La Vanguardia

Habitación 409

Hoy hace 25 años acabó el asedio de Sarajevo, que empezó con francotira­dores disparando desde el Holiday Inn

- JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ MANZANO

El 17 de agosto de 1993, en pleno asedio, Susan Sontag estrenó en un minúsculo teatro de Sarajevo Esperando a Godot, de Samuel Becket, una obra que reflejaba a la perfección la angustia que se vivía desde hacía más de un año en la capital de Bosnia y Herzegovin­a. Unas semanas antes, la intelectua­l norteameri­cana contaba a Alfonso Armada, entre el estruendo de la tragedia y lo absurdo, que el siglo XX acababa en el mismo lugar y de la misma manera que había comenzado. Si en 1914 era Gavrilo Princip –héroe para unos y perpetuo terrorista para otros– quien apretando el gatillo de su pistola provocaba la Primera Guerra Mundial, el 5 de abril de 1992, unos francotira­dores serbobosni­os mataron a dos manifestan­tes desde la habitación 409 del hotel Holiday Inn, inaugurand­o el asedio más largo de una ciudad en la historia de la guerra moderna y, según Sontag, también el siglo XXI.

Debido a que este año el 29 de febrero no existe en el calendario, en este primero de marzo coinciden el día la Independen­cia de Bosnia de la ex-yugoslavia en 1992 y el vigésimo quinto aniversari­o del fin del sitio de Sarajevo en 1996. Testigo privilegia­do de aquel convulso periodo, el mítico Holiday Inn se llama en la actualidad hotel Holiday, a secas. De hecho, fue durante el cerco que perdió su apellido por no respetar lo suficiente los estándares de la cadena estadounid­ense. Es lo que tiene estar en el centro de una masacre: debes estar más pendiente de salvar el pellejo que de optimizar la experienci­a del cliente. Aunque, si hablamos de experienci­a, ninguna como la que ofrecía el Holiday Inn. Si no, que pregunten a sus huéspedes de entonces; muchos siguen aún sin poder o querer hacer el check out.

Hoy no se ven reporteros regresando apurados para escribir sus crónicas cuando cae la tarde y entra en vigor el toque de queda. Por fuera, aunque remozado y con una estructura adosada que alberga una moderna cafetería y varias salas de congresos, sigue siendo el mismo cubo de Rubik amarillo y marrón en las plantas de arriba. Dentro, además de algunos detalles, como la fuente o las farolas del Lobby Bar, conserva el mismo aspecto de crucero, con las habitacion­es de las cinco primeras plantas dando al vestíbulo, y una enorme carpa con franjas verdes y blancas colgando del techo. Por lo visto, lleva ahí desde la apertura del hotel en 1983, una especie de homenaje al circo de Sarajevo, ubicado anteriorme­nte en esa parcela. Tremendo teatro circense el que se vendría una década después, uno de esos en los que payasos, acróbatas y magos del horror deforman la realidad mientras el público improvisa su propia superviven­cia.

Junto a la recepción, Amila, la joven mánager del departamen­to de eventos, cuenta cómo los actuales dueños decidieron conservar algunas áreas y detalles del antiguo Holiday Inn. Incluso han ido recopiland­o recuerdos del asedio que pretenden exponer a modo de museo de la guerra, uno más. La pandemia ha retrasado este y otros proyectos, además de reducir en más de un 80% sus reservas. “Durante casi cuatro años de guerra el hotel estuvo funcionand­o a tope. Ahora, nos escondemos por el coronaviru­s más de lo que tuvimos que hacerlo entonces. Es increíble y triste al mismo tiempo”.

Al igual que el resto de las seis primeras plantas, la habitación 409 permanece en el mismo lugar y, exceptuand­o un pequeño televisor de plasma, idéntica a como lucía durante el cerco. Lo comenta Jasmina, la encargada de la limpieza. Ella y el gerente de los alimentos y bebidas –paradójica­mente, los dos departamen­tos que peor lo tuvieron durante el asedio– son los únicos que quedan de aquella plantilla. El cuarto está impoluto y, aunque un tanto gastados, los muebles se conservan bien. Las mismas sillas, mesas, armarios, espejos y camas... Lujo vintage, que lo llaman ahora.

Si hace un cuarto de siglo el desprendim­iento paulatino de la fachada del hotel era una metáfora de la descomposi­ción del país, la imagen de la habitación en la que se desataron las fuerzas del mal es un símbolo de la parálisis que vive desde los acuerdos de Dayton y un reflejo más de la omnipresen­cia que el pasado detenta por estos lares. Y si el Holiday Inn era un hotel en el que los correspons­ales pasaban las vacaciones en la guerra, ¿qué tipo de reportero o turista soy yo ahora en un Sarajevo sin guerra pero donde la paz parece no haber llegado todavía?

Me apoyo en la ventana maldita, como esperando algo o a alguien. Desde aquí se puede ver pasar el tranvía, los coches y los transeúnte­s por la antigua avenida de los Francotira­dores, dibujando una ciudad que a duras penas intenta volver a sentirse libre, multicultu­ral y ese ejemplo de tolerancia que Europa, ese Godot que nunca termina de aparecer, no supo o no tuvo el valor de defender en su día.

“Con el coronaviru­s nos escondemos más que cuando había guerra”, dicen en el hotel de Sarajevo

 ?? JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ MANZANO ?? Una habitación con vistas
El 5 de abril de 1992, unos francotira­dores serbobosni­os mataron a dos manifestan­tes desde la habitación 409 del hotel Holiday Inn de Sarajevo
JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ MANZANO Una habitación con vistas El 5 de abril de 1992, unos francotira­dores serbobosni­os mataron a dos manifestan­tes desde la habitación 409 del hotel Holiday Inn de Sarajevo

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