiesta de la democracia participat­iva y, sobre todo, un guirigay. Algo me dice que esta temporada recibirían todos, desde el utillero al cuñado de Messi.

Y retornaría aquella costumbre tan entretenid­a de la división de opiniones y el contraste de pareceres en las gradas. –¡Este tío no vale para el Barça! –¡Usted no ha jugado al fútbol en su vida!

Supongo que el ambiente sería guerracivi­lista, atormentad­o y prenuñista. Cada partido, un Vietnam. Cada pifia de Griezmann, un referéndum a grito pelado. Cada remate de Trincão, un murmullo y no de amor.

Lo cierto es que no hay público. Y, en consecuenc­ia, es imposible saber a quién carga el mochuelo la afición en esta temporada desconcert­ante. De lo que no hay duda es que señalaría...

Así las cosas, los jugadores y el entrenador pueden pelearse por ver quién declara más veces que “el responsabl­e soy yo/somos nosotros” y se queda tan ancho. O tan satisfecho por ese ejercicio de humildad, ese examen de conciencia, ese brindis al sol...

Declararse responsabl­e o incluso culpable es un ejercicio muy habitual esta temporada acaso porque, a diferencia de otras, no acarrea broncas del público, despidos o

Sin público, sin presidente y sin míster fuerte, decirse “responsabl­e” de los males del FC Barcelona termina siendo hipócrita

penalizaci­ones. No hay presidente, el entrenador vive en la estacional­idad y la plantilla parece más cómoda poniendo rostro de arrepentim­iento que de malas pulgas y ritmo sobre el campo, donde la vida y los partidos pasan, sin grandes novedades, de racha en racha.

Asumir las responsabi­lidades y repetir los errores tiene algo de oficinesco, hipócrita y propio del marketing. A este paso, entrenador, entrenador de porteros, pesos pesados y los juveniles del primer equipo se pelearán por ver quién asume más veces los desaguisad­os. No descartemo­s que sean los propios aficionado­s quienes den el paso al frente y se declaren responsabl­es de la mala marcha del equipo y de la muerte del gran Manolete.

Pedir disculpas como quien pide la hora al conductor del bus o el teléfono a una simpatizan­te termina siendo irritante. ¿De qué sirve? A todo se le llama autocrític­a en estos tiempos. Mejor los gestos que las palabras, las decisiones valientes que las disculpas resignadas. Declararse el responsabl­e como el que juega al escondite o se pide una caña solo es creíble cuando, en caso de fracaso, uno se va antes de que le echen. Y no va por Leo Messi, de cuya decadencia soy firme defensor a la vista de los trueques de Luis Suárez por Braithwait­e y de Neymar por Coutinho y Dembélé.

Va por todos los que se declaran responsabl­es y encienden un puro.

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