Bukele logra el poder total con su victoria legislativa en El Salvador
La aplastante victoria en El Salvador del partido del presidente populista Nayib Bukele, Nuevas Ideas (NI), en las elecciones legislativas del domingo ponen al país ante dos caminos: aprovechar la inédita mayoría parlamentaria de un mandatario para garantizar el progreso de uno de los países más pobres de Latinoamérica o avanzar hacia una autocracia.
Ni izquierda, ni derecha. Bukele representa lo que quiere el pueblo, decepcionado con la política tradicional, fenómeno populista mundial pero que no en todos lados se expresa con la contundencia de El Salvador. A falta de saber exactamente el número de escaños de NI, los resultados preliminares del Tribunal Supremo Electoral apuntan a una amplia mayoría en la unicameral Asamblea Legislativa, que alberga a 84 diputados.
El presidente no solo tendría asegurados los 43 legisladores necesarios para aprobar leyes ordinarias, sino que alcanzaría los dos tercios –56 diputados–, con lo cual podría reformar la Constitución o nombrar a los jueces de la Corte Suprema sin negociar con la oposición. Bukele ha logrado finiquitar el modelo bipartidista establecido tras la guerra civil (1980-92) cuando los dos bandos acordaron enfrentarse solo políticamente.
La derechista Alianza Nacional Republicana (Arena) y el izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) –la antigua guerrilla–, que se repartieron el poder desde la guerra, se han convertido en intrascendentes. Desde que llegó a la presidencia en el 2019, Bukele –exmilitante expulsado del FMLN– se enfrentó al Parlamento, controlado por estas dos formaciones y donde apenas tenía algunos diputados fieles.
El poder del mandatario será apabullante, ya que NI –presidido por un primo de Bukele– ha ganado las 14 alcaldías del país y la mayoría de los 262 consejos locales, según los resultados preliminares de los comicios municipales, también celebrados el domingo.
A sus 39 años, Bukele concentrará un poder nunca visto en El Salvador y podrá colocar a personas de su confianza en todas las instituciones del Estado. Los salvadoreños han comprado el modelo populista, cool, joven y moderno de un mandatario que gobierna a golpe de tuit. Una ciudadanía que confía en que por fin Bukele sea el mesías que acabe con las dos lacras que arrastra el país: la violencia de las bandas callejeras –que ha disminuido durante su gestión– y la corrupción que ha salpicado a casi todos los últimos mandatarios y que condena a El Salvador a la pobreza.