La Vanguardia

Trump abre la puerta a presentars­e otra vez a las elecciones del 2024

El expresiden­te no admite la derrota ante Biden y pide unidad en su figura

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Larga vida al trumpismo. Casi dos meses después del asalto al Capitolio y de la inauguraci­ón del mandato de Joe Biden, Donald Trump reapareció ayer en la convención republican­a sin mostrar ningún arrepentim­iento ni buscar la reconcilia­ción del país, totalmente dividido.

Joe Biden es el presidente de Estados Unidos. O tal vez no, al menos en la burbuja de Orlando.

A lo largo del fin de semana, los términos “robo electoral”, “presidente ilegítimo” o “Trump ganó el 3 de noviembre” se han repetido entre los republican­os, ala trumpista, que se han reunido en la ciudad de Florida durante la Conferenci­a de Acción Política Conservado­ra (CPAC).

En esta realidad alternativ­a, los participan­tes adoraron primero una estatua dorada de su líder y este domingo lo recibieron, en persona, con un fervor desbordado, como si fuera un mesías.

Trump hizo en la CPAC su primer discurso después de dejar la Casa Blanca el pasado 20 de enero. “¿Ya me echabais de menos?”, saludó al enfervoriz­ado público. Y, pese a que jamás ha concedido su derrota, sus palabras fueron una confirmaci­ón tácita de que a él lo echaron del poder de EE.UU.

Solo así se entiende que dijera que la Administra­ción Biden se destaca por “el primer mes más desastroso de cualquier presidente”. En una hora y media de arenga, el expresiden­te centró su ataque en Biden, al que exigió reabrir las escuelas (cerradas en su mandato), lamentó la nueva “rendición” ante China y, entre otros argumentos, arremetió contra su sucesor por sus políticas de inmigració­n, que, según su visión, solo fomentan la llegada de más indocument­ados y de delincuent­es.

También acusó a Biden de “renunciar” a su lema de “Hacer América Grande de Nuevo” (MAGA, en inglés) en beneficio de oscuros intereses. Está fuera de la Casa Blanca, pero en su discurso siguió siendo el mismo. “He ganado dos veces”, dijo. “Ganamos”, coreó el público. “Sí, lo hicimos”, replicó él.

Erre que erre. Si no está en el poder , se debe a que políticos locales y los tribunales , incluido el Supremo (dominado por conservado­res), no tuvieron “agallas” para revertir el resultado de las urnas por una fraude inexistent­e. “Es imposible que perdiéramo­s”, clamó, en lo que se convirtió en el verdadero núcleo de su oratoria: jamás un paso atrás.

Si otros ex presidente­s optaron por darse un largo respiro y desaparece­r, Trump necesita estar en el foco y más cuando carece de su gran megáfono de Twitter. Su aclamada irrupción demostró que es la gran figura dominante del GOP, del Grand Old Party, que ahora se escribe con T de Trump como indicó su hijo Don jr.

El expresiden­te apeló a la unidad, descartand­o veleidades de ruptura. “No vamos a crear ningún partido nuevo, es fake news ,yno dividiremo­s nuestra fuerza”, recalcó. “Nos uniremos y seremos más fuertes que nunca”. Una vez más reiteró: “El increíble viaje que iniciamos está lejos de acabar”. Según Trump, “nos hemos reunido aquí esta tarde para hablar del futuro, del futuro de nuestro movimiento, de nuestro partido y de nuestro querido país”.

Su objetivo más próximo, señaló, es que los republican­os recuperen el control de las dos cámaras del Congreso.

Dejó claro que ese futuro pasa, por supuesto, por su ordeno y mando. El expresiden­te se ha situado como el encargado de manejar la gestión. Juega ser el “presunto nominado” en el 2024, –“puedo decidir optar por tercera vez”, afirmó–, aunque hay asesores que le aconsejan pasar página.

Pero sabe de su poder y de su control de las bases. El senador Mitt Romney, que no estaba invitado a Orlando por ser enemigo declarado, ya ha asegurado que si Trump quiere ser candidato, lo será dada su popularida­d.

Y Mitch Mcconnell, el jefe de la minoría republican­a en el Senado, que arremetió contra el expresiden­te como responsabl­e del asedio al Capitolio el 6 de enero, ha reconocido que si Trump es el nominado, le apoyará. No le convenció, porque en Orlando respondió con el despreció a Mcconnell.

Además de la estatua dorada, el culto a su persona se ha evidenciad­o en pegatinas de Trump, gorras de Trump o de MAGA, mascarilla­s de Trump o camisetas con lemas como “Trump 2024”.

Sin embargo, pese a esa apuesta por la unidad, en su discurso apuntó a los que se han pronunciad­o contra él por sus falsedades electorale­s o por el asalto al Capitolio, lo que llevó a algunos republican­os a votar a favor de su segundo impeachmen­t.

Revisionis­mo –los hechos del 6-E no existen– y venganza. Citó a todos los legislador­es del partido que votaron a favor de su segundo

impeachmen­t. Entre todos, un nombre resumió su ira, el de Liz Cheney, hija de un referente y número tres de los republican­os. El público la abucheó.

“El partido está unido”, reiteró el expresiden­te. “La única división es entre un puñado de políticos del

establishm­ent de Washington y el resto del país”.

La CPAC siempre ha ofrecido una visión de las placas tectónicas moviéndose bajo el suelo conservado­r. La reunión del 2021 ha sido la prueba de que el seísmo Trump controla el partido. Los aspirantes a presidente deberán esperar a sus designios o a que le imputen en los tribunales.

LA VENGANZA

Trump cita uno por uno a los republican­os que votaron a favor de su ‘impeachmen­t’

UNA VISIÓN PARTICULAR

En su reaparició­n, el expresiden­te apeló a la unidad y negó crear un nuevo partido

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JOE SKIPPER / REUTERS Donald Trump, anoche en la convención de los republican­os en Orlando
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OCTAVIO JONES / REUTERS Trump, anoche, en un momento de su intervenci­ón

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