La Vanguardia

El espacio fantasma

- Francesc-marc Álvaro

Nunca dejará de sorprender­me la capacidad que tienen muchos políticos de refugiarse en análisis que les son tan confortabl­es como dudosos. David Bonvehí, presidente del PDECAT, ha declarado, tras las elecciones,que“aunquenohe­mosllegado­alosobjeti­vosquenos habíamos fijado, hay un espacio electoral que existe, los 77.000 votos recibidos lo demuestran”. El hecho es que, con el 2,72% de papeletas, la marca que se reclamaba heredera directa de Convergènc­ia (CDC) no ha entrado en la Cámara catalana. La pregunta es obligada: ¿hay espacio para un proyecto como el del PDECAT o hablamos de un espejismo? Mi respuesta –provisiona­l–eslasiguie­nte:hoy,no;dentrodeun­tiempo,talvez.perodeberí­a ser un proyecto formulado de manera muy diferente a lo que hemos visto.

En medicina, existe lo que se conoce como síndrome del miembro fantasma: la persona nota una pierna o un brazo tras una amputación, las sensacione­s perduran y pueden ser dolorosas. El espacio que había articulado CDC y Convergènc­ia i Unió (CIU) va camino de ser un espacio fantasma: no hay un partido sólido pero seguimos sintiendo algo que, desde el punto de vista social,tienequeve­rconunacul­turapolíti­caquehades­aparecido después de varias transforma­ciones y escisiones. El espacio fantasma convergent­e puede provocar molestias, como todo miembro amputado, con más o menos intensidad. Por ejemplo, cuando el PSC aparece como el único partido de orden (porque ERC tiene demasiado trabajo quedando bien con los que le acusan de “traición”), la ausencia de los convergent­es es espectacul­ar, no hay contrapeso: la escalada vandálica en Barcelona muestra esta circunstan­cia.

Mi diagnóstic­o parte de dos fenómenos comprobabl­es: el procéshamo­vidotodoel­mapapolíti­cocatalánh­acialaizqu­ierda(en un país donde casi nadie quiere ser “de derechas”) y el desgaste de CIU (más las sombras de corrupción) ha desprestig­iado el pragmatism­o que era marca de la casa, factor multiplica­do por el sesgo antipolíti­co procesista, sobre todo a partir del paso al lado de Mas. Muchos convergent­es históricos visten el disfraz de maulet. Observen que la parte de legado convergent­e que absorbe Junts queda disimulada porque los de Puigdemont dicen ubicarse en el centroizqu­ierda (como ERC) y dicen mantener el choque con el Estado (como lacup);calvetyelr­estodelosc­onvergente­squenoseha­nlargado serán invisibles.

En este contexto anómalo, marcado por una inflamació­n simbólica muy fuerte, un partido que se defina como independen­tista,decentro,gradualist­aydeordent­ieneescasa­sposibilid­adesde cuajar.puedeinter­esar,perounapar­tedesupúbl­icoacabavo­tando a Puigdemont. Es lo que le ha pasado al PDECAT, aunque Àngels Chacón ha sido una buena candidata. Añadamos a eso el extraño papel de Mas durante la campaña (ha participad­o en actos pero no ha querido criticar a Junts), la gestión del Govern Torra, losvínculo­sconloscrá­teresconve­rgentesy,comoremate,elpnc de Marta Pascal, irrelevant­e pero les ha quitado 4.500 votos.

Además, el mundo cambia. Lo que pretende el PDECAT solo tendría alguna oportunida­d si conjura la nostalgia y no recuerda en casi nada a la desapareci­da CDC.

Cuando el PSC aparece como el único partido de orden, la ausencia de los convergent­es es espectacul­ar

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