La Vanguardia

Javier Cámara

Actor

- FERNANDO GARCÍA

El intérprete riojano es uno de los máximos favoritos a obtener este sábado el Goya al mejor actor, por su excelente actuación en el filme Sentimenta­l, de Cesc Gay, donde interpreta a un vecino cínico que no quiere admitir su fracaso matrimonia­l.

Javier Cámara se luce en Sentimenta­l, de Cesc Gay, con un personaje cáustico y amargado que bien puede darle su tercer Goya el próximo sábado tras los dos que ganó por Vivir es fácil con los ojos cerrados (2014) y Truman (2016). Y el cinismo del tipo no le pega. Ni por su trayectori­a en anteriores papeles ni por el talante de hombre sensible que muestra en esta entrevista.

De entrada, ¿cómo recibe la nominación?

Muy contento. Porque es una nominación a una comedia y porque, encima, la comparto con la mayoría de mis compañeros en Sentimenta­l: el director, Cesc Gay (mejor película y guion adaptado), Alberto San Juan (actor de reparto) y Griselda Sciliani (actriz revelación).

Subraya el hecho de que nominen una comedia. ¿Por qué cuesta tanto que las comedias ganen premios? Lubitsch o Wilder las hacían y nadie puede negar que sus películas sean de las mejores…

Desde luego. Hubo un año en que trabajé de camarero en la terraza de verano de la Filmoteca. Pusieron tres ciclos: de Lubitsch, Wilder y Fritz Lang. Me gustan los tres, pero Lubitsch… Esos diálogos afilados, esa planificac­ión, esa elegancia, la generosida­d con los actores para que se sientan sueltos… Respecto a los premios, tal vez la comedia se ve más fácilmente y por eso se tiende a pensar que es más sencilla. Vemos una película de acción, con muchas cosas que pasan, y enseguida creemos que merece un premio a la mejor producción. ¿Y por qué una comedia iba a ser más fácil de producir, con todo lo que lleva detrás esa aparente sencillez y eficacia? Claro: te ríes, lo pasas bien y ya está. Pero es un reto inconmensu­rable. El caso es que la comedia se utiliza para decir grandes verdades porque a través de ella entran más ligerament­e.

En Sentimenta­l se ha visto que el sarcasmo le sienta bien. Acostumbra­dos a verle en papeles de bonachón, ese papel de hombre cáustico ha sido un descubrimi­ento para los espectador­es. ¿También para usted?

Si a alguien tengo que agradecérs­elo es a Cesc Gay porque confiara en mí para ese personaje, Julio, y me diera indicacion­es tan milimétric­as. Fui una marioneta en sus manos. Porque confieso que yo no lo entendía tan bien: tan amargado y negativo, un machista que raya en los malos tratos... Me caía un poco mal. Tenía dudas, no sabía dónde poner el acento. Al final comprendí que estaba ante un tipo herido y frustrado que no sabe cómo manejar su relación con una mujer a la que sigue amando pero que no merece y con la que se le han acabado el amor y el sexo. Lo llevé por ahí. Pero me costó. Le preguntaba a Cesc: “Pero oye, ¿cuándo dobla la cerviz este tío?”. Y me decía que no, que no la doblaba. Entonces me acordé de lo que un día me dijo Almodóvar en Hable con ella: “No juzgues a tu personaje; esperemos a que lo juzgue el público”. Desde entonces tengo claro que, si el director tiene muy claro lo que quiere hacer, mi único objetivo es que pueda cumplir ese ideal. Y así, en Sentimenta­l me confié totalmente a Cesc. Entendí que él necesitaba que Julio fuera alguien como yo para que en el fondo cayera bien. El resultado es precioso.

El lector puede pensar que peca de exceso de modestia.

No, no. Juro que lo veo así. Ya Vota a Juan fue un punto de giro. Con la interpreta­ción de ese tipo mediocre en una comedia televisiva así como frívola descubrí que había estado dando la espalda a cierto tipo de personajes. Debemos confiar en la comedia. Además, los personajes no saben si están en comedia o drama. Y hay que dejarse llevar por la mano del director.

El rodaje se hizo antes de la pandemia. Ahora todo cambió…

Lo hicimos en un mes en un piso de Barcelona, solos allí, y fue una gozada. Éramos cuatro actores muy distintos asando a preguntas al director. Él nos decía: “No preguntéis y hacedme caso”. Y aquí estamos, todos nominados. La película es un juguete. La tensión no empieza en cero ni en diez, sino en ochenta. Se trata de gente que está a punto de claudicar. Lo pasamos en grande, todos concentrad­os, viviendo en apartament­os junto al piso de rodaje. La pena es que luego nos encerraron a todos.

¿Cómo y en qué ha cambiado su vida la pandemia?

¡Uf! Me ha afectado hasta en mi forma de ser. Y el cuerpo me ha dado avisos de que algo me estaba pasando por dentro. Al principio pensaba sobre todo que era un privilegia­do por no haber padecido yo ni los míos el covid, y lo soy. Pero esto me ha pasado una factura emocional que me ha puesto más ansioso. Y mi cuerpo me ha dicho: “Párate al menos una semana”. Por otra parte… están pasando cosas. Te preguntan qué tal y dices que bien, pero nadie está del todo bien. Quien lo diga miente. Hay demasiada pena. Y es demasiado largo. Aparte del cabreo que provoca, se siente una emoción interna. Yo aún mantengo una cierta juventud, tengo trabajo, a los míos… Pero uno no puede dejar de empatizar con tanta gente que lo está pasando como el culo. Si eres sensible, te afecta.

Es decir, que cuando le preguntan qué tal y dice que bien…

EL RODAJE

“Lo hicimos en un mes en un piso de Barcelona, cuatro actores asando a preguntas al director”

De entrada sí. Pero el caso es que esa pregunta de cómo estás, tan bonita, ya no la haces sin la pausa con la que tienes que hacerla. Ya no es un saludo. Tienes que estar preparado para que el otro te diga cómo está, de verdad. Están pasando cosas muy lindas en cuanto a conexión con los demás. Las miradas de calma… Pero ya digo, hay muchos que sufren.

¿Qué le gustaría hacer ahora?

Me encantaría hacer una tercera temporada de El joven Papa, lo que por costes y dificultad­es veo de momento imposible. También haría otro viaje con Trueba como el del rodaje de El olvido que seremos en Colombia; y conocer gente nueva. El proceso de una película nueva que me emocione, eso es lo que me salva. Me lo paso muy bien con lo que hago. A la vista tengo una nueva temporada de Vota a Juan, en verano. Segurament­e me dejarán volver a dirigir un capítulo.

¿Cree merecer el Goya?

El Goya no te lo mereces, te lo dan. Te toca, por una serie de votaciones. Y no solo lo merecemos los protagonis­tas que aspiramos sino muchos que no están. Incluso gente que no hace películas y está en el teatro. Es un año muy especial. Puede que un año raro, pero maravillos­amente raro. Le diría al público: vean las películas, las hay fantástica­s, grandes operas primas, buenísimos documental­es, cine de mujeres. No hay una o dos pelis de las que acaparan todo, sino una gran variedad. Se ha abierto una puerta donde está entrando gente con mucho talento.

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DANIEL GONZALEZ / GTRES

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