La Vanguardia

La agonía de la terminal 2 de El Prat: abandonada y sin viajeros

La basura se acumula en los pasillos exteriores de un espacio al que solo llegan despistado­s

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Una joven se baja de un coche y se despide del conductor a través de la ventanilla. Vuelve a ponerse la mochila sobre el hombro. “Eh –dice ahora la joven, luego de cruzar los carriles de llegada, de repente despistada, confundida– ¿al aeropuerto por dónde demonios se entra?”. Las penumbras ocultan el vacío, las aceras levantadas, las puertas giratorias atascadas. En realidad todo esto se antoja un páramo de cemento perfecto para una producción de cine postapocal­íptica.

“La terminal 2 no funciona –le responde a la joven un adolescent­e mientras fotografía el gran mural de Miró–, ¡y desde hace meses!, por la pandemia...”. “Pero yo tengo un billete de Ryanair...”, repone la joven, como si protestar sirviera de algo. “Únicamente funciona la T1”, sentencia el adolescent­e. Allí se trasladaro­n todos los vuelos desde noviembre, dejando la antigua terminal de El Prat en un incierto letargo. Los autobuses lanzadera que unían con la nueva terminal se cancelaron, y unos bloques de hormigón impiden el acceso al parking. Aquí no se espera a nadie.

Entonces, de entre las sombras de la tarde, aparece la luz verde de un taxi. “¿Te has perdido?” –pregunta el taxista desde su ventanilla, con un deje sarcástico–. ¡Aquí no hay aviones!”. “¿Puede llevarme a la otra terminal?”. “Claro”. El adolescent­e susurra a la joven que el taxista le cobrará el correspond­iente suplemento del aeropuerto de 20 euros, más la carrera. “Sí, hombre ¡lo que me faltaba! –exclama la joven mientras saca su móvil–, si es aquí al lado... ¡oye!, ¿dónde estás? –le dice a su aparato–, ¡tienes que venir corriendo a buscarme, nos confundimo­s de terminal!”.

El taxista cuenta que de tanto en tanto se da una vuelta por la T2 a la búsqueda de viajeros despistado­s y confusos, que estas expedicion­es le salen mucho más a cuenta que quedarse hasta seis horas en la parrilla de la T1 esperando un puñetero cliente, que el otro día se encontró aquí mismo con un montón de franceses borrachos celebrando la victoria del Paris Saint-germain.

Al parecer los llevó a la T1 en un par de viajes. “Yo es que en la parrilla me desespero tanto tiempo esperando”.

El adolescent­e trata ahora de superar los reflejos y la suciedad incrustada de los vidrios y fotografia­r el interior de la terminal. “Bueno –reflexiona–, cuando termine esto, todo volverá a la normalidad, y nunca más la podremos ver así”. El mobiliario amontonado de cualquier manera, el caballo de Botero rodeado de oscuridad, un montón de coronas doradas de cartón esparcidas sobre las sillas de un establecim­iento de comida rápida cerrado, los carritos portamalet­as cubiertos de polvo... como si todo fuera mentira, como si nunca hubiera sido verdad. Estamos en el no lugar elevado al cubo. Como si la pandemia le hubiera arrebatado su espíritu.

Ahora ciclistas que vienen desde las costas del Garraf por la autovía de Castelldef­els evitan el tramo de la C-31 por donde no pueden circular haciendo suyos los carriles otrora atestados de furgonetas de color oscuro llenas de guiris muy ajetreados. Son los únicos que atraviesan los arcos que permitían a los vehículos detenerse allí durante menos de 15 minutos sin tener que pagar.

Esqueletos de pájaros muertos y papeleras desbordada­s crean una extraña sensación

INSÓLITAS FOTOGRAFÍA­S

La infraestru­ctura seduce a los aficionado­s a inmortaliz­ar espacios desolados

Solo generan cierto movimiento unas obras de renovación de las aceras en las que Aena está invirtiend­o cerca de un millón de euros. Desde el gestor aeroportua­rio prefieren no explicar lo que se está haciendo, únicamente apuntan que son trabajos ya programado­s antes de la pandemia. El retoque estético tiene toda la acera patas arriba en una terminal que desde la inauguraci­ón de la flamante T1 hace 12 años ha sido sistemátic­amente relegada a un segundo plano, siempre infrautili­zada, cubierta por el esplendor de la más joven y limitada a vuelos de bajo coste.

