“Como una ola” y van...
Para olas, las de la Jurado y para harto
de derrotismo, su seguro servidor
Estos días me acuerdo mucho de Rocío Jurado, artista adelantada a los tiempos, mujer de rompe y rasga, ilustre chipionera –el gentilicio más comestible de España–, fallecida en el 2006.
¡Con qué desgarro y arrebato cantaba Como una ola!
La canción era un ir y venir de olas a cuenta de una relación amorosa. Un maremoto. “Como una ola llegó tu amor a mi vida”, “como una ola se fue tu amor, como una ola”. Vamos, que la protagonista, entre ola y ola, se queda compuesta y sin novio.
Al parecer, tenemos la cuarta ola de la covid a la vuelta de la esquina y quien dice la cuarta ya piensa en la quinta, y como no hay quinto malo en las corridas de toros ni en las comunidades de vecinos, habrá que hacerse a la idea de que llegará el sexto, el sexto astado y la sexta ola.
Puestos a elegir olas, prefiero las de la canción, a prueba de karaoke. Hay mucho My
way y pocos Sinatras que se atrevan con Como una ola, pieza de género que los hombres no atacan ni hartos de vino.
¿Quieren saber lo que de verdad uno piensa? A mí esto de las olas de la covid empieza a traerme sin cuidado porque ni siquiera distingo si estamos en la tercera ola o saliendo a trancas y a barrancas de la segunda. Sólo sé que quiero, necesito y deseo esperanza porque sobran los motivos para perderla y no es plan vivir así, con el alma herida, como diría mi añorado Camilo Blanes.
Hará un año ilustres estadistas europeos dijeron que estábamos en guerra y algo de eso hay. Como pringado de la fiel infantería, bombardeada a diario con una gincana de admoniciones y restricciones –muchas de ellas injustificadas–, reivindico el derecho a la moral de victoria y el rechazo a las predicciones negativas –unas se cumplen y otras no–, arropadas en ese “no descartamos” de las autoridades sanitarias –¡religiosas!– que parecen encantadas con su capacidad de mando.
Para el limpia un carajillo, para costas las de Levante, para olas la Jurado y para hastiado su seguro servidor.