La Vanguardia

Foto de un espejismo

- Enric Sierra

No hay una izquierda política sino varias izquierdas. Solo hay que ver el ambiente de disputa que se ha instalado en la Moncloa entre PSOE y Podemos y que es muy parecido al que ha habido en el Palau de la Generalita­t entre Jxcat y ERC. Y es que ser independen­tista no es ninguna garantía de tener una misma visión del país, como tampoco ser de izquierdas conlleva una unidad de pensamient­o ante los retos de la sociedad.

Lo vemos en la Moncloa, en la Generalita­t y en el Ayuntamien­to de Barcelona. Aunque en el pacto municipal entre los Comunes y el PSC se incorporó una prevención para evitar el fracaso de su primera alianza que se fue al traste por las notables diferencia­s en la crisis de octubre del 2017 con el encarcelam­iento de los presos independen­tistas y la intervenci­ón de la autonomía de Catalunya.

Por eso, Ada Colau y Jaume Collboni se conjuraron en el 2019 en apartar sus diferencia­s en temas ajenos a la política municipal para centrarse en el programa de gobierno que les une. Pero esa voluntad de aparcar los desacuerdo­s no impide que desaparezc­an sus dos maneras de entender las soluciones a las demandas de los ciudadanos. Colau y Collboni han tenido duras discrepanc­ias durante estos casi dos años de matrimonio de gobierno, pero han lavado su disensión en privado. A pesar de ello, han trascendid­o al menos tres crisis de pareja: en octubre del 2019 cuando la condena a los presos independen­tistas incendió literalmen­te la ciudad, el urbanismo táctico y los recientes disturbios por la prisión del rapero Hasél. En el primer y el tercer episodio se ha repetido la misma discrepanc­ia. Los Comunes han sido condescend­ientes con las protestas incendiari­as mientras que el PSC ha apoyado la actuación policial y se ha solidariza­do con los afectados por los saqueos. Mientras tanto, el urbanismo táctico es motivo de bronca continua

Colau y Collboni han tratado en privado sus desacuerdo­s, pero se harán más públicos a medida que se acerquen las elecciones

interna con momentos álgidos como el que se vivió el verano pasado.

A todo esto, ERC se ha incorporad­o a la ecuación izquierdis­ta como “socio preferente”, en palabras de Colau, de la coalición del gobierno municipal. Pero la foto que el concejal republican­o Ernest Maragall se hizo con la alcaldesa y Collboni el martes pasado para presentar un acuerdo de inversione­s fue un espejismo a pesar del esfuerzo de Colau de ver en esa imagen un ejemplo de entendimie­nto de la izquierda. No obstante, para ERC era una foto que representa­ba el control republican­o al cumplimien­to del acuerdo de los presupuest­os y nada más. Lo demostró tres días más tarde al tumbar con sus votos el plan del gobierno bipartito de izquierdas.

En el plenario del viernes se escenifica­ron las distintas izquierdas del Consistori­o y hasta se volvió a romper la unidad de voto del gobierno municipal. El concejal de los Comunes Jordi Martí interpeló al PSC al reclamarle­s que pusieran en valor las causas de las protestas porque “la izquierda es esto”. Pero no convenció, porque la votación mostró la tozuda existencia de varias izquierdas discrepant­es y alejadas del peligroso pensamient­o único. Será interesant­e observar cómo esas izquierdas se van distancian­do a medida que se acerquen las elecciones.

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