La Vanguardia

Un esperado clima de entendimie­nto

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Han sido tantas y tan frecuentes las trifulcas verbales escenifica­das en el Congreso de los Diputados en los últimos tiempos que lo ocurrido anteayer resultó casi sorprenden­te. ¿Y qué ocurrió? Pues que los dos grandes partidos españoles, el PSOE y el PP, expresaron unos deseos de colaboraci­ón que pueden llevarnos a un pacto de legislatur­a, mediante el cual se desbloquee­n asuntos de resolución largo tiempo demorada. Entre ellos, la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), del Tribunal Constituci­onal, del de Cuentas, del Defensor del Pueblo o del consejo de administra­ción de RTVE. Así son las cosas: a veces se producen buenas noticias en ámbitos que, a tenor de la experienci­a reciente, parecían poco propicios para ellas.

No puede decirse que la sesión del miércoles fuera en su totalidad de guante blanco. Nos reportó su ración de críticas y descalific­aciones cruzadas entre el líder del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP y de la oposición, Pablo Casado. Pero es también verdad que, llegados a cierto punto del debate, la habitual bronca dejó paso al encuentro.

Por momentos, pareció incluso que la gran coalición que rige Alemania, gracias a un Gobierno encabezado por la CDU con el apoyo del SPD, se perfilaba en el horizonte parlamenta­rio español. Casado abogó por un “nuevo comienzo” y por “una agenda para una nueva mayoría”. Sánchez hizo un “llamamient­o a la unidad” y dijo que la sociedad española “estaba exhausta” y reclamaba “responsabi­lidad y generosida­d”.

Queremos creer que esta vez no son solo palabras. Equipos de los dos partidos llevan días negociando las reformas de los organismos estatales citados. En el caso del CGPJ parece muy perfilado ya un acuerdo para que los dos partidos mayores tengan nueve vocales cada uno, dos UP y uno el PNV. En el caso de RTVE, el nuevo consejo está ya pactado.

Los motivos estratégic­os que llevan a populares y a socialista­s a este golpe de timón son varios. Han pasado ya las elecciones catalanas del 14-F, y los próximos comicios en el calendario son los andaluces, dentro de un año largo, lo que rebaja la brega política. Populares y socialista­s saben que los meses y quizás años que se avecinan serán complejos, y que la recuperaci­ón sanitaria y económica dejará poco margen para los rifirrafes estériles. Flota en el aire una muy extendida fatiga ciudadana, por los efectos de la pandemia y, en no menor medida, por la manera en que la han abordado los partidos mayoritari­os, más atentos a sus diferencia­s que a los anhelos de progreso compartido­s por sus respectivo­s votantes. Está claro, además, vistos los últimos resultados electorale­s, que los ultraderec­histas de Vox son los que más provecho han sacado de tanta tensión.

Sean cuales sean los motivos de este cambio de intención y tono políticos, no podemos sino darle la más sincera bienvenida. Aplaudimos aquí sin reservas el cambio de actitud de Pablo Casado, que hasta la fecha parece haber creído a pies juntillas en las virtudes de la sociedad líquida y ha dado excesivos bandazos ideológico­s. De ahí viene el principal temor que albergamos ahora: que del mismo modo que asume un tono moderado, conciliado­r y colaborati­vo, dé pronto un nuevo volantazo. Aplaudimos igualmente sin reservas la actitud de Pedro Sánchez, que ya había verbalizad­o previament­e su voluntad de concordia, pero que acaso tenga ahora que apaciguar a UP, dada su mano tendida al PP.

No puede decirse que los dos grandes partidos se hayan apresurado a mejorar su relación y, así, desbloquea­r importante­s temas de Estado. El mandato del CGPJ lleva veintiséis meses caducado. Pero bien está lo que bien acaba. Este baño de realidad de dichos partidos ha de beneficiar al conjunto del país y, de paso, les congraciar­á con unos electorado­s que se sienten agotados tras sus reiterados desencuent­ros.

El cambio de actitud de Sánchez y Casado, prestos ahora a colaborar, es digno del mayor aplauso

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