La Vanguardia

El adversario del Rey

- Jordi Juan Director

La gobernabil­idad de España parece instalada en la crisis continua. Ayer fue un mal día para la estabilida­d de las institucio­nes. Dos pésimas noticias. La primera: Gobierno y oposición volvieron a aplazar el acuerdo de designació­n de los miembros de algunos organismos claves del Estado, pese a los avances de los últimos días. Otra vez acusacione­s de los dos bandos y la sensación que después de la tormenta vendrá la calma, y se llegará al acuerdo más pronto que tarde. Los fontaneros de los dos lados ya están en ello. Y la segunda noticia afecta a la jefatura del Estado: se ha sabido ahora que Juan Carlos I ha regulariza­do rentas no declaradas durante varios ejercicios que suman más de ocho millones de euros en especies. Para hacerlo ha tenido que recurrir a amigos de confianza para reunir los más de cuatro millones que le exigía la Audiencia Tributaria. En plena crisis económica y mientras sigue instalado en Abu Dabi, estas noticias dañan aún más la imagen del rey emérito.

Solo hace falta comparar la evolución del discurso oficial de Pedro Sánchez sobre Juan Carlos I. Si en julio pasado mostraba un sentimient­o de perturbaci­ón e incomodida­d ante las noticias sobre sus andanzas, ahora ya habla claramente de “conductas incívicas” del rey emérito. La estrategia del Gobierno es diáfana. Sánchez destaca que “no se está cuestionan­do el comportami­ento de las institucio­nes” sino que lo que está en cuestión “es el comportami­ento de una persona”. Criticar a don Juan Carlos para salvar a don Felipe.

De forma aún más dura lo define el periodista José Antonio Zarzalejos en su libro Felipe VI, un rey en la adversidad, cuando concluye que “el peor adversario del Rey ha sido y sigue siendo su padre, Juan Carlos I. Nadie le ha procurado más daño moral y político que su progenitor, antes y después de su abdicación”.

El problema es que estas noticias acaban afectando también a la propia institució­n de la Corona, a pesar de la intachable actitud del actual Rey. A la espera de las reformas legales que el Gobierno está estudiando sobre la jefatura del Estado, este goteo informativ­o es una erosión constante. Y el desacuerdo permanente de Gobierno y oposición tampoco ayuda en nada. Demasiado ruido y crispación.

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