Vida en Marte

Algún tipo de vida ha de existir en Marte”, asegura la científica. Seguro que si sigo leyendo entiendo por qué palmariamente ha de haber vida en Marte. Pero no tengo tiempo para Marte. Qué lentas las imágenes del contacto marciano. No generan odio ni adhesión, por eso me resultan innecesarias. Tanto ruido por nada con Marte. Como en la consulta de un dentista, uno pierde el tiempo leyendo revistas escritas por gente que, eso sí, ojalá estuviera en Marte. Leo y pienso: “¿A quién le importa…?”. Y ellos, a buen seguro, me contestarían: “¿A quién le importa que no te importe?”. Todo tan trascendente, todo tan ridículo en Marte. Cuarenta fotógrafos ante un lanzador de botella contra la Guardia Imperial. El invierno del descontento. Cuando yo era adolescente ya vivía en Marte y destrozábamos cosas por el placer de romperlas. No es que estuviéramos muy enfadados o politizados. Era más bien por hacer algo. Si volviera atrás en el tiempo, hablaría de revolución, de caos y nigromancia 78. Pero en esa época era divertido hacer cosas que no estaban bien. Pero todo sin simbología, asilvestrado el ademán, muy barata la pose.

Cuando fui universitario, de tanto en tanto, unos tipos interrumpían la clase y convocaban una huelga. nunca supe el motivo de ninguna, pero las secundé todas. Prefería estar en casa escuchando discos, con la novia, bebiendo o callejeando Marte arriba, Marte abajo antes que estar en clase. No teníamos coartada ni estábamos alumbrando un nuevo amanecer de caos y tiendas Diesel. Solo era aburrimiento y necesidad de acción. No recuerdo quién mandaba entonces. Quizás, al igual que hoy, no mandaba nadie. Solo recuerdo que había gente cobarde y otra que amenazaba con pegar. nadie educaba en la calle. eso vino luego cuando fuimos adultos y decidimos que Marte era un planeta sin vida, inteligente al menos.