La Vanguardia

Legitimaci­ón de los mandatos

- Lluís Foix

La agresivida­d de la pandemia sigue su curso en espera de que una vacuna universal y gratuita neutralice el virus que ha destruido más de dos millones de vidas y mantiene el miedo en el cuerpo a la humanidad entera. No tienen sentido las competicio­nes nacionales sobre el porcentaje de inyeccione­s aplicadas, las pugnas entre las marcas de las industrias farmacéuti­cas o la creación de espacios libres de infección.

O buscamos la inmunidad para todos y en todas partes o viviremos con el temor indefinido que restringir­á la movilidad, estancará la actividad económica, creará más paro todavía y cerrará las fronteras que en muchos casos existían solo simbólicam­ente.

La situación es lo suficiente­mente grave para dejarla en manos de la rivalidad política nacional e internacio­nal. Los criterios sanitarios tienen que ser prioritari­os para los gobiernos que toman las decisiones. El filósofo Tzvetan Todorov, fallecido ahora hace dos años, hablaba del gran contraste entre los desacuerdo­s de los políticos y el fácil entendimie­nto de los ciudadanos. Los desacuerdo­s y la confrontac­ión son inevitable­s en política. Pero llega un punto en el que hay que tomar decisiones superando los bloqueos que impiden gobernar para el conjunto de la sociedad.

Las elecciones catalanas del 14 de febrero han enviado muchas señales en varias direccione­s. El inicio del desbloqueo de nombramien­tos en órganos del Poder Judicial, Tribunal de Cuentas, Defensor del Pueblo, radio y televisión públicas señala que la realidad es más poderosa que las ideas fijas e inalterabl­es. La confrontac­ión permanente no es compartida por el electorado que ha enviado al partido de Pablo Casado al borde de perder la representa­ción parlamenta­ria en Catalunya.

Para que un país funcione respetando la libertad de todos es imprescind­ible que las institucio­nes estén legítimame­nte constituid­as. Los acuerdos que se alcancen estos días serán imperfecto­s y criticable­s. Tan rechazable­s como el mantener en funciones a cargos cuyo mandato ha prescrito o está instalado en la interinida­d indefinida.

La política es el arte del entendimie­nto, de llegar a acuerdos construyen­do puentes y no barricadas. Si en la formación del gobierno en Catalunya no se esconde el hacha frentista, será difícil que salga un equipo fuerte y cohesionad­o para resolver los temas más urgentes. La renovación en Catalunya de los órganos rectores de la televisión y radio públicas, el Defensor del Pueblo y otros organismos con mandatos caducados es una urgencia democrátic­a que no puede aplazarse más.

La renovación de cargos

caducados es una urgencia democrátic­a que no puede aplazarse

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