TRES AÑOS DE CÁRCEL PARA SARKOZY
Tres años de cárcel para el expresidente por querer comprar a un juez
Nicolas Sarkozy se convirtió ayer en el primer presidente francés, desde la fundación de la V República en 1958, que es condenado a una pena de cárcel. A Sarkozy se le comunicó ayer una sentencia de tres años de prisión –uno de ellos, firme– por corrupción y tráfico de influencias. El expresidente queda ahora a la espera de que se vea el recurso de apelación.
La democracia francesa vivió ayer una jornada muy incómoda, un trance doloroso para un país de vocación universalista y todavía con alta autoestima. El expresidente Nicolas Sarkozy fue condenado a tres años de cárcel –uno de ellos firme– por corrupción y tráfico de influencias. El tribunal correccional de París halló culpable al exjefe de Estado, que ocupó el Elíseo entre el 2007 y el 2012, de haber planeado, junto con su abogado, corromper a un juez.
Es la primera vez, desde la fundación de la V República, en 1958, que un presidente francés es condenado a prisión firme. Jacques Chirac recibió una pena de dos años de cárcel, en el 2011, por el escándalo de los empleos ficticios en la alcaldía de París, pero no implicaba el ingreso efectivo en prisión. Chirac ni siquiera asistió al juicio porque sufría ya demencia.
La abogada de Sarkozy, Jacqueline
Laffont, mostró su “incomprensión” e “indignación” por la sentencia, por “el desfase total”, en su opinión, con la realidad de los hechos. Por ello anunció que presentaría recurso de apelación. Está garantizado, pues, un nuevo juicio. Según ella, el exjefe de Estado está “calmado” pero a la vez “resuelto” a continuar la batalla para que se le reconozca su inocencia. “No dudo de que la verdad estallará en el tribunal de apelación”, vaticinó Laffont. Una y otra vez insistió en que la sentencia se basa en suposiciones pero no en una demostración del delito cometido.
Además de la cuestión puramente penal, la sentencia supone un fuerte golpe político porque Sarkozy ha seguido ejerciendo mucha influencia en la derecha francesa, huérfana de un líder de su calibre. A pesar de que decía estar retirado de la primera línea, era considerado hasta ahora un posible aspirante otra vez a la presidencia, una posibilidad que, obviamente, se evapora.
El actual jefe de Estado, Emmanuel Macron, ha mantenido una relación muy cordial y fluida con
Sarkozy. Se nota que hay química entre ellos. Su estilo vehemente, brillantez retórica e hiperactividad son similares. Macron le ha consultado decisiones e incluso le ha encargado misiones oficiales, a pesar de los problemas judiciales. Macron ha echado mano de personajes que trabajaron para él. Por ejemplo, el hoy primer ministro, Jean Castex, procede de la derecha y fue secretario general adjunto del Elíseo durante la presidencia de Sarkozy. El titular de Interior, Gérald Darmanin, fue muy próximo al exmandatario.
Dado que se ha presentado recurso de apelación, no se toman medidas cautelares como un brazalete electrónico para controlar los movimientos. Es probable que, en la eventualidad de una confirmación de la condena, Sarkozy no vaya físicamente a la cárcel por este caso, que pueda cumplir la pena en arresto domiciliario o con supervisión electrónica a distancia.
Los dos coacusados, el exmagistrado Gilbert Azibert y el abogado Thierry Herzog, también fueron condenados a las mismas penas. Aunque el entonces juez no obtuvo finalmente el puesto cómodo y bien remunerado en Mónaco –gracias a la mediación de Sarkozy– que le querían prometer si intercedía a favor del expresidente en otro asunto, el tribunal estimó que sí hubo “un pacto de corrupción” claro. Según la ley, la intención de corromper basta para que exista este delito. La Fiscalía nacional financiera había solicitado cuatro años de cárcel, dos de ellos firmes.
POR AHORA LIBRE
La abogada muestra “indignación” por la sentencia y presenta recurso de apelación
SIEMPRE EN ESCENA
El exmandatario ha mantenido estos años gran influencia política y proximidad a Macron
Sarkozy tiene otras causas abiertas muy graves, el caso Bygmalion, por la sospecha de haber financiado ilegalmente su campaña para la reelección en el 2012. Al exjefe del Estado se le acusa también de haber recibido dinero –varios millones de euros– del régimen libio de Muamar el Gadafi para costear la campaña del 2007.
El caso objeto de la sentencia de ayer, que ocupa 154 páginas, se destapó gracias a las escuchas telefónicas ordenadas mientras se investigaba otro caso, el affaire Bettencourt, por el que Sarkozy resultó absuelto. Pero causó sorpresa que Sarkozy y su abogado usaran teléfonos móviles prepagados que no estaban a su nombre, unos métodos más propios de delincuentes que de alguien que había ocupado la más alta magistratura del Estado.
Los aliados de Sarkozy reaccionaron en tromba, con mucha virulencia, a la sentencia. Varios de ellos hablaron de “encarnizamiento” de los jueces. Fue el término que también empleó su esposa, Carla Bruni. “Encarnizamiento insensato, mi amor –escribió la cantante y modelo en su cuenta de Instagram–. La lucha sigue. La verdad llegará”.
El presidente de Los Republicanos (LR, derecha), el diputado Christian Jacob, consideró que a Sarkozy se le ha impuesto “una pena totalmente desproporcionada”. Jacob fue más allá y dijo que lo ocurrido “cuestiona la existencia misma de la Fiscalía nacional financiera, su manera de proceder y su independencia”. “¿A quién sirve?”, se preguntó Jacob sobre la condena, dejando entrever intereses ocultos extrajudiciales.
El jefe de la Fiscalía nacional financiera, Jean-françois Bonhert, consciente de lo que estaba en juego, decidió estar presente en la lectura de la sentencia y quiso dejar claro que se ha actuado con profesionalidad y según la ley, no con otros objetivos. “Un proceso no es una venganza privada, pública o institucional –declaró Bonhert a la prensa–. Nadie aquí intenta vengarse de un expresidente de la República”. Según el magistrado, los tres acusados, como cualquier ciudadano, tienen derecho a una justicia imparcial.
A sus 66 años, Sarkozy vive el momento más amargo de su carrera. Siempre ha insistido en su inocencia, de manera rotunda e indignada a veces, ante el tribunal y en entrevistas en los medios. Piensa que lo han tratado como a un vulgar delincuente. Lo peor es que le esperan juicios por el caso Bygmalion –dentro de dos semanas– y el asunto libio. Su calvario va para largo.