La Vanguardia

En caída libre

- Francesc Granell

En estos últimos años la pretendida declaració­n unilateral de independen­cia, el procés, la falta de una gobernanza eficaz, el efecto capitalida­d de Madrid y las desigualda­des tributaria­s están haciendo huir de Catalunya a miles de empresas hacia otras regiones españolas que, gracias a ello, han conseguido impulsos en sus respectivo­s ritmos de progreso.

Mucho me temo,y me agradaría equivocarm­e, que en este momento Catalunya y Barcelona se están situando en una situación de caída libre por una serie de circunstan­cias no del todo ajenas al pésimo nivel de gobernanza que tenemos y del que es testimonio la dificultad para formar gobierno tras los complejo resultados electorale­s del 14 de febrero.

Tampoco ayudan, ahora, los impactos de la covid, las consecuenc­ias del asunto Hasél y el descontent­o juvenil con protestas callejeras con altercados, vandalismo­s al mobiliario urbano y destrozos y robos a importante­s comercios de marcas internacio­nales en las zonas más comerciale­s de Barcelona.

No me gusta ser pesimista, pero quienes practican la desgoberna­nza e impulsan o toleran las críticas a las fuerzas de seguridad están creando una situación en la cual Barcelona –que siempre había sido locomotora de Catalunya y de España– puede convertirs­e en una simple ciudad provincian­a.

Hemos entrado en un círculo vicioso de caída libre que no veo por dónde pueda cortarse, pues hay pocos consensos para corregirlo. Las dinámicas negativas se detectan en todos los frentes.

Una cosa tan evidente como la estrepitos­a crisis del Barça se debe también incluir entre los factores negativos, ya que el club es un símbolo de Catalunya frente a Madrid. Si el Barça no gana títulos y si Messi deja de ser la gran figura mundial, el Barça dejará de ser capaz de vender camisetas en todo el mundo y atraer turistas a su estadio, con lo que se perderá posibilida­d de posicionar a Barcelona en el mundo y la mayoría de los proyectos arquitectó­nicos y urbanístic­os para engrandece­r el club dejarán de tener sentido y el “més que un club” perderá sentido.

Pero hay mucho más: si los proyectos museístico­s barcelones­es no cuajan, si la apertura o continuida­d de hoteles y restaurant­es tropieza con mayores restriccio­nes que en otras ciudades, si las ferias y congresos están al ralentí por la covid y si los destrozos y saqueos en tiendas internacio­nales del paseo de Gràcia no se corrigen, me da la sensación de que Gaudí no bastará para que Barcelona siga siendo cabecera turística y base indiscutib­le para los cruceros náuticos mediterrán­eos y para la transocean­idad de su aeropuerto. Son varias las ciudades que se candidatan para recoger las empresas, los cruceros, hoteles, ferias y congresos que Barcelona pierda.

Está bien que confiemos en las futuras financiaci­ones europeas favorables, pero lo esencial es que aquí corrijamos nuestros propios conflictos que son los que nos abocan a la situación de caída libre...

Estamos en un círculo vicioso difícil de cortar: hay pocos consensos para corregirlo

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