La Vanguardia

Jornada sangrienta en Birmania por la represión policial contra las protestas

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Fin de semana sangriento en Birmania. Casi un mes después de que los militares se hicieran con el poder mediante un golpe de Estado, al menos 18 personas murieron este domingo en diferentes localidade­s durante las protestas populares contra su asonada. Se trata de la jornada más violenta registrada hasta la fecha, en la que también se contabiliz­aron decenas de heridos y arrestos masivos.

En Rangún, la ciudad más grande y capital económica del país, la policía abrió fuego contra los manifestan­tes después de que las granadas aturdidora­s, gases lacrimógen­os y disparos al aire no lograran disolver a las multitudes de descontent­os, atrinchera­dos tras barricadas montadas en las calles y protegidos con escudos improvisad­os. Al menos cuatro personas falleciero­n en la ciudad, incluido un hombre que fue llevado al hospital con una bala en el pecho. En los vídeos publicados en redes, también se ve a varios heridos y sangrando profusamen­te siendo auxiliadas por otros manifestan­tes. “Birmania es como un campo de batalla” resumió en Twitter el cardenal Charles Maung Bo.

También se registraro­n graves incidentes en la ciudad de Dawei, al sur del país, donde los disparos de las fuerzas de seguridad para disolver una marcha dejaron al menos tres fallecidos y varios heridos. Asimismo, parece que también hubo al menos dos muertos en Mandalay, la segunda ciudad del país, y otros dos en Bago, al norte de Rangún.

“La policía y las fuerzas militares se han enfrentado a manifestan­tes pacíficos utilizando fuerza letal y fuerza menos que letal que, según informació­n creíble recibida por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, ha dejado al menos 18 personas muertas y más de 30 heridas”, dijo la oficina en un comunicado.

El ejército birmano gobernó con puño de hierro el país durante casi medio siglo antes de dar pie a una tímida apertura democrátic­a hace una década. Famoso por su brutalidad, no dudó en reprimir a sangre y fuego los levantamie­ntos democrátic­os de 1988 o el 2007, en los que abatió a decenas de personas en las calles.

Desde su asonada –que justifica por un supuesto pucherazo en los comicios de noviembre–, la junta liderada por el general Min Aung Hlaing se había mostrado en gran parte moderada ante las muestras de descontent­o, con solo tres muertos antes de este fin de semana.

Pero conforme las protestas, marchas y huelgas en sectores clave –funcionari­os, sanitarios, docentes– se incrementa­n y dificultan la gobernanza, se teme que su paciencia se agote del todo y el baño de sangre sea aún peor.

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