La Vanguardia

“El deseo cambia, pero nunca muere”

- Fernando García

En la película que el mexicano Arturo Ripstein estrena hoy en España, El diablo entre las piernas, hay sexo, celos y vejaciones. Pasión a raudales y amor, aunque también crueldad. Los personajes rondan los 80 años, van todo el rato en bata y ropa interior y no se andan por las ramas ni de palabra ni de obra. “El deseo sexual no se acaba, se modifica; cambian las fuerzas y la forma de encauzarla­s”, dice el director. Los protagonis­tas de su cruda película en blanco y negro están “en disposició­n genital”, añade, y su atracción –mutua o por otros– “no se domestica”. En sus cuerpos permanece la “posibilida­d del estrépito”.

El diablo entre las piernas desafía con radicalida­d el tabú del sexo en la vejez. Ripstein menciona otro filme durillo sobre pasión al final de la vida, Amor, de Michael Haneke. Y lo hace para dejar claro que, frente a ese relato “blando y dulce en el que prevalecen los recuerdos pero ya no hay pasión”, la historia de Beatriz y su marido en su película (Silvia Pasquel y Alejandro Suárez) es “contraria a la ternura”.

La cinta, de estética expresioni­sta, está construida a base de largos planos secuencia que siempre acaban reuniendo a los personajes principale­s, desde una perspectiv­a externa con dos narradores: la cámara, como testigo mudo, y la joven asistente, que acaba tomando partido “porque se enamora del amor” como lo entiende el señor de la casa. O sea sin complejos, por decirlo suave. /

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