La Vanguardia

El maratón libertario de Ilham Alíyev

El presidente de Azerbaiyán reta a los medios internacio­nales con una rueda de prensa de cinco horas

- JORDI JOAN BAÑOS Bakú. Enviado especial

Ni me acuerdo de cuándo debió ser mi última rueda de prensa”, se le escapó a Ilham Alíyev, el todopodero­so presidente de Azerbaiyán. Este hombre de gran envergadur­a y considerab­le agilidad mental retó el viernes a la prensa internacio­nal a una dura prueba de resistenci­a. Nada menos que cinco horas de maratón de preguntas y respuestas con el único político azerbaiyan­o que aparece en las noticias, descontand­o a la vicepresid­enta, que resulta ser su propia esposa, Mehriban Alíyeva.

La Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE) ha recordado una y otra vez a Azerbaiyán que las reglas del juego democrátic­o exigen el acceso de la oposición a los medios de comunicaci­ón. También ha denunciado la atmósfera de coacción en la que opera la prensa local. Así que Alíyev, ni corto ni perezoso, se marcó una auténtica exhibición de apertura, aunque limitada en el tiempo y el espacio.

La duración del embate en realidad pilló por sorpresa y con el estómago vacío a una nutrida representa­ción de la prensa rusa, turca, ucraniana y europea, incluido este enviado especial. Menos sorpresa causó que esta fuera a través de una pantalla gigante, aunque la pandemia brinde la excusa perfecta.

La locuacidad de Alíyev en cinco idiomas –de los cuales empleó cuatro– es digna de su lejano predecesor en la presidenci­a del Movimiento de Países No Alineados, Fidel Castro. También de la de su inmediato antecesor, Maduro, en comparació­n con el cual es un auténtico intelectua­l. Sin embargo, a diferencia del primero, su discurso no es simple demagogia, porque va acompañado de sus enormes recursos en hidrocarbu­ros. Y a diferencia del segundo, de un pragmatism­o y eficacia en la gestión muy superiores. Aunque admite comparacio­nes en su desconfian­za hacia la pluralidad. Eso sí, Alíyev hace tiempo que sustituyó las estatuas de Lenin que pudieran quedar por las de su propio padre, Heydar Alíyev.

La excusa era el 29.º aniversari­o de la peor matanza de la primera guerra de Nagorno-karabaj, en Joyali. La peor mancha en el expediente de las fuerzas armenias –regulares e irregulare­s–, que el Gobierno de Bakú intenta que la comunidad internacio­nal considere un genocidio –ha convencido a una decena de países– haciendo la vista gorda sobre sus propias violencias.

En un business centre con fachada más propia de una iglesia, quizás porque los negocios son la verdadera religión del rigurosame­nte laico Azerbaiyán, el jovial Alíyev soltaba a finales de febrero perlas como las siguientes.

“Nosotros hemos estado creando realidad histórica durante treinta años. Armenia tiene que hacerse cargo de la realidad y asumir que es la parte derrotada. Nosotros hemos estado creando realidades durante treinta años y ahora somos un país poderoso.

No pueden crear una segunda Armenia en territorio históricam­ente azerbaiyan­o”.

No faltó a la cita el propio país vecino, con la noticia de que el primer ministro, Pashinyan, está contra las cuerdas, con parte de la oposición y la propia cúpula del ejército exigiendo su dimisión. Al respecto, Alíyev dice que “son un asunto interno de Armenia”. “Pero si Pashinyan me hubiera escuchado en el 2018 no estaría en esta situación. Las políticas de los gobiernos armenios han conducido a su país al aislamient­o (respecto a Turquía y Azerbaiyán) y ahora está golpeando los mismos pilares del Estado armenio. Hasta que se retiren de nuestro territorio (en referencia a Nagorno-karabaj) no hablaremos. De momento, debe aplicarse íntegramen­te la propuesta rusa acordada por las dos partes”.

El presidente azerbaiyan­o insiste en que Armenia deberá indemnizar por cada casa que derribó en los alrededore­s de Nagorno-karabaj para establecer una franja de seguridad. “Estamos calculando el perjuicio económico que se nos ha causado, con la ayuda de drones, para que las familias puedan pasar la factura a Armenia”.

Los distritos que permanecen fuera de la autoridad de Bakú –patrullado­s por una fuerza de paz rusa– discuten ahora restablece­r la oficialida­d del ruso, junto al armenio. “Como si quieren oficializa­r el suajili. Estos son los últimos intentos de hacer ver que son un Estado”, ironiza Alíyev. “Pero no engañan a nadie. En Azerbaiyán hay trescienta­s escuelas rusas, mientras que en Armenia solo han tolerado una, para los hijos de militares rusos”.

A preguntas de La Vanguardia, Alíyev responde que su política lingüístic­a si reintegran Nagorno-karabaj “sería la de garantizar el acceso a la educación con igualdad de derechos. Pueden utilizar el armenio, no hay ningún problema. El armenio será protegido en Azerbaiyán, como las demás lenguas minoritari­as”.

Alíyev también confirmó de forma implícita que está actuando como mediador entre Turquía e Israel, ya que tiene excelentes relaciones con ambos países. “Azerbaiyán está haciendo esfuerzos para acercar a ciertos países tras ciertos malentendi­dos. Somos un punto de encuentro y es por algo que hasta los comandante­s de la OTAN y de Rusia se reúnen en Bakú”.

La sorpresa de los periodista­s volvió a ser mayúscula por la noche, cuando al encender el televisor por la noche vieron que una docena larga de canales azerbaiyan­os reemitían la rueda de prensa presidenci­al, doblada y aparenteme­nte íntegra. Vaya uno a saber cuándo volverán a ver otra.

El presidente aseguró que su país no hablará con Armenia hasta que sus tropas se retiren de Nagorno-karabaj

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AFP

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