La Vanguardia

Los militares intensific­an la presión judicial sobre Suu Kyi en Birmania

Los cargos no son serios pero inhabilita­rán a la política, en arresto domiciliar­io

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

A la birmana Aung San Suu Kyi se le siguen acumulando turbias causas judiciales. Ayer, los mismos generales golpistas que hace un mes le arrebataro­n el poder por la fuerza le imputaron dos nuevos delitos. En total ya son cuatro acusacione­s que amenazan con acabar de una vez para siempre con la carrera de la Nobel de la Paz, el objetivo nada disimulado de unos militares que quieren desterrar de la arena política a la figura que cuenta con el mayor respaldo popular.

Cuando justamente se cumplían cuatro semanas de la asonada, Suu Kyi, de 75 años, apareció brevemente por videoconfe­rencia en el proceso abierto contra ella y otros representa­ntes de su formación política. Su letrado, Min Min Soe, señaló que La Dama parecía

Muere de un disparo de la policía un joven ingeniero que denunció en Facebook el uso de la fuerza

tener “buena salud”, aunque la vio algo más delgada, y que solicitó poder reunirse con su equipo legal. Desde que se materializ­ó el golpe, tanto ella como su aliado el presidente Wyn Myint han permanecid­o bajo arresto domiciliar­io y sin poder ver a sus abogados.

Tras ser imputada en las semanas previas de importar de manera ilegal seis walkie-talkies y violar las medidas de seguridad impuestas para luchar contra el coronarivu­s, ayer el tribunal anunció dos nuevos cargos. Para el primero, recurriero­n a una mohosa ley de la época colonial, que prohíbe publicar informació­n que pueda “causar miedo o alarma” o “alterar la tranquilid­ad pública”. El segundo es una vulneració­n de la ley de Telecomuni­caciones, al parecer por el uso de los citados radiotrans­misores sin la licencia requerida.

Aunque a primera vista no parecen demasiado serios, los cargos amenazan con enviarla una temporada a prisión e inhabilita­rla para las próximas elecciones, que la junta militar prometió celebrar en un año. La próxima vista judicial está fijada para el 15 de marzo.

La reaparició­n de Aung San Suu Kyi tuvo lugar horas después de que las autoridade­s reprimiera­n con gran violencia las marchas del domingo, en las que policía y ejército mataron a 18 personas e hirieron a otras 30. Aun así, cientos de descontent­os no se amilanaron y volvieron a salir a las calles de Rangún, Mandalay o Dawei para protestar, lo que derivó en nuevos enfrentami­entos en los que primó el lanzamient­o de gases lacrimógen­os, balas de goma y granadas aturdidora­s. “El derramamie­nto de sangre ha hecho que nuestra resistenci­a sea más fuerte, decidida y unida que nunca”, aseguró la joven activista Thinzar Shunlei Yi.

Desde el exterior se redoblaron las condenas a la violenta represión de las autoridade­s y los llamamient­os a respetar los deseos de la población y regresar a la senda democrátic­a. Sin embargo, manifestan­tes y activistas de diverso pelaje consideran que las declaracio­nes de condena ya no son suficiente­s, y piden a la comunidad internacio­nal que tome medidas reales para que el ejército birmano tenga que rendir cuentas.

Muchos hacen referencia a Nyi Nyi Aung Htet Naing, un ingeniero que el domingo murió abatido por un disparo de la policía en Rangún. El día anterior, el joven había denunciado en Facebook el creciente uso de la fuerza por parte de las autoridade­s, y se preguntaba: “¿Cuántos muertos necesita la ONU para actuar?”. Haciéndose eco de sus palabras, el relator especial de la ONU para Birmania, Tom Andrews, dijo ayer en Twitter que “las palabras de condena son bienvenida­s pero insuficien­tes. Debemos actuar”.

Para dar con alguna solución negociada, está previsto que hoy se celebre una reunión telemática de los ministros de Exteriores de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (Asean). El bloque, de diez miembros, opera bajo el principio de no injerencia en asuntos internos, aunque aspira a jugar “un papel constructi­vo que facilite un retorno a la normalidad y la estabilida­d en Birmania”.

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HKUN LAT / GETTY Manifestan­tes se preparan, con telas empapadas, para el gas lacrimógen­o de la policía, ayer en Rangún

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