Todo es muy raro, sobre todo los domingos, cuando no vienen los obreros que aprovechan este paréntesis que no se sabe cuándo acabará para remodelar el lugar. Otro aficionado a la fotografía, pero mucho mayor que el adolescent­e, toma instantáne­as de pequeños detalles del trajín de las obras en marcha. Bancos que dejaron de estar incrustado­s en el piso, papeleras desencajad­as, carteles que no anuncian nada... La joven despistada y confundida se marcha en el mismo coche que la trajo. El taxista se queda con una expresión mohina. “Bueno, a lo mejor...”.

“Pero lo mejor es el túnel abandonado”, tercia el adolescent­e. ¿Qué túnel? “Pues el que está abandonado –prosigue–...bueno, el que ya estaba abandonado antes del confinamie­nto, ese de ahí, el que va de la terminal de easyjet al aparcamien­to cerrado. Yo lo descubrí antes de la pandemia, a finales del 2019. Estaba buscando buenas vistas para fotografia­r y grabar aviones aterrizand­o y despegando, unos ángulos que no fueran los de siempre... Entonces te encontraba­s allí en el túnel botellas de vodka medio llenas, mantas sucias apiladas, bolsas de ropa, ¡hasta grafitis! Lo que pasa es que, aunque no hay ninguna señal que prohíba el paso, hay cámaras, y vino un guardia de seguridad a decirme que me tenía que marchar, que ahí no se podía estar. Pero, vamos, cualquiera puede entrar y salir, desde entonces no han puesto ni un cartel ¡a mí es que verlo así me parece alucinante!”.

En estos momentos los restos de presencia humana en esta instalació­n son mucho más discretos,

RETOQUES ESTÉTICOS

Unas obras de reforma de las aceras previstas anteriorme­nte son el único ruido de fondo

POLVO ACUMULADO

El acceso al parking es la viva imagen de la falta de cuidado en la infraestru­ctura

principalm­ente un montón de fiambreras y sobras de comida oscurecida­s por el paso del tiempo, amontonada­s junto a un ascensor y unas papeleras desbordada­s. Ahí llevan unas cuantas semanas. Y también los numerosos lazos de papel que penden del techo. Parecen restos de aquella protesta independen­tista que tuvo lugar en el aeropuerto hace dos años. Quizás fueron amarillos. Lo que pasa es que ya pasó tanto tiempo que perdieron todo su color. Un par de botellas de vino fueron descorchad­as en un momento mucho más reciente, pero el esqueleto de un pájaro muerto parece llevar allí bastante tiempo. Los grafitis, añade el adolescent­e, aquellos dibujos de cuervos posados sobre un tendido eléctrico, sí que los borraron.

“No, yo no vivo aquí –responde una mujer cargada con un par de bolsas–, yo solo vengo a pasar el día, por la noche me voy”.

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 ?? LUIS BENVENUTY / DAVID GUERRERO XAVI JURIO (FOTOS)
XAVI JURIO ?? El Prat de Llobregat
LUIS BENVENUTY / DAVID GUERRERO XAVI JURIO (FOTOS) XAVI JURIO El Prat de Llobregat
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El paso entre la terminal 2C y el aparcamien­to ofrece un aspecto muy descuidado y dejado
Restos de presencia humana. En algunos puntos se encuentran sobras de comida y bebida que delatan la presencia de personas
XAVI JURIO El túnel fantasma El paso entre la terminal 2C y el aparcamien­to ofrece un aspecto muy descuidado y dejado Restos de presencia humana. En algunos puntos se encuentran sobras de comida y bebida que delatan la presencia de personas
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XAVI JURIO
 ?? XAVI JURIO ?? Ciclistas en la zona de llegadas. Los aficionado­s al pedaleo de carretera ahora frecuentan los accesos de la terminal
Goteo de despistado­s Todos los días llega a la T2 algún viajero convencido de que su avión despegará aquí
Escenas de guerra. Las obras de remodelaci­ón de las aceras arrojan algunas instantáne­as nunca vistas en la zona
XAVI JURIO Ciclistas en la zona de llegadas. Los aficionado­s al pedaleo de carretera ahora frecuentan los accesos de la terminal Goteo de despistado­s Todos los días llega a la T2 algún viajero convencido de que su avión despegará aquí Escenas de guerra. Las obras de remodelaci­ón de las aceras arrojan algunas instantáne­as nunca vistas en la zona
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XAVI JURIO

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