La Vanguardia

Tiziano desata la pasión en el Prado

La pinacoteca agrupa por primera vez los seis cuadros sensuales que el maestro italiano pintó para Felipe II inspirado en las ‘Metamorfos­is’ de Ovidio

- FERNANDO GARCÍA

Amor y belleza, deseo y muerte. Todo está en los mitos antiguos. Tiziano plasmó de manera sublime las leyendas clásicas de las pasiones y, por encargo de Felipe II, escenificó las más atractivas de ellas en sus magnas poesías. Se trata de seis cuadros de gran tamaño cuyas idas y venidas, más algún que otro cambiazo e intento de robo, compite en interés con las apasionant­es historias y las sensuales formas de las propias obras. Ahora, más de cuatrocien­tos años después, el Prado vuelve a reunir los lienzos por vez primera vez en nuestra era. Lo hace a través de una exposición aderezada con otras 23 pinturas de maestros europeos, unos contemporá­neos y otros posteriore­s al considerad­o como máximo exponente de la escuela veneciana. Es Pasiones mitológica­s. Tiziano, Veronese, Allori, Rubens, Ribera, Poussin, Van Dyck, Velázquez, que podrá verse desde el próximo martes hasta el 4 de julio. La gran estrella del núcleo que forman las seis poesías de Tiziano es Danáe, primero de los cuadros entregados al monarca español (en 1553). Es el bello y atrevido relato pictórico del momento en el que Júpiter -equivalent­e romano de Zeus- se cuela en la habitación de la princesa de Argos y la posee mediante una lluvia de oro. Dánae ha sido encerrada por su padre, el rey Acrisio, para que no tenga un hijo porque el oráculo le ha dicho que este sería quien acabaría con su vida.

Tiziano pintó unas cuantas versiones de la secuencia. La primera (1544-1545) la hizo para el cardenal Alessandro Farnese, que quiso figurar trasmutado en Júpiter y convertir a la princesa mitológica en una cortesana que recibe oro por sus servicios ante la mirada del ángel Cupido. Este cuadro sirvió de modelo para el de Felipe II. Pero en este último Tiziano sustituye a Cupido por una anciana que, por efecto de contraste, resalta la juventud y la hermosa desnudez de Dánae.

Felipe II conservó la pintura que compró a Tiziano, primero en el Alcázar y después en el Buen Retiro como consecuenc­ia de la jugada de Velázquez que luego veremos. En todo caso, a finales del siglo XVIII se eliminó el tercio superior de esta Dánae (unos 70 centímetro­s) por su mal estado. Descripcio­nes antiguas y una copia flamenca revelaron que en esa parte figuraba el rostro de Júpiter y un águila con rayos, atributos del dios.

Tiziano pintó hacia 1565 otra versión de la secuencia mitológica, tal vez la mejor de todas y sin duda la más erótica. En ella desaparece el velo que tapaba el vientre de la princesa, quien con su mano izquierda separa sus piernas para famadrileñ­a, cilitar a Júpiter el acceso a ella mediante su lluvia de oro. Esta es la obra incorporad­a hoy a los fondos del Prado, y hasta hace siete años se creía que era la encargada por Felipe II. Pero no.

El error se debió a una operación de Velázquez en su condición de pintor de cámara. El sevillano compró esa versión más erotizada, titulada Dánae recibiendo la lluvia de oro, durante su primer viaje a Italia en 1629. Se la adquirió al aristócrat­a genovés Giovanni Carlo Doria, que al parecer la había comprado a Tiziano unos diez años antes. A su regreso a Madrid, Velázquez sustituyó la Dánae encargada por Felipe II por la que había traído de Italia, que instaló en su lugar en las Bóvedas del Álcazar; la versión algo más casta adquirida por el rey se la llevó al Buen Retiro.

José Bonaparte trató de llevarse esa primera Dánae más recatada -junto con otras 250 obras de artecuando huía de España al perder la Guerra de la Independen­cia. Pero a su paso por Vitoria el duque de Wellington, comandante en jefe de las fuerzas aliadas británicas, paró los pies al francés y recuperó la mayoría del botín (Bonaparte se llevó algunas joyas). En agradecimi­ento, Fernando VII le regaló la pieza de Tiziano. Y el lienzo forma parte hoy de la Wellington Collection de Londres, que lo ha cedido para esta exposición.

Fue el historiado­r londinense Paul Joannides el que alertó sobre la posibilida­d de que la obra de la Weillingto­n Collection fuera la primera poesía que Tiziano entregó a Felipe II. El entonces jefe de Pintura Italiana y hoy director del Prado, Miguel Falomir, le escuchó. La pieza fue enviada a la pinacoteca donde se estudió y se restauró en su prestigios­o taller. Y en vista de los análisis, Falomir dio la razón a Jonnides. En el 2014, ambos publicaron los resultados de las pesquisas, incluido el cambiazo de Velázquez, en el libro ‘Dánae’ y ‘Venus y Adonis’: las primeras ‘poesías’ de Tiziano para Felipe II. No en vano Falomir es comisario de la muestra que este martes se abre en el Prado, mano a mano con el jefe de Conservaci­ón de Pintura Flamenca de la pinacoteca, Alejandro Vergara.

Después de Dánae, el rey recibió

HISTORIA TRAS LOS CUADROS Las idas y venidas de las pinturas compiten en interés con su alto valor artístico

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MUSEO DEL PRADO
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