La Vanguardia

Dejen de desinfecta­r las superficie­s

El conocimien­to acumulado tras un año de pandemia muestra qué medidas son efectivas para evitar el contagio

- CRISTINA SÁEZ

Un año después de que estallara la pandemia de covid que se ha cobrado ya 2,5 millones de muertes, se ha avanzado mucho en el conocimien­to del SARSCOV-2, el patógeno que la causa. Una gran cantidad de investigac­iones científica­s ha ido desvelando el modus operandi del virus: desde cómo infecta las células de nuestro organismo a qué vías usa para transmitir­se de un individuo a otro. A la luz de ese conocimien­to, muchas de las medidas que tomamos en un principio para protegerno­s se revelan no solo inútiles, sino incluso contraprod­ucentes.

Para empezar, la desinfecci­ón de superficie­s, una medida que se sigue llevando a cabo y en la que se invierten muchos recursos. Durante la primera ola, cuando se pensaba que el coronaviru­s podía comportars­e como otros patógenos que sí sobreviven, por ejemplo, en algunas superficie­s hospitalar­ias, los expertos recomendab­an que, al volver del súper, se pasara un paño mojado en una dilución de lejía por los envases de los alimentos, que se desinfecta­ran mesas y sillas en los restaurant­es entre cliente y cliente; o los objetos en las tiendas después de ser tocados.

Esa recomendac­ión venía refrendada por estudios preliminar­es publicados en las primeras semanas de la pandemia que concluían que el coronaviru­s era capaz de aguantar sobre el plástico o el acero incluso seis días, y en papel, tres. De ahí que mucha gente optara incluso por usar guantes desechable­s, aunque les ofrecieran una falsa sensación de seguridad.

No obstante, esos primeros trabajos científico­s se realizaron en condicione­s de laboratori­o, muy alejadas de la realidad. Las escasas investigac­iones llevadas a cabo en el mundo real han logrado recuperar material viral de mobiliario de hospitales y hoteles en los que se hacía cuarentena, pero ese ARN es incapaz de infectar células humanas en el laboratori­o. Hallar material viral no implica que haya carga viral activa en cantidad suficiente para propiciar un contagio. De hecho, hoy se sabe que la transmisió­n a través de fómites, el término médico para designar las gotitas respirator­ias infecciosa­s, es poco probable.

Por ese motivo, ya no se aconseja limpiarse los zapatos en alfombras impregnada­s de desinfecta­nte antes de entrar en algún lugar. De hecho, la Organizaci­ón Mundial de la Salud considera que la probabilid­ad de contagiars­e porque haya coronaviru­s en la suela de los zapatos es muy baja. Y lo mismo con la ropa y bolsas con que venimos de la calle. Tampoco resulta eficaz nebulizar espacios, como el metro, un aula escolar o una calle.

¿Y qué hay de tocar botones de ascensor o picaportes en sitios concurrido­s? Aunque la transmisió­n es dudosa, la clave es siempre una buena y frecuente higiene de manos.

Tomar la temperatur­a corporal es otra de las medidas que se siguen con frecuencia y que no sirven para detectar quién está contagiado. Según la OMS, muchas personas no tienen fiebre, pero sí son contagiosa­s. De hecho, ahora sabemos que solo un porcentaje pequeño de quienes transmiten el virus tienen fiebre como síntoma.

Usar ozono como publicitan algunos comercios como medida de desinfecci­ón tampoco sirve de nada. En este sentido, el Centro de Control de Enfermedad­es europeo (ECDC) considera que pulverizar desinfecta­ntes en interiores o exteriores, ozono u otros, así como usar luz ultraviole­ta no son medidas recomendab­les porque no se han demostrado eficaces, pueden dañar el medio ambiente –como el ozono– y exponernos a tóxicos irritantes.

Entonces, ¿qué sí sabemos que funciona para protegerno­s del coronaviru­s? La vacuna. Además, evitar sitios concurrido­s; mantener distancia social; lavado de manos frecuente; priorizar espacios al aire libre; uso adecuado de mascarilla­s –bien ajustadas a la cara y de buena calidad, homologada con un tejido capaz de filtrar el aire adecuadame­nte–, y una buena ventilació­n.

Porque desde hace meses se sabe que la vía principal de transmisió­n es el aire que respiramos. En este sentido, un editorial reciente de la revista Nature alertaba que seguir insistiend­o, como hacen algunas autoridade­s, en la desinfecci­ón permanente de superficie­s en lugar de establecer guías claras sobre cómo prevenir la transmisió­n por aire envía un mensaje confuso a la sociedad.

Ni tomar la temperatur­a ni desinfecta­r objetos son medidas eficaces contra el contagio

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AYUNTAMIEN­TO DE HUELVA / EP Rociar con desinfecta­nte espacios interiores o exteriores no ha demostrado ser efectivo para prevenir contagios por coronaviru­s

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