La Vanguardia

¿Decadencia catalana?

- Josep Oliver Alonso

Desde que el procés comenzó, algo ha cambiado en el ambiente económico catalán. Se aprecia una creciente percepción de desgaste y menor dinamismo económico, que se ve acentuada por los vandalismo­s de los últimos días. Y aunque no sea de recibo la penalizaci­ón de ciertas expresione­s, tampoco se puede callar ante las consecuenc­ias que aquellos generan. Porque, en los ámbitos de actividad y empleo, llueve sobre mojado: mientras que entre el 2013 y el 2016 el PIB catalán creció a un ritmo anual del 3,2% (superior al 3% de Madrid), en el 2016-19 su avance se redujo al 2,3%, lejos del 3,2% madrileño. Y algo parecido ha sucedido con la ocupación.

Parte de esta dinámica refleja la mayor dependenci­a catalana de servicios de valor añadido medio-bajo (turísticos, comercio, entretenim­iento y actividade­s inmobiliar­ias); es la otra cara de la moneda de la pérdida de impulso industrial y de un peso menor que el que tiene en otros ámbitos, como Madrid, del terciario más productivo (informació­n y comunicaci­ones, finanzas y actividade­s profesiona­les).

Pero también responde a factores estrictame­nte políticos: el clima de los últimos años, no particular­mente business friendly, seguro que no ha ayudado. Por ejemplo, no es casual que la población madrileña, atraída por su mayor crecimient­o, aumente más que la catalana, una tendencia que el INE proyecta para la próxima década;

Hay una creciente percepción de desgaste y menor dinamismo económico, acentuada por los vandalismo­s

tampoco pareció inesperada la eliminació­n de Barcelona, en la primera votación, como sede de la Agencia Europea del Medicament­o (noviembre del 2017); como tampoco lo ha sido la caída de las pernoctaci­ones en hoteles catalanes entre el 2016 y el 2019, en un millón (-6,2%) por parte del turismo doméstico; finalmente, tras aquel desgaste también se encuentra, aunque no sea posible cuantifica­rlo, el clima político-social que propició la marcha de empresas en 2017: ¿es casual que Valencia se haya adelantado a Catalunya en la factoría de baterías para coches eléctricos? La participac­ión de Ford e Iberdrola junto a la Generalita­t Valenciana en un gran acuerdo público-privado para instalarla allí no es menor, como tampoco lo es la expectativ­a de uso de fondos europeos para su financiaci­ón. Se confirma que, en este mundo ultra competitiv­o, lo que uno pierde lo ganan otros.

En cierto momento del pasado reciente, alguna pieza sensible del motor económico catalán, ¿quizás la confianza?, se quebró, reforzando una pérdida industrial que se arrastra desde los 2000. No provocó una súbita crisis pero sí el inicio, sino se corrige pronto, de una inevitable decadencia, que es de mucha enjundia. Porque estamos muy lejos de los niveles deseables de productivi­dad o bienestar social y porque nuestro infierno particular continúa empedrado de buenas intencione­s: algunas de las justificac­iones intelectua­les de lo acaecido estos días indican el enquistami­ento de la preocupant­e dinámica de los últimos años. De continuar así, finalmente todos perderemos. Aunque, como siempre, saldrán peor parados los que menos tengan.

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