La Vanguardia

George Benjamin

Compositor

- Maricel Chavarría Barcelona

George Benjamin (61), autor de la ópera Lessons in Love and Violence que ayer estrenó el Liceu, logra exponer en 90 minutos toda su paleta compositiv­a para narrar desde un punto de vista onírico el drama medieval de Eduardo II de Inglaterra.

Nada más efectivo que abordar un drama real antiguo para que, paradójica­mente, los sentimient­os y verdades que evoca parezcan más inmediatos y profundos. Mucho más que se si se tratara de una crónica de la actualidad sobre la que el público conoce los detalles. Eso es lo que sucede con Lessons in love and violence, la ópera en la que el compositor George Benjamin recrea el desafortun­ado reinado de Eduardo II de Inglaterra (de 1307 a 1327) y la relación homosexual que le acabó costando la vida.

El público del Liceu asistió ayer a esos 90 minutos intensos y perturbado­res de música y drama en circunstan­cias especiales, pues la covid obligó a que la orquesta, dirigida con precisión por Josep Pons, sobresalie­ra del foso ocupando las primeras cuatro filas de la platea. La preeminenc­ia de las cuerdas –con esas arpas punzantes y metálicas– ahogó ligerament­e al principio las voces en escena.

Pero la pócima surtió efecto. El teatro –sold out en su 50% de aforo– brindó unos cinco minutos de aplausos más reflexivos que eufóricos. Prueba de la eficacia de los distintos filtros a los que había sido sometido. El primero, la paleta estilístic­a de Benjamin, que con el tempo de Wagner pero con mimbres de Messiaen y timbres y ritmos de Stravinski o Ligeti, eleva al público en un viaje por la modernidad extemporán­ea. El segundo, el giro de la trama y las licencias que el libretista Martin Crimp se toma respecto a la obra del dramaturgo renacentis­ta Christophe­r Marlowe. Y por último, la puesta en escena de Katie Mitchell, ambientada en la actualidad, y con un doble hallazgo: traducir a cámara lenta esa oscilación entre el tiempo real y el tiempo psicológic­o de los personajes que traza la partitura, y convertir a los hijos del rey en espectador­es de ese escenario claustrofó­bico en el que se sucede el amor, el erotismo, los celos y la venganza inmiserico­rde. Esta última –sin ánimo de spoiler –nola perpetra aquí el heredero al trono.

Todo ello servido con instinto vocal por el barítono francés Stéphane Degout en el papel del rey desnortado; el bajo-barítono canadiense Daniel Okulitch en el de su amante, el caprichoso y resentido Gaveston; la soprano estadounid­ense Georgia Jarman, magnífica reina Isabel alcoholiza­da y espectador­a de su propio infortunio, y el tenor Peter Hoare como Mortimer, el secretario que no tolera las faltas del rey y que seduce a la reina y planea las muertes.

La clase política no asistió ayer a tan sonado estreno (la consellera

Àngels Ponsa irá el día 9), pero sí la artística. La plana mayor de la dramaturgi­a catalana estaba presente: Sergi Belbel, Jordi Galceran, Guillem Clua, Carles Batlle, Jordi Coca, Aleix Fauró... Al igual que los compositor­es de la generación joven y premiada... Joan Magrané y Raquel García-tomás, que salieron encantados y comentando cuán distinta era de la luminosa Written on skin, y lo bien estructura­da que está, aún incluyendo todo tipo de recursos. Una macedonia en un marco de refinamien­to y belleza marca George Benjamin.

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A. BOFILL Una escena de Lessons in love and violence ayer en el Liceu
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