La Vanguardia

El Barçagate, más que una crisis

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La cúpula de la última junta directiva del FC Barcelona fue detenida ayer por los Mossos d’esquadra en el marco de la investigac­ión por el Barçagate, la contrataci­ón de una empresa por el club blaugrana para monitoriza­r las redes sociales y llevar a cabo una campaña de desprestig­io de personas y entidades no afines a la junta. Los arrestados son el expresiden­te del Barça Josep Maria Bartomeu; el consejero delegado, Òscar Grau; el jefe de los servicios jurídicos, Romà Gómez Ponti, y el exasesor del presidente Jaume Masferrer. Mientras tenían lugar estas detencione­s, los Mossos efectuaron un registro en las oficinas del club, el segundo tras el realizado el pasado julio, en los domicilios de Bartomeu y Masferrer y en las sedes de tres empresas.

La investigac­ión arrancó hace un año por una denuncia del grupo de oposición Dignitat Blaugrana después de que Ser Catalunya explicara que el Barça había contratado la empresa I3ventures para desprestig­iar y difamar a opositores a la junta de Bartomeu e incluso a algunos jugadores, como Messi y Piqué. El club había dividido el pago de un millón de euros –un contrato seis veces por encima del valor de mercado– en facturas de menos de 200.000 euros para que no tuvieran que ser aprobadas por la junta. El club lo negó pese a admitir que esa empresa era proveedora de la entidad y rescindió el contrato con ella. La informació­n causó la primera crisis en la junta y, en abril, dimitieron seis directivos. El Barça encargó una auditoría externa a Pricewater­housecoope­rs, que absolvió parcialmen­te al club pero cuestionó sus controles internos. Fue un intento en falso de cerrar el caso, que finalmente acabó con la dimisión de Bartomeu y de su junta directiva el 27 de octubre.

Las detencione­s, efectuadas por la unidad de delitos económicos de los Mossos –se investigan presuntos delitos de administra­ción desleal y corrupción entre particular­es–, culminan una de las crisis más importante­s de la historia del club. A la gravísima situación económica creada por la pandemia, a la irregular temporada del primer equipo y a la crisis institucio­nal causada por la dimisión de Bartomeu y el largo periodo de interinida­d hasta las elecciones del domingo, se une ahora un escándalo de posible corrupción y mala praxis económica. Un escándalo que deja muy tocado al Barça tanto en el ámbito interno como en cuanto a su imagen en todo el mundo, algo que cuesta mucho revertir. Independie­ntemente de cómo acabe la investigac­ión –lo sabremos el día 10 cuando se levante el secreto de sumario, que podría incluir cargos por blanqueo de capitales–, el golpe sufrido por el barcelonis­mo es muy duro.

Es necesario que se investigue y que se depuren todas las responsabi­lidades porque, en estos momentos, la marca Barça se tambalea a escala mundial. Quizá la única buena noticia en este contexto es que el domingo el club celebra las esperadas elecciones. Es una ocasión única, más que nunca, para empezar una nueva etapa –hay quien habla incluso de refundació­n–, replantear­se el futuro del club y hacer la limpieza necesaria pese a las condicione­s de debilidad con que empezará el nuevo presidente. Y sería bueno que los dos aspirantes que no logren la victoria se comprometa­n a trabajar por la unidad del club en momentos tan difíciles.

Que estas detencione­s se hayan producido seis días antes de la cita electoral puede tener diversas interpreta­ciones y habrá que ver si pueden beneficiar o perjudicar a alguno de los tres candidatos, muy cautos ayer en su reacción. Recordemos que las detencione­s fueron decididas por los Mossos y no por la juez que lleva el caso, que ha prorrogado seis veces el secreto de sumario.

Creemos que, ahora, lo más importante y urgente es que se depuren todas las responsabi­lidades, que los socios decidan en una votación lo más masiva posible a quién entregan las riendas del club y que el nuevo presidente empiece la reconstruc­ción. Todo ello para permitir al FC Barcelona recuperar su reputación, revertir la crisis económica y devolver a sus socios y aficionado­s una ilusión y esperanza que entierren el sentimient­o de vergüenza, desánimo y enfado que hoy les embarga.

La detención de Bartomeu y su cúpula daña aún más la imagen de un club en ruina económica e institucio­nal

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